a victoria lograda ayer por la coalición de la izquierda radical (Syriza, por su abreviatura en griego) en las elecciones de esa nación debe verse como consecuencia directa de los devastadores programas de austeridad, recortes y sacrificios impuestos a la ciudadanía helénica por sucesivos gobiernos –tanto socialdemócratas como de derecha declarada– desde inicios de esta década y diseñados en instancias supranacionales: la llamada troika formada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Europea (CE) y el Banco Central Europeo (BCE).
Aunque el Ministerio del Interior griego informó oficialmente que los triunfadores no consiguieron la mayoría absoluta de escaños en el parlamento, es claro que el país mediterráneo se encamina a un viraje en la política económica y, especialmente, a una nueva actitud ante las instancias monetarias europeas: frente a la total sumisión del actual primer ministro Andonis Samarás, líder de la derechista Nueva Democracia, el dirigente de Syriza, Alexis Tsipras, ha ofrecido renegociar la deuda griega desde una postura de dignidad y soberanía, y a partir del principio de suspender los pagos y condicionar su reanudación a una recuperación de la economía nacional y a la renegociación de los plazos e intereses.
Asimismo, los ganadores de la elección se han propuesto realizar una auditoría sobre la deuda pública y poner fin a las políticas de extrema austeridad impuestas al Estado y a la sociedad por la troika europea.
Tales planteamientos no pueden considerarse rupturistas desde ningún punto de vista. Syriza ha enfatizado su voluntad de mantener al país dentro de la eurozona y adherido a la Unión Europea (UE). Sin embargo, la victoria de esta formación se realizó a contrapelo de una campaña de lodo emprendida tanto por las derechas neoliberales locales como por gobernantes, funcionarios y medios informativos de Europa, que no han tenido empacho en bombardear a la opinión pública con señalamientos alarmistas, según los cuales votar por esa formación de izquierdas equivalía a un salto al vacío
y a llevar a Grecia a la ruina total.
En realidad, el salto al vacío ha sido la aplicación de programas de ajuste en el sur de Europa –España, Italia, Portugal y Grecia– que han arrasado con políticas sociales, han dejado intactos capitales y grandes fortunas y han endosado el costo de la crisis al grueso de la población asalariada y a los pequeños empresarios.
La victoria de Syriza pone sobre la mesa la inviabilidad de tales políticas y abre la posibilidad de que formaciones políticas similares, como Podemos de España, adquieran impulso social y electoral para confrontar las devastadoras directrices neoliberales aplicadas para hacer frente a la crisis económica causada por el propio modelo neoliberal.