e acuerdo con un comunicado de la Casa Blanca, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dijo ayer, en el contexto de una reunión con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, que es necesario un cese al fuego inmediato en la franja de Gaza, aunque insistió en que cualquier solución duradera al conflicto israelí-palestino debe asegurar el desarme de grupos terroristas y la desmilitarización
de ese devastado enclave levantino.
De forma significativa, tales afirmaciones tienen como telón de fondo la ruptura, por parte de Tel Aviv, de una tregua declarada la víspera, con el pretexto de responder a supuestos lanzamientos de misiles desde Gaza a territorio israelí. La situación en el enclave palestino llevó al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas a convocar a una reunión para atender una crisis en la que, de acuerdo con funcionarios de ese organismo, se estarían cometiendo crímenes de lesa humanidad por Israel.
Es necesario, en efecto, que la comunidad internacional emplee los recursos a su alcance para concretar un alto al fuego inmediato en Gaza, antes de que se multiplique una cuota de muertes y de destrucción material que resulta de por sí desgarradora y cuyas víctimas han resultado en su mayoría civiles inocentes, a pesar de la sofisticación de un sistema bélico israelí que se presenta como inteligente
.
Pero las expresiones mencionadas, en voz del presidente estadunidense, son un ejemplo de la doble moral característica de Washington en lo que se refiere al añejo conflicto de Medio Oriente. En primer lugar, las peticiones formuladas al gobierno de Tel Aviv para lograr un alto al fuego contrastan con la reacción que ha tenido Estados Unidos ante otros conflictos en la región. Recuérdese, como botón de muestra, la actitud que Washington asumió para justificar su intervención en Siria: luego de financiar veladamente a los grupos opositores a Bashar Assad, argumentó precisamente la comisión de crímenes de lesa humanidad por parte de Damasco.
En el caso del enclave palestino, tal actitud es más grave si se toma en cuenta que los crímenes que Israel ha cometido han contado con abierto respaldo militar y financiero de la Casa Blanca y el Pentágono. Como se ha documentado en estas páginas (La Jornada, 16/7/14), el gobierno estadunidense ha otorgado a la fecha unos 121 mil millones de dólares a Israel en apoyo económico y castrense; la administración Obama, por su parte, ha solicitado más de 3 mil millones de dólares para asistir militarmente a Tel Aviv tan sólo en el año fiscal 2014, monto que fue aprobado en su totalidad por el Congreso. No es excesivo afirmar, por tanto, que buena parte de las bombas que llueven en estas horas sobre Gaza han sido pagadas con recursos de los contribuyentes estadunidenses.
Por último, es falso que cualquier solución duradera al conflicto israelí-palestino debe asegurar el desarme de grupos terroristas y la desmilitarización de Gaza
. La solución duradera no llegará en la medida que Israel se niegue a acatar la legalidad internacional y a devolver los territorios palestinos ocupados a sus legítimos dueños. Si el compromiso de Washington con la paz en Medio Oriente fuera algo más que un gesto de relaciones públicas, ello tendría que traducirse, cuando menos, en un retiro del apoyo de ese gobierno a Tel Aviv y en la adopción de sanciones ejemplares contra ese régimen. En la medida en que esto no ocurra, es previsible que se profundicen las muertes en Gaza y las expresiones de encono antisraelí y antiestadunidense en el mundo árabe y en amplios sectores de la opinión pública internacional.