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El cantante puertorriqueño llegó al Auditorio Nacional con su gira One World Tour

Hay que liberarnos, dice Ricky Martin y arma fiesta caribeña

Durante un poquito más de hora y media, entre meneos y gritos a pulmón batiente, sus fieles seguidores corearon los temas del boricua

No tengan miedo de sentir, dejen el ego a un lado, afirmó el ex Menudo, que ofreció un gran reventón para un público que bailó hasta sudar

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Con el tema Tal vez apareció el primer gran rugido de 10 mil voces, aunque Ricky quedó a deber los temas románticos y sus clásicosFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Domingo 21 de junio de 2015, p. 7

Ricky Martin aparece en el escenario del Auditorio Nacional y, como por arte de magia, su público olvida el disgusto por los 47 minutos de retraso que tuvo el inicio del concierto. Celulares arriba, que empieza la fiesta y nadie quiere dejar de tomar fotos y videos a esa sonrisa que derrite a ellas y a ellos por igual.

La noche del viernes, en el primero de las dos presentaciones que el artista ofreció este fin de semana en la ciudad de México como parte de su gira One World Tour, el baile dejó poco espacio al repertorio romántico del puertorriqueño. Fue una fiesta caribeña, pop, fresa, buena onda, cortita, pero rica.

Ahí estuvieron, con el grito a pulmón batiente, las y los fieles fans de siempre –seguidores desde hace unos 25 años (por lo menos)– desde que el cantante inició su carrera como solista para convertirse en el más exitoso de los ex integrantes del legendario grupo Menudo.

Ahí estuvieron también, en la bulla y los meneos, los chicos tomados de la mano de sus chicos, como si el mundo fuera así de feliz y tolerante. Porque al menos en ese recinto, durante apenas un poquito más de hora y media, muchos de los presentes creyeron y reverenciaron las palabras de su ídolo musical: No tengan miedo de sentir, dejen el ego a un lado, hay que liberarnos.

Un lugar privilegiado ocupó el puñado de admiradores VIP, aquellos que pudieron desembolsar varios miles de pesos (alrededor de 10 mil) para obtener, además de su entrada al concierto, el privilegio de unos minutos para tomarse la foto con Ricky, darle un beso y luego ocupar un espacio justo enfrente del escenario, sin importar que fuera de pie (boletos especiales que se venden sólo por Internet en la página del artista con muchos meses de anticipación).

En realidad, nadie volvió a tomar su asiento desde que el cantante descendió de una plataforma, entre luces rojas, vestido con traje y corbata, para interpretar la primera canción de la noche Mr. Put It Down. Le siguieron un par de temas más en inglés, que pocas personas corearon (This Is Good y Drop It on Me), hasta que llegó Tal vez para desencadenar el primer gran rugido de 10 mil voces de la noche.

¡Es tan hermoso!

¿Hay algo mejor que ver a Ricky Martín en vivo cantando Livin’ la vida loca, trepado en un auto clásico, mostrando los tatuajes de sus bien formados brazos?, se pregunta una fanática elevada a la décima potencia ante esa suerte de epifanía.

Sí, hay algo mejor: mirarlo con una falda de cuero y botas militares, acompañado por sus atléticos bailarines con el torso desnudo, igualmente enfaldados, interpretar, pleno, libre, Déjate llevar: Te llevo, baby muévete, sin miedo ven, entrégate, y si te gusta, déjate amar y si esta bueno, no vamos a parar.

¡Hermoso!, exclamaron ellos y sobre todo ellas, a quienes poco o nada les importa el tipo de cama donde duerme, sueña y ama Ricky Martin, poseedor de un carisma que ya quisiera cualquiera de sus ex compañeros menudos.

Pantallas gigantes, ocho bailarines en escena, una tropa de músicos que la gozó, sobre todo, con las percusiones, armaron el reventón en grande para un público que bailó hasta sudar temas como Una mordidita, La Bomba, María, La copa de la vida, y Por arriba, por abajo.

Diez mil personas enamoradas hasta las manitas de un Ricky Martin que quedó a deber los temas románticos y sus clásicos, se quejó alguna que otra seguidora que añoró el concierto que el cantante ofreció hace algunos años en el Palacio de los Deportes, donde cantó mucho más tiempo y hasta las calmaditas.

Pero no importa, más que a escucharlo, a Ricky se le va a ver, ¡es tan hermoso!, dicen ellas y sobre todo ellos, los que bailan frente a todos sin pudores, abrazados, entre picoretes, durante la fiesta del boricua que hizo parecer que el mundo es así: sencillo, feliz y tolerante.