Informe de país
Martes 24 de febrero de 2015, p. 26
Menos de un mes después de empezar su segundo periodo en el cargo, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, enfrenta una tormenta perfecta
. En el frente macroeconómico, un triple mazazo –resultados peores de lo esperado en las cuentas fiscales de 2014, alto riesgo de escasez de agua y apagones por problemas en el sector elétrico, y las implicaciones económicas de un escándalo de corrupción en Petrobras– afecta las expectativas para el resto del año. En la arena política, la presidenta enfrenta férrea oposición del gobierno y ha visto una fuerte caída en las encuestas de opinión.
Las dificultades macroeconómicas son más evidentes en el resultado fiscal de 2014. Aunque se esperaba un déficit primario (sin contar pagos de intereses de la deuda) por primera vez en casi dos décadas los resultados de diciembre fueron mucho peores de lo anticipado. El déficit primario fue de 0.6 por ciento del PIB, con lo que alcanzar la meta de un superávit primario de 1.2 por ciento en 2015 será una tarea cada vez más ardua para el recién designado ministro de finanzas, el ortodoxo Joaquim Levy. Brasil también reportó el peor déficit nominal (incluido el pago de intereses de la deuda) entre los mercados emergentes en 2014, de 6.7 por ciento del PIB, más del doble del déficit observado en 2013 (3.3 por ciento).
El triple mazazo
La inflación repunta por efecto de los esfuerzos del gobierno por realinear precios y tarifas congelados durante la campaña de 2013 para controlar presiones inflacionarias, luego de las manifestaciones que cundieron por el país. El Banco Central de Brasil (BCB) espera que los precios administrados, que representan 25 por ciento del índice de precios al consumidor, se eleven 10 por ciento en 2015, con lo cual crece el riesgo de que el tope previsto de 6.5 por ciento se rebase. Ya ocurrió una ruptura en enero de este año, cuando la inflación subió 1.2 por ciento en comparación con diciembre, lo cual llevó a más de 7 por ciento el incremento global de precios en los 12 meses pasados.
Para complicar las cosas, la escasez de agua y el riesgo creciente de racionamiento eléctrico en el sureste del país, donde hay gran concentración industrial, dañan las perspectivas de crecimiento. A consecuencia de estos problemas y de las duras medidas de ajuste que se aplicarán –resultados fiscales de 2014 implican que el paquete fiscal de Levy necesitará añadir hasta 2 puntos porcentuales del PIB para alcanzar la meta fijada–, 2015 se proyecta como un año de recesión.
Por consiguiente, The Economist Intelligence Unit revisará su pronóstico de crecimiento del PIB de un superávit de 0.5 por ciento a un déficit de 0.5. Sin embargo, el racionamiento de energía podría causar un descenso mayor, dependiendo de la extensión de los cortes, y existen riesgos adicionales a la actividad, asociados con la controversia de Petrobras.
Petrobras es con mucho la empresa más grande del país y es un eje en las cadenas de de producción y suministro. Los problemas de la compañía ya se han desbordado hacia el sector de la construcción y es probable que causen más daño a otros, a través de una intrincada red de proveedores y de empresas ligadas a otras que tienen nexos con la petrolera, hasta llegar al sector financiero. Por tanto, el escándalo de Petrobras plantea riesgos sistémicos a la economía brasileña. La dificultad de cuantificar estos efectos en cascada ha puesto al país en estado de parálisis: la extrema incertidumbre detiene los negocios, retrasa los flujos de inversión tanto interna como externa, y daña el sentimiento del consumidor. La falta de confianza del consumidor se ha reflejado en exiguas cifras de ventas al menudeo en los dos meses pasados.
El sentimiento general ha dado un giro más hacia lo peor. Encuestas recientes levantadas por Datafolha han mostrado que más de 80 por ciento de los brasileños prevén que la inflación continuará subiendo este año. Asimismo, más de 70 por ciento creen que el desempleo se incrementará y los salarios decrecerán. Es la primera vez en una década que la confianza ha decaído tanto. Resulta revelador que la popularidad de Rousseff se ha desplomado. En apenas tres meses, su tasa de rechazo ha ido de alrededor de 24 a más de 40 por ciento. Más de la mitad de la población la hace responsable de los problemas de Petrobras, y no cree que sea capaz de manejar las consecuencias del escándalo. Los llamados a un juicio político han ganado impulso, aunque esa posibillidad sigue siendo remota.
Presidenta acorralada
En el frente político, Rousseff parece acorralada. Por primera vez desde que el Partido de los Trabajadores (PT) asumió el poder, en 2003, las tasas de aprobación del gobierno han caído al punto más bajo en la mayoría de las regiones del país, incluso el noreste. Durante mucho tiempo considerada la base principal de votantes del PT, el noreste es una de las regiones más pobres, y de las que más han sentido el impacto de los programas sociales adoptados desde que el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-10) asumió el cargo, hace 12 años. El principal partido en la coalición gobernante de Rousseff, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), parece estar volviéndose contra ella: uno de sus mayores adversarios políticos, Eduardo Cunha, legislador del PMDB, ha sido electo líder de la Cámara de Diputados y está armando la tremolina sobre las medidas de ajuste fiscal. La presidenta ha pedido auxilio a Lula, su mentor político, pero existen signos crecientes de que las relaciones entre ambos son más tensas que antes. Además, el fuego amigo
de su propio partido, el PT, en particular por las medidas de ajuste fiscal, contribuyen a aislarla. Riesgos crecientes y liderazgo débil son la peor combinación que Brasil podría haber enfrentado en esta desafiante encrucijada.
Economist Intelligence Unit
Traducción: Jorge Anaya