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Adiós, papá grande
Para bailar bien hay que bailar sin sofoco, instruyó Gabo a Silvia Lemus
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Gabriel García Márquez y su esposa Mercedes Barcha, en imagen de 1975Foto Ap
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En Bogotá, una persona sostiene un ejemplar de Cien años de soledad, novela cumbre del autor, con una flor, mientras rinde homenaje al creador del mítico Macondo, en el centro Cultural Gabriel García MárquezFoto Xinhua
Periódico La Jornada
Sábado 19 de abril de 2014, p. 5

La amistad entre Gabriel García Márquez (1927-2014) y Carlos Fuentes (1928-2012) obsequió a los lectores momentos inolvidables, como el homenaje que juntos organizaron a Julio Cortázar en 1994, para recordar al gran Cronopio a 10 años de su muerte, además de sus varias visitas a la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.

Al conocer la noticia de la partida de Gabo, la periodista Silvia Lemus, compañera de Fuentes, compartió con La Jornada el siguiente recuerdo:

“Cuando pedí a Gabriel que me firmara Cien años de soledad, estábamos en un café de la Zona Rosa, el Tirol, y escribió: ‘Silvia, soy yo, Gabo’. Años después, casada con Carlos Fuentes, coincidimos con él y Mercedes en Venecia, también estaban Carmen y Álvaro Mutis, no hablaban entre ellos de literatura, hacían recuerdos y bromas, pero sí discutían los problemas críticos de la política del país en turno.

“Hablaban de cine y tenían un gran anecdotario. Era una delicia estar a su alrededor. Una vez bailando en la calle frente al restorán La Vitrola, en Cartagena, con Gabo, gran bailarín, mientras daba pasos y movía los brazos muy despacito, me dijo: ‘Para bailar bien hay que bailar sin sofoco’.”

Pesadilla de Penélopes

“A Carlos –prosigue Lemus– lo llamaba Fontacho. Siempre se quisieron. Cuando se publicó Los años con Laura Díaz me dijo, como para que yo se lo dijera a Fuentes, tenían pudor, estoy leyendo la novela y tu marido es un gran escritor. Y en otra ocasión, que él le daba su apoyo para el Nobel.

“Cuando faltó nuestro hijo Carlos me llamó de larga distancia, oí su voz: ‘No puedo decirte nada’, sollozamos y colgamos. Mercedes, Rodrigo, Gonzalo, Gabo, son cuatro y son uno, elegantes, discretos, humanos, divertidos, cariñosos, siempre estarán juntos. Los queremos.”

En junio de 1988, Gabriel García Márquez publicó en estas páginas un texto titulado Carlos Fuentes dos veces bueno dedicado a su amigo. Por decisión del Nobel colombiano fue de nuevo presentado por La Jornada cuando falleció el autor de La región más trasparente, el 15 de mayo de 2012.

En esas líneas, Gabo narra que su amistad con Carlos Fuentes, que es antigua, cordial, y además muy divertida, se inició en el instante en que nos conocimos, por allá por los calores de agosto de 1961 (...) nos han ocurrido tantas cosas raras, estando juntos en tantos lugares diversos, que si alguna vez escribiéramos nuestras memorias respectivas, los lectores se van a encontrar con páginas intercambiables. En ambos libros estará sin duda el capítulo más deprimente de nuestras carreras, hace muchos años, cuando un director de cine nos hacía deshacer todos los días el trabajo del día anterior, para rehacerlo otra vez al día siguiente, sólo porque él necesitaba retrasar el comienzo de la película para atender otro compromiso previo. Esa pesadilla de Penélopes literarios no sólo consolidó para siempre mi admiración y mi afecto por Carlos Fuentes, sino que había de inspirarme más tarde el viaje solitario del coronel Aureliano Buendía, que hacía y deshacía sus pescaditos de oro.

Los cien años de Gabo

A finales de diciembre de 1993, García Márquez y Fuentes decidieron destinar el monto de las becas que el gobierno mexicano les otorgó como creadores eméritos, para fundar la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar en la Universidad de Guadalajara, y así rendir un homenaje más a un colega con el que también los unió una sólida y larga amistad.

En 2007, cuando en Cartagena de Indias, Colombia, los participantes en el cuarto Congreso Internacional de la Lengua Española rindieron homenaje al autor de La hojarasca, quien acababa de cumplir 80 años, no faltó la voz del amigo Fuentes, quien calificó la novela Cien años de soledad como el Quijote americano y de Gabo comentó: Es trasatlántico, es español, es hispanoamericano, piensa y escribe en español, aunque se reconoce en el rostro del mundo. Hoy comienzan los próximos cien años de Gabriel García Márquez.