Libro de Agustín Ramos que aborda una rebelión otomí a finales del siglo XVIII
gran vitalidad indígena
Se adaptan, son flexibles, poseen inteligencia emocional, por eso permanecen; mucha de la resistencia que hay actualmente obedece a una herencia de los tlaxcaltecas y de los aztecas
, afirma
Domingo 3 de mayo de 2015, p. 2
La vitalidad indígena actual, luego de la destrucción de lo más grandioso del pueblo precolombino, se explica por su capacidad de ser muy flexibles y una gran inteligencia emocional, dice el narrador Agustín Ramos, a propósito de su recién publicada novela histórica Justicia mayor.
El libro, editado por Penguin Random House, aborda una rebelión otomí en las sierras de Tutotepec, a finales de siglo XVIII, en el actual estado de Hidalgo. Este desafío a los fundamentos de la dominación española, la religión y las leyes, fue aplacado por el capitán Pedro José de Leoz, secretario de la Cámara del Secreto de la Santa Inquisición y alcalde mayor de Tulancingo, conocido como el justicia mayor
.
De Leoz es un hombre ambicioso que quiere, como la gran mayoría de los españoles pobres que vienen a México, hacer fortuna. Por otro lado están los indígenas. Y los que él trata son los más desprestigiados por la historia de ese momento (...) Fray Bernardino de Sahagún habla de los otomíes, tratados y nombrados como bárbaros por los aztecas
, menciona Ramos en charla con La Jornada.
Esa etnia se enfrenta con la representación de un gran poder que ha destruido los ídolos, la religión, los reinos y todo lo grandioso que tenía el México precolombino, y demuestra mucha capacidad, si no de civilizarse, sí de ser muy flexible para entrar a pelear con las reglas de juego del opresor, lo cual también demuestra gran inteligencia emocional
.
Para el también ensayista, la capacidad de inventiva y de adaptarse a las situaciones más duras y extremas explica la gran vitalidad indígena
.
Resistencia silenciosa o civilizada
El colaborador de La Jornada Semanal menciona que las formas de rebelión de un indígena “a veces son el silencio u otras muy civilizadas, como la de los otomíes de retirarse al desierto y cultivar la pobreza, porque ahí nadie los va a codiciar: ni los aztecas, ni los mayas, ni los michoacanos, ni los narcos, ni el PRI, ni el PAN, ni el PRD.
Opresión e injusticia
El indígena se adapta al tiempo, por eso vive, permanece y es vigente. Mucha de la resistencia que hay actualmente obedece no sólo a los factores de terror o muerte que estamos viviendo, una reacción nuestra de sentido común, sino que también obedece a una herencia indígena, sin tratar de idealizarla, porque tiene sus asegunes: estamos hablando de los tlaxcaltecas y de los aztecas. Opresión e injusticia habían.
Por otro lado, continúa Ramos: “¿cómo es posible que siga habiendo Inquisición, que siga habiendo el dogma: ‘al rey no se le ataca’? Ahora no lo nombra dios, sino el voto popular, que es tan incierto como dios y a veces tan arbitrario por quien lo maneja. No tengo nada contra el Instituto Nacional Electoral, pero bien bien no me cae”.
El autor dedica su novela a los escritores Fernando del Paso, por su “empeño en abundar eruditamente en la historia con formidable capacidad de placer en la letra; a Vicente Leñero por ser un gran buscador de la realidad y de cómo decirla
; a Jorge Aguilar Mora, por lo que ha averiguado de las luchas de cultura, de géneros y de visiones en la Revolución mexicana, y a José Agustín, por ser quien me inició en el placer de la literatura, de la lectura y de la vida
.