El inacabable discursear
¿Qué queda de la Constitución?
Clase política sonámbula
Virgilio, sin facultades
refundar México, pues lamentablemente es un
país desbaratadoFoto Roberto García Ortiz
scenario fastuoso (el Teatro de la República, en Querétaro), clase política estelar (la República está reunida
, se decía pretenciosamente a partir de una frase de aquel José López Portillo caído luego en canina desgracia histórica) y la inacabable capacidad de simulación, vanagloria y desatino de los oficiantes en turno del discursear de espaldas a la realidad.
¿Qué queda de la Constitución emanada de un movimiento social armado que pretendió beneficiar a las masas populares, cuando hoy la nación está puesta más que nunca al servicio de las élites locales y extranjeras? ¿Cómo conmemorar lo hecho por un Constituyente que tenía un intransigente mandato social tras de sí, cuando ahora tres pandillas de aprovechados cambiaron cuanta letra constitucional importante pudieron, todo a su contentillo y a título de un pacto
tejido en las penumbras? ¿Sigue siendo la Constitución la Carta Magna
del país, el contrato social que permite a los mexicanos medio aspirar a vivir en paz, con armonía, seguridad y progreso?
Pero allí estaba Enrique Peña Nieto en el centro del muestrario de trajes y corbatas, de lujo y ambiciones, confundiendo la magnificencia arquitectónica y el peso histórico del lugar con sus reformas estratégicas
diseñadas para vaciar a la Constitución de los enunciados y los límites que durante décadas habían permanecido cuando menos con sentido indicativo. Con sus reformas, decía el político de Atlacomulco en un Querétaro tomado por fuerzas federales para darle seguridad, se da certeza y rumbo al país. Quien desee asomarse al México de las próximas décadas sólo tiene que voltear a ver el texto constitucional
.
Allí mismo, en ese foro cupular, los opositores
que le flanquean a título de empleados del mes (o de los meses en que les toca presidir las cámaras federales donde Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa ejercen el verdadero poder), perredistas corresponsables de lo que EPN ha hecho con el país, se permitieron la libertad sólo retórica de algo retobar. Disentían (un poco) Miguel Barbosa, chuchista en lo esencial, aunque ya no milite en esa corriente y le mantenga pleito faccioso, y el futuro gobernador de Michoacán a cuenta de Los Pinos, el amalista Silvano Aureoles. La crítica leve como mecanismo de reacomodos y nuevas ganancias a negociar. La fraseología popular
como coartada y posicionamiento para futuros golpes a asestar.
Otros serían los discursos, las posturas y las preocupaciones de esa clase política sonámbula si sus pomposos miembros se asomaran de verdad y palparan el México de profunda insatisfacción que en parte se expresa en marchas, manifestaciones, congresos y redes sociales, pero que mayoritariamente observa y maldice en silencio, o solo entre los suyos, harto de cinismos, injusticia y delincuencia ejecutada o permitida desde lo institucional.
Allí estaba, por ejemplo, el secretario de la disfunción pública, Virgilio Andrade, dando inmediata marcha atrás a las indicaciones presuntamente tajantes de su jefe Enrique para investigar si éste mismo, su esposa y su cerebro tras el trono habrían incurrido en conflicto de intereses al hacerse de algunas residencias en tratos con íntimos contratistas. Tal como casi todo mundo lo suponía nomás con ver su cuasicómica aparición en el foro de la tragedia mexicana de la grandísima corrupción, el funcionario de los caireles vaciladores carece de facultades, es decir, no cuenta con el andamiaje jurídico que le permita sino simular que investiga, aunque a fin de cuentas su encargo es el de exonerar, no ir a fondo ni castigar los escándalos inmobiliarios que en otros lares ya habrían mandado a los funcionarios gananciosos a inmuebles menos lujosos, con decorado especial de rejas.
A quien lo puso en el cargo no podrá Virgilio investigarlo, pues la compra de la casa en cuestión se realizó cuando el mexiquense era gobernador (y Andrade sólo ruletea hoy en ruta federal); a la señora esposa tampoco, pues ni servidora pública es, como en su momento televisivo lo hizo saber con enjundia, y a Luis Videgaray, pues, hombre, es su actual padrino político, miembro de la cofradía ex Itam, amigo querido al que no se puede hacer la trastada de quitarle lo que residencialmente (también) ha ganado con el sudor de su firma en los contratos Higa.
No es necesario esperar a que pasen décadas ni atenerse a un retrovisor para ver lo que el peñismo va haciendo con el país. Ayer mismo, por dar otro ejemplo, se sabía de los golpes y amenazas contra el director editorial de El Mañana de Matamoros, a quien hombres armados habían secuestrado en la redacción del diario que ha ido publicando la información de muertos, secuestros, atentados, enfrentamientos y demás ingredientes de la cotidianidad agravada del Tamaulipas ardiente. Y en las pantallas de los cines, para demostrar impunidad y cinismo, la propaganda arbitraria del verde partido de las cuatro mentiras, como marco de referencia para valorar la legalidad y legitimidad de las próximas elecciones.
Contra ese proceso comicial se volvieron a manifestar en Chilpancingo los padres y familiares de los 43. Si estos no aparecen, aseguraron, no habrá elecciones en Guerrero, pues sería convalidar los poderes criminales que se incrustan en los partidos. Luego de esa manifestación que incluyó el paso lento, obstructor, por la Autopista del Sol (ante la advertencia federal del uso de la fuerza para desalojar cualquier plantón sobre esa carretera), se inauguraron los trabajos de la Convención Nacional Popular en la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa. Y en la ciudad de México se presentó la Constituyente Ciudadana y Popular, que agrupa a organizaciones y personas de origen diverso en busca de una nueva letra constitucional en el país. Y, mientras hoy le conceden a Marcelo Ebrard un derecho de audiencia respecto a un caso mediáticamente ya cocinado y judicialmente enderezado, ¡hasta el próximo lunes!
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