na Plaza de Armas de generosas dimensiones, con esbeltas palmeras que se yerguen entre los jardines; en el centro, un primoroso kiosko de hierro forjado del ocaso del siglo XIX. La rodean un sobrio templo de una sola torre construido con grandes piedras y el magnífico palacio municipal de principios del siglo XX, edificado de ladrillo. Es de dos plantas en estilo neoclásico, con un gran portón enmarcado por varios arcos, que sostienen ventanales con balcón corrido y un frontón triangular. El interior luce un amplio patio con bella arquería. El cubo de la escalera muestra un mural con la historia del pueblo.
En otro costado de la plaza se suceden los característicos portales con arcos, ocupados por pequeños comercios: la nevería, la farmacia, un café y demás. En la contraesquina se levantan bellas casonas virreinales, una de las cuales alberga la Casa de Cultura.
Esta plaza es el corazón de El Fuerte, hermosa ciudad sinaloense de antiguas raíces. Merecidamente ostenta la designación de Pueblo Mágico, ya que mantiene en excelente estado su rico patrimonio cultural, en el que sobresale la arquitectura muy bien restaurada y con buen mantenimiento. Esto lo destaco porque hemos visitado varios poblados que presumen ese mismo nombramiento y tienen su patrimonio muy descuidado.
Otro de los atractivos de la ciudad es el Museo del Fuerte. La construcción de piedra ocupa lo alto de una pequeña colina, recuerdo del que originalmente bautizó la ciudad. En la parte de abajo se exhibe una colección de arte popular, elaborada por los pueblos indígenas de la zona; hay fotografías que muestran las fiestas, tradiciones y vida cotidiana de los yoremes. La vista desde las azoteas permite apreciar la fertilidad de la zona, bañada por el caudaloso río Fuerte y el agua de tres presas, que han convertido la región en una de las más productivas del país.
La ciudad la fundó en 1564 el capitán español Francisco de Ibarra con el apelativo de villa de San Juan Bautista de Carapoa. El nombre actual se deriva de la fortificación que construyó el capitán criollo Diego Martínez de Hurdaide.
La cuenca del río Fuerte guarda inumerables muestras de su pasado prehispánico. Recientes investigaciones han determinado que la zona ha sido habitada desde hace 10 mil años. Hay evidencias de que el grupo yoreme ocupó la región y son los autores de los interesantes petrograbados que se aprecian en gran número.
Son alrededor de 45 piedras que en conjunto muestran más de 100 grabados, cuya antigüedad se calcula entre 800 y 2 mil 500 años. Un sitio de particular interés es el cerro sagrado de la Máscara, que al paso de los siglos se convirtió en un sitio de encuentro de los sabios de distintos grupos indígenas que vivían en los alrededores. Se habla entre otros de: totorames, tahues, comanitos, ahomes, huites, chinipas y los cinaloa, que habrían de dar su nombre a la entidad.
Esta interesante información nos la brinda el libro sobre El Fuerte, que escribió Ernesto Parra Flores, culto profesor que desde hace más de 20 años preside la Corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana. Al frente de un entusiasta grupo de seminaristas
lleva a cabo una trascendente labor cultural, que ha redundado en el rescate de importante patrimonio.
En reciente visita a dar unas conferencias, además de disfrutar la belleza de la ciudad tuvimos oportunidad de saborear su gastronomía. Generosos y hospitalarios, en distintas casas de El Fuerte y de Angostura, degustamos los chicharrones de pescado, callos, ceviche, machaca, panela fresca, papa
, que es una original receta con carne asada, papa y queso Chihuahua. El cronista Cresencio Montoya nos ofreció una suculenta mariscada en la que convivían camarones, jaibas, calamares, langostinos (cauques) y toda una fauna marina.
Otra sabrosura sinaloense es el pan; al borde de la carretera se ubican los panaderos con sus hornos y ofrecen recién hechos una deliciosa variedad de panes, empanadas y rosquillas. Queda uno invitado a regresar.