esde hace décadas, pude encontrarme con Danielle Mitterrand, esposa del presidente de Francia durante 14 años, pues habito, gracias a mi matrimonio con el escritor Bellefroid, a menos de cien metros de su casa. Le hice una larga entrevista, nacida de nuestras pláticas, verificada por ella, para La Jornada Semanal. Antes de ser mayor de edad, fue resistente real y activa contra el nazismo, corriendo todos los riesgos que esto comportaba: un balazo o ser deportada a los campos de concentración. Cierto, se benefició de los privilegios de Mitterrand, ganados alguna vez en forma dudosa, ¿no recibió la Francisque otorgada por Pétain, cuando ella formaba, en esa misma época, parte de la resistencia? Privilegios utilizados, a veces contra la voluntad del presidente, para apoyar a kurdos, fotografiándose con clandestinos en suburbios parisienses, haciéndose amiga de Chávez, partidaria abierta del tercer mundo. Resistente de izquierda, no varió sus principios ideológicos, a veces olvidados por su marido, a quien empujó a visitar a Fidel cuando Mitterrand había perdido las elecciones presidenciales contra Giscard gracias al apoyo de Jacques Chirac, acusado por cierta derecha de izquierdismo.
Danielle visitó e invitó a intelectuales franceses a visitar a Marcos. Ocupó sus últimos años en un combate por el agua potable, cuyo agotamiento comienza a afectar, ahora, a los países del primer mundo
y emergentes
, cuyos habitantes ven encarecerse el precio de esa agua como si fuera oro –y pronto lo será si no se toman las medidas adecuadas para beneficiar al planeta entero. Madame Mitterrand sirvió acaso al juego político, calificado por sus admiradores digno de Maquiavelo, pero fue capaz de permitir, casi invitar, la presencia de la discreta Anne Pingeot y su hija común con François Mitterrand a su entierro.
Recuerdo esto en relación con la visita a Cuba de Hollande, actual presidente francés, quien en 2003 expuso en el Nouvel Observateur sus puntos de vista: régimen dictatorial de Castro: censor, dirige un país donde violan los derechos humanos, en suma: es un dictador.
Ahora, con el permiso implícito de Obama, va a Cuba, donde habla de su apoyo a un régimen de libertad y a las empresas francesas, sobre todo, mientras buena parte de la izquierda que lo eligió se separa de él a causa del olvido de sus promesas de candidato y, si no reprochan el viaje a Cuba, le reprochan defender la mayor libertad de los empresarios franceses en la isla, en una carrera tan tardía como desesperada por el intercambio comercial favorable a Francia contra Estados Unidos. Y, acaso para hacer creer en su neutralidad, dio la legión de honor al cardenal Ortega, clave en la liberación de los presos políticos.
Antes, sin la autorización de Estados Unidos, Danielle impulsó al presidente Mitterrand a recibir a Castro, a quien abrazó en la escalinata del Elysée ante la prensa mundial.
Medio siglo antes, De Gaulle sostuvo a Kennedy porque consideraba la crisis cubana
como parte de la guerra entre Estados Unidos y la Unión Soviética por la implantación de misiles, pero evocó la lucha de Castro por la libertad de su pueblo contra la dictadura de quien, su nombre olvidado y derrocado por Fidel, hombre que ha hecho historia
según palabras de Hollande ahora.
Tampoco se olvida el mano en la mano
de De Gaulle en México, donde propuso una alianza de ambos países contra la hegemonía estadunidense-soviética.
El olvido, como lo muestran las fotos de Stalin y tantas otras modificadas para la Historia, donde se borran amigos sospechosamente desaparecidos, es acaso un ejercicio al poder. Sin los olvidos de la memoria, ¿se puede seguir vivo? Se asesinan rivales, se tirotea contra la muchedumbre: el infierno y el poder son uno. Aquí y allá.
¿No dijo Lord Acton que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente
?
Harán todo para quedar en la Historia. Curioso deseo en quienes olvidan a menudo.