Beck
Franz Ferdinand
ifícil es reprocharle algo al brillante angelino Beck Hansen, músico de gran capacidad para mutar, desde hace 20 años, de un estilo a otro, de un talante musical a otro, de un sentimiento a otro, con soltura, calidad y gracia. Y menos cuando edita un nuevo disco, tras ocho años de supuesto retiro (tras otro bastante bueno, sin embargo mal tratado por prensa y seguidores: el sicodélico Modern Guilt, 2008). Su solo estreno de temas es ya sinónimo de alegría, sobre todo si se trata del luminoso Morning Phase (2014), su doceava entrega de estudio: uno de los regresos fonográficos más relevantes del año, con todo y sus cuitas y dislates.
Tras una lesión en la espina dorsal, también ocurrida en 2008, Beck se mantuvo indispuesto durante años, sin poder hacer shows aislados ni giras. Así que se dedicó a producir a otros: Charlotte Gainsbourg, Thurston Moore, Stephen Malkmus. También armó el Record Club, una serie de grabaciones en directo (audio y video) a covers de álbumes enteros (ya fuera de Velvet Underground o INXS, por ejemplo), interpretados por reconocidos músicos de todos los frentes. En 2012 editó en libro de partituras el álbum sin grabación sonora Song Reader y remezcló a Philip Glass para el compilado Rework.
En el camino, Beck buscó frenar su ansiedad y neurosis, mediante la elaboración a fuego lento de nuevas canciones, que a decir de él mismo y al oído de todos es pieza compañera
del Sea Change (2002), una de sus más deslumbrantes obras. Si bien esto es buen referente, también se topa con la dificultad de la comparación: Morning Phase queda aún por debajo. Con todo, su quietud folk y melancolía de ascendencia setentera (le debe mucho al Harvest de Neil Young, 1972, sobre todo en temas como Say Goodbye y Country Down), alumbran por sí mismos.
A diferencia de Sea Change, donde la ruptura amorosa lo llevó a elevar el dolor hasta lo sublime, aquí la búsqueda de la paz personal es invocada de diversas maneras, hasta casi alcanzarla, de modo que al terminar el disco, la sensación es de quietud y optimismo, tal como ocurre cuando uno recién se despierta descansado, esto es: en fase mañanera. Se le oye cantar en dos diferentes temas: Necesito encontrar a alguien que me enseñe cómo jugar suave, y sólo dejarme ir
; “…si sobrevivo y no lucho contra esta ola, no me hundiré: sólo me dejaré llevar”.
La guitarra acústica domina el terreno sonoro, con esos viejos tintes de country ya recurrentes en Hansen. Los sintetizadores que alguna vez le llevaron por caminos lúdicos en Oddelay (1996), Mutations (1998) y Midnight Vultures (1999), aquí son puestos al servicio de la atmósfera melancólica, hasta el punto de crear todo un paisaje vaquero-cósmico-bucólico, envuelto en una producción llena de ecos y volatilidad. Las cuerdas suntuosas a lo Serge Gainsbourg de Sea Change son aquí aplacadas y aplicadas a momentos específicos, destacando la enorme Wave y las bellas Unforgiven, Don’t let it go, Blackbird Chain o la instrumental Phase.
Sin embargo, aunque cada canción por sí misma es una chulada, algo pasa que en conjunto, se vuelve monótono. No hay contraste sino una sola línea. Si bien es un disco hermoso y dulce, de pronto la línea divisoria se pierde y a ratos pareciera estarse escuchando la misma canción o la multi-relaboración de The Golden Age del multicitado Sea Change. Es inevitable sentir a un Beck agotado en chispa e ideas, aunque como se dijo ya, otorgando una factura irrefutable, pues oficio sí que tiene.
En febrero, dijo a la revista Mojo: “Me tardé en volver porque llegué a un punto en el que dije: ¿acaso ya fui
? ¿Aún es bueno lo que hago? Estaba seguro de que aún tenía más que ofrecer pero… ¿era necesario?” Yo le contestaría: “Te admiramos y sí que eres necesario… siempre que recuperes esa vieja inventiva que sorprendía, esa originalidad sin inseguridades, esa locura desatada, antes de que el sobre-pensamiento de las cosas te atrapara”. Amén.
Marillion. Esquizitos + Pellejos
1. Hoy (20 horas) y mañana (19 horas), desde Glasgow: Franz Ferdinand. Aunque desde 2004, el cuarteto escocés fue harto sobrevalorado, con el tiempo (y por encima de muchos que integraron esa llamarada nu-post-punk-disco-funk-rock) logró sostener un lugar en la historia del pop-rock. Ya de salida, pero crucial para nostálgicos recientes. Palacio de los Deportes, $370 a $715.
2. También hoy y mañana, virtuosos del rock-prog sin moda, los ingleses de Marillion, con Steve Hogarth en las voces (donde antes Fish). Siguen los originales Steve Rothery, Mark Kelly y Pete Trewavas. Hoy en Pepsi-Center (Dakota s/n, Nápoles), 20 horas, $250 a $1100; mañana en el Metropolitan (Independencia 90, Centro), 19 horas, $430 a $1025.
3. Los Esquizitos y su locura surf-garage cumplen 20 años. También: la inteligencia insolente de Pellejos. Alicia (Cuauhtémoc 91-A, Roma). 20 horas, $100 (más conciertos: www.patipenaloza.blogspot.com)
Twitter: patipenaloza