La instalación de Luis Felipe Ortega y Tania Candiani representa al país en la bienal
los excesos del poder político
La obra Poseer a la naturaleza se sustenta en el estudio de los desagües del porfiriato a la actualidad, explica la curadora Karla Jasso
Es una propuesta arriesgada
, evalúa el artista
Viernes 5 de junio de 2015, p. 6
Venecia.
El pabellón de México montado en El Arsenal, que participa en la edición 56 de la Bienal de Venecia, es una gran sala rectangular en tabique que no obstante ser bella ha perdido los recovecos, la fragmentación del espacio, la intimidad y el peso de una arquitectura fuertemente significativa que había determinado la asistencia del país en Venecia hasta ahora.
Curiosamente la respuesta a este nuevo espacio ha sido desde la Bienal de Arquitectura del año pasado, la inserción de estructuras dispendiosas, inútilmente monumentales, que en este caso, como afirma la curadora Karla Jasso (1976), ha tenido el objetivo de transmitir un mensaje en apariencia contestatario como reflejo de los excesos del poder político en México, analizado a partir del estudio de los desagües en el país del porfiriato a la actualidad.
En su proyecto, la joven curadora con trayectoria en Laboratorio Arte Alameda, aborda un sinnúmero de temas que aportaron la base teórica para concebir la obra y pueden profundizarse ya sea en el copioso catálogo o a través del apoyo de objetos curatoriales que facilitan el mensaje a los visitantes, pues de otra manera difícilmente lo entenderían.
La instalación Possesing Nature (Poseer a la naturaleza), creada por Tania Candiani (1974) y Luis Felipe Ortega (1966), por invitación de Jasso tras un concurso abierto, es la primera obra que realizan en conjunto en la cual han tenido que negociar, decidir y cuestionar
la manera de resolverlo y les llevó siete meses de intenso trabajo, afirmó Candiani.
Se trata de una especie de inmenso biombo en fierro cuyo trazo asemeja un zig zag tornadizo recaudado del trazo en el mapa de los distintos pabellones que había tenido México hasta ahora.
Karla Jasso explicó a La Jornada cómo su interés ha sido “la manera en que el poder se ejerce frente al entorno, utilizando el principio de drenaje. La monumentalidad es el símbolo de la arrogancia del poder. Iconográficamente hablamos de dos ciudades (Venecia y la antigua Tenochtitlán cuando era un lago), de dos destinos. Poseer a la naturaleza –título de la muestra– significa someterla”.
Según Luis Felipe Ortega la obra no corresponde al prototipo de la idea que hay de la producción del arte en México. Pienso que se está generando una propuesta arriesgada, porque crea un espacio de capas que se van abriendo para mostrar una realidad compleja que para leerla implica un tiempo
.
Para ver montada aquí la pieza debe considerarse que han trabajado una cuarentena de personas y su mecanismo puede observarse subiendo unas escaleras: empieza desde fuera a partir de una bomba que succiona el agua de la laguna de Venecia, que entra en un tubo que la transporta a la estructura por donde corre hasta dar la vuelta y terminar de nuevo en su origen.
La pieza se completa con una proyección en el piso sobre un rectángulo similar a un espejo de agua, donde pasan imágenes de Tequixquiac, Xochimilco y Venecia eliminadas de su contexto, disfrutables como escenas acuíferas.
Diego Sileo, conservador del PAC (Pabellón de Arte Contemporánea) en Milán, donde ha sido cocurador de exposiciones como la de la serbia Marina Abramovic y la guatemalteca Regina José Galindo, y experto de arte latinoamericano contemporáneo, expresa su opinión a La Jornada: “El pabellón de México había sido siempre de mis preferidos, sobre todo con Teresa Margolles, pero siempre había mantenido un nivel artístico de primer nivel.
Sin embargo, este año me he encontrado con un proyecto débil, me esperaba una entrada importante considerando que México se ubicaba por primera vez en El Arsenal, algo de mayor empeño y sintonía con la poética tan marcadamente política de la muestra de Okwui Enwezor, teniendo en cuenta la generación de artistas estrepitosos que hay en México.
Maria Cristina Cepeda, titular del Instituto Nacional de Bellas Artes, afirmó para este diario que el costo del pabellón fue de unos 300 mil euros.