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Los grandes problemas nacionales
U

n ejercicio sumamente interesante se llevó a cabo en la Universidad Nacional Autónoma de México durante el coloquio denominado Los grandes problemas nacionales, coordinado por el doctor Héctor Vasconcelos, acto en el que participé en la mesa Movimientos Migratorios. La finalidad del coloquio era comparar la situación actual con la descrita por Andrés Molina Enríquez en el libro del mismo nombre, Los grandes problemas nacionales, publicado en 1906, diagnóstico que se convirtió en la agenda de la Revolución Mexicana. El autor llamó a uno de los capítulos El funesto error de la importación de maíz americano, explicando que al romperse el equilibrio entre la nueva industria fabril y la producción de maíz se había decidido importar el grano de Estados Unidos y con ello, no sólo se perdió la autosuficiencia alimentaria, sino que se despojó a los campesinos de la posibilidad de vivir de su trabajo, cuya consecuencia fatal fue la emigración. Es muy interesante el énfasis que hace Molina Enríquez acerca de la importancia que tiene el grano para el país, pues constituye la base principal de la alimentación de la población mexicana, como lo demuestra palpablemente la cocina nacional.

No es extraño que el proyecto nacional, sobre todo a partir de la administración del presidente Lázaro Cárdenas, buscara superar los grandes problemas descritos por Andrés Molina Enríquez. Gracias a ello el país iniciaría un periodo de crecimiento y bonanza, modelo llamado genéricamente estado de bienestar. El Estado co­mo promotor del desarrollo orientó su gasto a la creación de obras de infraestructura económica y social, impulsó a sectores estratégicos, entre los cuales la reforma agraria sería clave para el desarrollo del país. Y por supuesto hay que decir que el proyecto educativo del presidente Cárdenas sería la piedra de toque para la transformación del país.

Una consecuencia trascendental fue la reducción de los flujos migratorios hacia Estados Unidos pues los diversos proyectos productivos podían absorberlos. Eso explicaría, en gran parte, que cuando Estados Unidos se encontró apremiado de mano de obra tuvo que firmar el llamado Programa Bracero (1942-1964).

El modelo empezó a agotarse desde finales de los años 1960 y la alternativa propuesta por los siguientes gobiernos, hasta nuestros días, fue aplicar el neoliberalismo, cuyo resultado 30 años después es bastante decepcionante. Una decisión muy cuestionada fue la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (1993), pues profundizaría la subordinación a Estados Unidos al verse negativamente afectados prácticamente todos los sectores de la economía mexicana.

En un resumen apretado podemos decir que estamos en la actualidad con un sector agrícola devastado, la balanza comercial es deficitaria en maíz y frijol, con subsidios a la baja, en tanto que en Estados Unidos se incrementan sin pausa. Situación que explicaría el poco honroso segundo lugar de México como importador mundial de alimentos (Manuel Villa Issa). Una inversión extranjera directa, la que supuestamente sería clave para desarrollar al país como la denominada green field, que muestra una clara tendencia decreciente y finalmente, una política industrial que no es tal, pues gira en torno a la maquila que se sostiene en una flexibilidad laboral que genera un mercado interno deprimido. No es extraño comprobar que casi 60 por ciento de la población se encuentra en pobreza. Consecuencia, el corredor migratorio más importante del mundo es el de México-Estados Unidos.

Las reformas estructurales propuestas por Enrique Peña Nieto lo único que harán será subordinarnos más a los intereses extranjeros, muy especialmente a los de Estados Unidos, y de esta forma alejarnos del desarrollo, que sigue siendo la asignatura pendiente por excelencia.

La situación actual es peligrosamente parecida a la descrita por Andrés Molina Enríquez en 1906, condiciones que, no debería olvidarse, provocaron una revolución social.