Nacidas para ganar.
Las mujeres en el deporte
El papel de las mujeres en las diferentes disciplinas deportivas es cada vez más notorio. Sin embargo, aún persiste un dejo de inequidad debido a la existencia de prácticas sociales que impiden el acceso pleno de las mujeres al deporte de alto nivel, entre ellas, actitudes machistas por parte de sus propios compañeros que en algunas ocasiones son más difíciles de evadir que sus propios rivales.
Leonardo Bastida Aguilar
“No, no, imagínate, donde te gane una mujer ahí si ya... Ya es el colmo, mejor que se vaya a la cocina. A la cocina que a los coches”, respondió el piloto mexicano de Fórmula 1, Sergio “Checo” Pérez, a la pregunta de si le gustaría tener a una mujer como compañera de equipo, en referencia al debut de Susie Wolf como piloto de pruebas de la escudería Williams.
En 2008, el entonces delantero del club de futbol San Martín de Porres, Roberto Silva, reconoció que le afectaba “tener una persona mujer en un ambiente de mucha testosterona”, esto al referirse a las más de 20 árbitros profesionales que en aquel momento pitaban en la Primera División de Perú.
Incidentes similares han ocurrido con otros jugadores de fútbol como Juan “Chiquito” Flores, portero del equipo Atlético Minero de la segunda división peruana de futbol, quien mandó a la cocina a la árbitro Melany Bermejo tras pitar en contra de su equipo, o el ídolo del fútbol mexicano Cuauhtémoc Blanco, quien le gritó “¡ponte a lavar trastes!” a la árbitro Virginia Tovar cuando estuvo en desacuerdo con una decisión de la nazarena.
La aprendiz de jockey de caballos Elizabeth Garrido, quien intenta ser la segunda corredora de caballos profesional en México, ha señalado que su presencia en el Hipódromo de las Américas aún genera cierta incomodidad en jinetes hombres, pues algunos le han comentado que por ser mujer no podía dedicarse al hipismo. Estos comentarios no parecen raros para un deporte casi exclusivo de hombres y en el que hasta 2001 pudo incorporarse, por primera vez de manera profesional, una mujer.
Olimpia sólo para hombres
Los primeros eventos deportivos se llevaron a cabo en la antigua Grecia en la ciudad de Olimpia. De allí que tomaran el nombre de Juegos Olímpicos y su función social era que hubiera una tregua sagrada antes, durante y después de su celebración. Aquellos ganadores eran venerados como héroes en sus ciudades locales. Sin embargo, este privilegio estaba reservado para los hombres. En el mundo griego de la antigüedad, la mujer podía acceder a la cultura física para que sus descendientes tuvieran una mejor dotación física, pero no para competir con sus semejantes.
Algunos cronistas refieren que hubo algunas excepciones en disciplinas ecuestres porque los dueños de los caballos eran hombres y la victoria se les adjudicaba a ellos. Sin embargo, las mujeres que participaron en estas competencias eran descendientes de la realeza o sacerdotisas.
En otros lugares del mundo, como Mesoamérica, la participación de las mujeres en el juego de pelota, la actividad lúdico-sagrada por excelencia, fue más una excepción que la regla. En la zona maya, sólo en Yaxchilán se han encontrado fragmentos de estelas en las que se representa a mujeres como participantes en el juego. Sin embargo, en ninguna de éstas son parte activa del encuentro, sino más bien de la ceremonia.
De Olimpia a París
La tradición olímpica se extinguió con la imposición del imperio romano sobre los griegos. Pasaron más de dos mil años para que un aristócrata francés, Pierre de Coubertain, impulsara el resurgimiento de la fiesta olímpica. La primera edición fue en Atenas, en 1896. De los 241 atletas participantes, ninguno era mujer y ninguna disciplina tenía una categoría femenina.
Ya en 1900, en la segunda edición olímpica, celebrada en París, se permitió competir a las mujeres en tenis, vela, golf y criquet, aunque no en competencias oficiales. Y en Estocolmo 1912 se permitió a las mujeres competir en natación, aunque sin reconocimiento alguno.
Fue hasta 1920 que se crearon las primeras categorías femeniles olímpicas en los deportes anteriormente mencionados. Ocho años más tarde, en Amsterdam 1928, se permitió a las mujeres competir en atletismo. Cuarenta años después, en la inauguración de los Juegos Olímpicos de México 1968, Enriqueta Basilio se convertiría en la primera mujer en encender una flama olímpica. La acción se repetiría en Sidney 2000, cuando la velocista Cathy Freeman ejecutara la acción en conmemoración del centenario de la participación olímpica femenina.
Lejos parecen aquellos años en que las mujeres no pasaban de una decena en las justas deportivas. En gran parte de las disciplinas profesionales y olímpicas, hay categorías femeninas y masculinas. La última inclusión fue el boxeo en la pasada justa veraniega. Caso contrario es que en nado sincronizado y gimnasia rítmica, no hay categorías masculinas. A pesar de esto, las mujeres representan 45 por ciento del total de participantes de la máxima fiesta deportiva.
Disputa de género en el deporte
El deporte como producto moderno nació masculino, refiere en entrevista Samuel Martínez, investigador de la Universidad Iberoamericana, quien explica que en la Inglaterra del siglo XIX se comenzaron a gestar los deportes como los conocemos hoy en día para permitir el relajamiento de las actividades productivas y recrear o renovar las energías. Algunos de ellos fueron el futbol, el box, el polo, el hipismo, el rugby y el atletismo.
Para el coordinador de textos como Fútbol-espectáculo. Cultura y sociedad, el deporte es una tecnología social que como tal, sirve para reproducir a la sociedad en la que se crearon dichos deportes. En el caso del deporte contemporáneo, se creó en una sociedad capitalista y parlamentaria, por tanto, reproduce valores de esa sociedad como la competencia, la búsqueda de la excelencia o del mejor rendimiento, el apego a reglas, la no violencia y el respeto al contrario.
Asimismo, considera el especialista en ciencias sociales y deportes, las disciplinas deportivas tienen una carga de género desde su origen y siempre ha sido un terreno de disputa política.
Esto debido a que para las mujeres, desde el siglo XIX, conquistar espacios en diferentes terrenos, entre ellos el deportivo, ha sido una lucha que aun no termina de concretarse, explica. “Todos los deportes pueden ser vistos como espacios de tensión o de batalla por parte de las mujeres en una expresión cultural inventada por los hombres”.
La realidad es que, hoy en día, los deportes masivos son masculinos. Ejemplo de esto, comenta Martínez, es el fútbol, pues los partidos serios son los de las categorías masculinas. Además, sólo se toma en cuenta al mundial masculino como el espacio donde se juegan las disputas nacionales porque en la cancha hay hombres adultos.
Para el académico, un elemento fundamental para la construcción de la mirada masculina que tenemos del deporte son los medios de comunicación ya que el lenguaje deportivo es inconscientemente masculino y siempre se habla en este género como consecuencia de que el deporte está inmerso en una cultura en la que el machismo es parte de sus valores.
Sin embargo, afirma, esta visión no corresponde con la sociedad actual porque el empoderamiento de las mujeres es muy importante. Incluso en países como México y en una sociedad como la nuestra, posmoderna, equitativa y con garantías de derechos, algunos deportes comienzan a promover la equidad en franco ceñimiento a los nuevos tiempos.
Existen otros deportes como el beisbol o el box que, asegura, no han tenido tanta repercusión del poder femenino, lo cual ha significado inequidad en materia de manejo de coberturas mediáticas y acceso a recursos.
La situación no es extraña, indica, pues se debe tomar en cuenta que las mujeres no tienen más de 100 años de haber iniciado su camino hacia los puestos de poder mientras que los hombres han estado desde hace 100 mil años.
Por esa razón, calificó como un gran avance el surgimiento de categorías mixtas de competición en disciplinas como el tenis o los clavados, ya que significa que hombres y mujeres tienen las mismas condiciones para competir a la par, enviando un mensaje saludable para el deporte, educando a las audiencias y a las personas. “Falta que otros deportes más populares tengan esa postura y muestren un cambio”, asevera.
Campeonas olímpicas
Para México, la historia olímpica ha estado a favor de los hombres. Desde el debut de la comitiva mexicana en Juegos Olímpicos, la mayoría de las preseas han sido conseguidas en las categorías masculinas. La edición de 1968 fue la excepción. La florista Pilar Roldán obtuvo la plata en su especialidad, convirtiéndose en la única mujer, hasta ese momento, en ganar una medalla en aquella histórica actuación de la delegación mexicana que respondía en su calidad de anfitriona con nueve metales.
El nuevo siglo trajo consigo un nuevo panorama para el deporte femenino. En los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, la pesista Soraya Jiménez ganó oro en su categoría a pesar de las desatenciones por parte de las autoridades mexicanas hacia su persona, denunciadas por ella misma a través de los medios de comunicación. Así, la halterofilista hacía historia al ser la primera mexicana en ganar una competencia de este calibre.
En la ciudad cuna el olimpismo, Atenas, en 2004, la velocista Ana Gabriela Guevara, con amplias expectativas y un enorme interés mediático a su alrededor, consiguió plata. A su éxito se sumó el de la ciclista Belem Guerrero, plata, y la taekwondoin Iridia Salazar, bronce, quienes consiguieron en conjunto tres de las cuatro preseas obtenidas en la máxima fiesta deportiva.
De manera rápida llegó el primer triunfo para México en Beijing 2008, las clavadistas Tatiana Ortiz y Paola Espinosa lograron el bronce en la fosa de clavados en la categoría de sincronizados. Pasaron casi dos semanas para que la bandera nacional ondeara en la capital china, María del Rosario Espinoza conseguía la segunda medalla de oro para una mexicana en tae kwon do. Tres de las cuatro medallas logradas por México fueron en categorías femeniles.
La fosa de clavados en Londres 2012 fue testigo de la segunda medalla olímpica de Paola Espinosa, quien junto con Alejandra Orozco obtenía la plata en clavados sincronizados. Días más tarde, la también clavadista, Laura Sánchez, obtenía bronce en la piscina. La sorpresa llegó con las arqueras, Aída Román y Mariana Avitia, quienes obtuvieron plata y bronce en tiro individual con arco. La historia se volvería a hacer presente cuando la taekwondoin María del Rosario Espinoza lograra su segunda presea olímpica, en esta ocasión de bronce.
En la calificada como la mejor actuación de México fuera del país en justas olímpicas por las siete preseas ganadas, incluida la de fútbol masculino, cinco metales llegaron por el esfuerzo de mexicanas.
Así, en los últimos cuatro ciclos olímpicos, México ha obtenido nueve medallas en las categorías masculinas y 11 en las femeninas. Para Martínez, estos resultados no tienen nada de sorpresivo sino más bien son un síntoma de que las mujeres, al tener condiciones culturalmente adversas, desarrollan más destrezas y habilidades. Los hombres tienen más ventajas y se mueven en una esfera de confort, en cambio, las mujeres están en constante lucha por su condición de género, lo cual, las hace desarrollar otras habilidades y obtener mejores resultados. |