Testimonio de la madre de una víctima de la conflagración
Jueves 5 de junio de 2014, p. 9
Hermosillo, Son., 4 de junio.
Héctor Manuel Robles Villegas es uno de los 106 niños que sobrevivieron al incendio en la guardería ABC, ocurrido el 5 de junio de 2009; ha sido sometido a terapias sicológicas para aceptar la vida con un cuerpo que sufrió quemaduras en 60 por ciento, y hasta ahora 17 cirugías que no culminarán hasta que tenga más de 21 años.
Tenía tres años y tres meses cuando ocurrió el incendio y fue el segundo en ser trasladado, un día después, al hospital Shrinners, en Sacramento, California, donde le han realizado las intervenciones quirúrgicas y tratamientos, sin cobrarle un peso.
Para él ha sido difícil la aceptación; hacerlo como quedó ha sido muy difícil. De hecho todavía vamos a terapias, él con otros niños de la guardería; lo más difícil para él es que lo viera la gente. Los primeros dos años fueron los más difíciles, se escondía en público, pero desde hace dos años dio un giro su autoestima, ya se aceptó
, narra su madre Adriana Guadalupe Villegas Yánez.
Ahora, de ocho años de edad, cursa segundo de primaria en un colegio en Hermosillo, pero poco recuerda de lo ocurrido y prefiere no dar entrevistas; es su madre quien explica todo lo que ha enfrentado.
A Héctor lo dejé 10 minutos antes de las 11, porque yo entraba a las 11 y media a trabajar; cuando lo dejé lloró mucho, no se quería quedar; si hubiera sabido lo que venía después, no lo dejo
, expuso.
Señaló que su esposo lo recogía todos los días a las 14 horas, pero ese día se le hizo tarde y llegó a las 14:50, cuando ya ocurría el incendio, y nadie sabía a qué hospital se lo habían llevado luego de que varios niños fueron rescatados por vecinos, trabajadores de una gasolinera y algunos integrantes de cuerpos de rescate.
“Yo lo encuentro el viernes hasta las siete de la tarde, un sobrino supo en el hospital CIMA que iban a trasladar a dos niños a la clínica Licona (ambos en Hermosillo) y él se fue para allá; cuando llegó al niño ya le habían hecho aseo quirúrgico y él lo reconoció por la nuca.
“Héctor tiene la cara injertada en 70 por ciento, tiene la frente y el lado derecho hasta atrás de la oreja. Mi sobrino lo reconoció en el (hospital) Licona, me llamó y me dijo: ‘vente, porque hay tres familias que dicen que es su niño’; cuando llego y me preguntan, ‘¿es su hijo?’, les dije que por el perfil lo reconocía”.