Pero sin éste, la muerte
mir Sader publicó ayer en estas páginas un excelente artículo intitulado No hay para todos, cuya clarísima redacción, como la de un cuento para niños, tiene la máxima eficacia en la comprensión del problema nacional (y mundial) que somete a la mayoría al hambre y sólo cumple con el derecho a la alimentación de una minoría intocada por una austeridad elevada en el neoliberalismo a categoría de supervivencia universal, sí, pero no de toda la humanidad y no sólo por el argumento de que lo que hay no alcanza (pues se destruyen más alimentos de los que se consumen), sino porque hambrear es un negocio político que tiene en México uno de sus exponentes más claros.
Una prueba contundente es que en este tiempo de campañas electorales, de por sí no equitativas por muchas otras razones de casi todos conocidas habiendo sido expuestas en estas páginas y en otros medios, el asunto del hambre toma una relevancia central y no tanto en los discursos prometedores que en su mayoría ya no logran esperanzar al pueblo, sino sobre todo en la concreción de algunos comestibles que los jefes de familia, hombres y mujeres votantes, pueden llevar a sus respectivas mesas durante el periodo prelectoral, entregando su voto a quien se los donó por ingenua lealtad o por amenazas virtuales como: Y ¿si no voto por X, qué me irá a pasar?, duda relevante en tiempos de desapariciones forzadas y homicidios impunes.
Pues la clase política neoliberal tiene perfectamente calculado que un pueblo hambreado, pero con credencial de elector, es la garantía para mantenerla en el poder con los hambreadores que saben soltar de manera oportuna y a cuentagotas lo que es legítimamente del pueblo… Mientras que éste, aunque no lo sabe a ciencia cierta, intuye el valor de su moneda de cambio y con esta intuición mal asentada en la conciencia los votantes pierden el pudor y se acercan por sí solos a los candidatos de todos los partidos durante las giras de campaña, para preguntarles abiertamente: ¿y tú qué me vas a dar?, encareciendo su voto en el mercado de la seudodemocracia mexicana que tiene sus propias reglas de juego.
Así, por ejemplo, a la candidata a delegada por Coyoacán del partido Morena, Bertha Elena Luján, le han llegado eventuales votantes con la misma pregunta, a la que ella responde con un a usted en lo personal no le voy a dar nada, pero a toda su comunidad todo lo que esté en nuestras manos
, sin que se pueda saber aún si esta honestidad moral le acarreará más o menos votos. Como sea, esta mujer de Ciudad Juárez, Chihuahua, contadora de profesión, ex contralora del Distrito Federal con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, ha preferido arriesgar –con la no compra de voluntades– su propia elección, en vez de competir usando las sucias reglas impuestas por la tradición partidaria de origen priísta, hoy ampliamente compartida.
El hambre inducida en el pueblo con mentirosos argumentos de oferta y demanda, endeudamiento e inflación, de somos muchos y lo que hay no alcanza a menos que se acepten los transgénicos y todos los alimentos chatarra nacionales y trasnacionales, es un crimen humanitario con el único fin de favorecer el negocio particular de la clase gobernante coludida con el capital trasnacional de la alimentación. Lo sabemos.
Pero el hambre impuesta por la brutalidad de un sistema de injusticia y de ilegalidad que empuja a sus víctimas a desaparecer físicamente renunciando a alimentarse, sacrificando lo último que les queda, su propia vida, para obtener un alto en la tortura, la prisión y el aislamiento total, donde los poderosos en turno creen que se les humilla cuando en realidad se elevan en dignidad por encima del gobierno inepto, corrupto e injusto en sus tres niveles, es un doloroso acto estoico.
El héroe o la heroína populares, como Nestora Salgado, sacrifican su vida por la de otro u otros, que no son todos pero son los mejores, esperando que recaiga sobre ellos la bondad de su sacrificio como reparación de daños históricos. En la otra acera, los monumentos oficiales dedicados a héroes nacionales recuerdan a una mayoría que nunca supo que estuvieron entre los peores cuando actuaron como invasores en guerras internacionales o como represores del pueblo en su propio país, una mayoría que nunca entendería que su sacrificio sólo iba a enriquecer a sus gobernantes.
Nestora: no entregues tu vida ahora, si las piedras son inconmovibles la justicia mexicana en sus tres niveles tiene intereses más sólidos y amalgamados que las piedras, tu sacrificio no logrará modificar una línea de los argumentos que te tienen encarcelada, aislada y torturada sicológicamente; todo ello está diseñado justamente para desaparecerte, no les des gusto, tu vida nos es indispensable como la de todos los que queremos un cambio de país, retoma el primer derecho humano que es el de alimentarse para vivir. Saldrás de ese infierno apoyada por millones de personas con quienes continuarás tu lucha. Si te dejas ir, muchas voluntades se irán contigo y todos perderemos.
A Nestora Salgado