Peña: mal, mal, mal
n los círculos de poder crece una preocupación: Enrique Peña está bajando en las encuestas de opinión. En los tres trimestres pasados no ha dejado de caer la aprobación y de subir la desaprobación. Lo peor es que la ciudadanía tiende a rechazar sus principales propuestas. El deslizamiento negativo se revierte brevemente después de golpes espectaculares (Elba Esther Gordillo /Chapo), pero al poco continúa la baja. Los encuestadores, casi siempre parciales al gobierno, están revelando baja aprobación y creciente desaprobación. En Mitofsky, Buendía y Laredo, Parametría y Reforma aparece también una muy baja calificación al equipo y a las tareas concretas. La calificación de la gestión es muy baja, 5.5 en Reforma; según Buendía y Laredo la aprobación presidencial ha caído a 42 por ciento, menos de 10 puntos que cuando inauguró. Los voceros de Peña rechazan los resultados. No se necesita ser un gran encuestador para saber que el gobierno está haciendo mal su trabajo.
Si comparamos el gasto de publicidad gubernamental creciente y desbordado con los resultados, podría pensarse que van a correr a sus asesores. No lo harán ni cambiarán su política endémica de simulación. Parece que la gente no tiene ya el respeto atávico por la figura presidencial. La desaprobación es razonable: la gestión de Peña no ha significado una mejoría en la condición de vida de la mayoría y sí parece orientada a reducir nuestra soberanía económica y política. El manejo de la seguridad y de la economía es reprobado por la mayoría de los encuestados. Las reformas fiscales son ineficaces, crece el gasto burocrático y aumentan las cargas y la presión contra los contribuyentes. En una época recesiva, la propuesta de AMLO de reducir el gasto corriente y eliminar el suntuario hubieran hecho innecesarias nuevas cargas.
Que por primera vez un presidente mantenga rangos de desaprobación importantes y crecientes en sus primeros meses de gestión pareciera indicar un cambio importante en la capacidad de reacción de la opinión pública en México. No hay duda de que en los regímenes de Fox y Calderón las cosas fueron muy mal, pero la gente les siguió dando el beneficio de la duda prácticamente hasta el final.
Interesantes también son las consecuencias de tal debilitamiento. Salvo una crisis devastadora difícil de imaginar, el sistema seguirá operando y quizá tenderá a endurecerse. Los grupos del círculo del poder se realinearán y el manejo de la sucesión presidencial se volverá complejo. Podría haber una ventaja para el movimiento progresista que empieza a emerger. Se trataría de una gran oportunidad, porque el proyecto del PRIAN parece derrumbarse.
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