E
ste estudio proporciona evidencia de que un individuo con un sexo genético masculino puede embarazarse y dar a luz a un niño sano
, concluyen M. Poláková y sus colaboradores del Centro de Medicina Reproductiva de Praga en un artículo publicado hace menos de un año, en noviembre de 2013, en la revista checa Ceska Gynecol. Hasta ese momento se habían reportado al menos 15 casos de embarazos exitosos en condiciones análogas. Si bien lo anterior puede no ser motivo de sorpresa para los especialistas en este campo, si lo es para la mayoría de las personas que han sido educadas bajo la creencia –equivocada– de que el sexo se define por los cromosomas sexuales (46, XX las mujeres, y 46, XY los hombres).
Desde el siglo pasado se describieron dos condiciones en las cuales las personas se desarrollan con un fenotipo (apariencia externa y caracteres sexuales) femenino y desde el punto de vista sicosexual como mujeres, en presencia de un arreglo de sus cromosomas sexuales típicamente masculino (46, XY). Estas dos condiciones o síndromes son la disgenesia gonadal, o síndrome de Swyer, y el síndrome de insensibilidad a andrógenos (AIS, por sus siglas en inglés), a los cuales me he referido aquí en varias ocasiones, pues son casos que ilustran con gran claridad cómo el sexo biológico en los humanos se resiste a la simplificación y no puede ser explicado por los esquemas médicos y científicos convencionales.
El síndrome de Swyer es particularmente interesante, pues ya no está limitado sólo a las consideraciones típicas de la reversión del sexo y sus efectos en la anatomía o el género, sino que desde hace pocos años ha podido ingresar a un territorio que antes estaba vedado a las personas con un sexo genético masculino: La reproducción, es decir, la capacidad de embarazarse y dar a luz niños saludables. Esto ha sido posible por la combinación entre los avances del conocimiento sobre este síndrome y en las tecnologías de reproducción asistida.
Se trata de una condición rara, pues se presenta un caso en 30 mil personas. A pesar de tener cromosomas sexuales típicamente masculinos y carecer de ovarios, estas mujeres tienen órganos sexuales externos femeninos y poseen útero y trompas de Falopio, de tal manera que pueden ser estimulados mediante terapias hormonales.
Desde que en 1984 Lutjen y sus colegas mostraron que mediante la fertilización in vitro empleando óvulos donados era posible lograr y mantener embarazos hasta su término, esta técnica se ha convertido en una práctica común en las clínicas de reproducción asistida. Surgió así la posibilidad de que este procedimiento pudiera utilizarse en personas con el síndrome de Swyer las que, como muchas otras mujeres, deseaban embarazarse (la donación de óvulos está indicada en los casos de infertilidad como consecuencia de fallas en la función ovárica, como en el ovario poliquístico, la insuficiencia ovárica, la menopausia precoz o el cáncer del ovario).
De este modo, a partir de 1990 empezaron a aparecer los reportes con resultados exitosos en este síndrome que incluyen embarazos repetidos y nacimientos de gemelos.
El modelo convencional indica que el elemento decisivo en la diferenciación sexual (el proceso que lleva a que el embrión humano tome una ruta de desarrollo masculina o femenina) es un gen localizado en el cromosoma Y conocido como SRY. Si bien en los reportes clínicos a los que he hecho referencia no se profundiza en el estado en que se encuentra este gen (es decir, si tiene algún defecto o mutación), se sabe que en el síndrome de Swyer el SRY se encuentra afectado solamente en 15 a 20 por ciento de los casos y en el resto es normal.
Como quiera que sea, la gran capacidad reproductiva en estas mujeres echa por tierra de manera definitiva y contundente la idea de que las personas con un arreglo de cromosomas sexuales masculino no puede embarazarse y tener sus propios hijos.