El cantautor uruguayo está en México para afinar detalles de Devenir, su disco más reciente
En entrevista, recuerda su primera visita al país, donde tiene vínculos de amor muy fuertes
Sostiene que la impunidad es un veneno letal de varias naciones y contra la que hay que luchar
No se debe detener la búsqueda de desaparecidos en AL, es algo que no borro para nada
Viernes 12 de junio de 2015, p. 9
Ni anclado al pasado ni a la nostalgia. El cantautor y guitarrista uruguayo Daniel Viglietti (Montevideo, 1939) se asume como hombre de memoria, un ser que cree en la renovación y en el futuro.
Considerado ya un clásico de la canción latinoamericana, canción humana
, como él la define, este hombre de hablar pausado y palabras concisas se encuentra en México, país que pisó por vez primera hace más de 40 años y el cual ocupa, asegura, una parcela muy importante en su corazón y sus emociones.
Es una visita exprés, en la que supervisa los últimos detalles para el lanzamiento de su disco compacto más reciente, Devenir, editado por el sello Pentagrama, como ocurre con toda su producción discográfica en nuestro país.
También confirma la próxima salida del tercer ciclo del programa Párpado, que se transmite por TvUNAM, en el que él mismo entrevista a diversos artistas, intelectuales y humanistas de esta región del continente.
Y, por último, como no deseaba irse de nuestra nación sin cantar, ofrecerá cuatro presentaciones en la Fonda San Ángel (Plaza de San Jacinto 3, San Ángel), las primeras este viernes y sábado, y las siguientes el 19 y 20 de junio, todas a partir de las 21 horas.
La charla de La Jornada con Daniel Viglietti es una excepción, gracias a un encuentro afortunado, pues el cantautor no concede entrevistas desde hace tiempo debido a su trabajo, sus viajes y sus andanzas.
Durante la hora de conversación se muestra tal cual es: generoso y entrañable, cálido y crítico, como sus composiciones, muchas de las cuales han dado voz a las diversas luchas sociales de la región.
De su relación con México recuerda que vino por primera vez en los albores de los años 70, invitado por Beatriz Allende, una de las hijas del presidente chileno Salvador Allende, para apoyar los actos en favor de ese país contra la dictadura de Pinochet.
A partir de ese momento se gestó un vínculo muy estrecho del uruguayo con esta tierra y su gente. Aquí, por ejemplo, en 1978, creó y presentó por primera ocasión un espectáculo de poesía y música al lado de su amigo y compatriota el poeta Mario Benedetti. (Este formato de presentaciones también lo aplicó con otros escritores, como Juan Caparry, Eduardo Galeano y Juan Gelman.)
No sobra mencionar las amistades que ha generado con diversos músicos y cantantes mexicanos, como Óscar Chávez, Amparo Ochoa, Judith Reyes, Salvador El Negro Ojeda, René Villanueva y Rubén Ortiz, artistas que se ha ocupado de difundir en aquella nación sudamericana en su programa radiofónico Tímpano, como ha hecho también con Eugenia León y Guadalupe Pineda, entre otros.
Para mí, hay vínculos de amor muy fuertes con México, por muchos momentos que he vivido, como la experiencia de la Cumbre Intergaláctica en Chiapas (organizada por los zapatistas), y también porque aquí tengo muchos seres queridos. Por eso este es un país que me duele. ¡Cómo no me va a doler todo lo ocurrido en este país, como Tlatelolco, Acteal, Atenco y ahora Ayotzinapa
, enfatiza.
Viglietti expresa su admiración por dos grandes mujeres
mexicanas. Una de ellas es Rosario Ibarra, a quien considera referente en el tema de los desaparecidos
, como lo es para Uruguay Luisa Cuestas, activa en esa lucha aun a sus 95 años.
La otra es la escritora Elena Poniatowska, de quien aprecia su delicadeza intelectual y por ser muy firme en términos ideológicos, muy leal a sus convicciones
.
Entre los temas abordados, el cantautor hace patente su convicción de que la historia no termina, ni hay fin de las ideologías, ni del pensamiento crítico. Tiene que haber transformaciones, no se puede aplicar el mismo modelo ni los mismos mecanismos siempre
.
También hace manifiesta su determinación por no estar anclado al pasado ni a la nostalgia, aunque precisa que eso no implica dar la espalda a la memoria.
Es algo que no borro, para nada. Hay mucha gente interesada en que el pasado nos aleccione para seguir adelante. Tenemos que trabajar contra la impunidad, una de las palabras claves en esta época que une a varias historias de diversos países; es un veneno letal, un cáncer de la sociedad
, explica.
Menciona al respecto la cuestión de los desaparecidos, la violación a los derechos humanos y las brutalidades que dejaron las dictaduras en Latinoamérica, así como la necesidad de no detener las búsquedas de los desaparecidos ni la exigencia de castigar a los responsables de cada gesto represor, de tortura o aniquilamiento.
Eso no es ni nostalgia ni melancolía. Es una exigencia de justicia y memoria, para que en el futuro no se reproduzcan esas situaciones, ni en Uruguay ni en ninguna otra parte del mundo.