El limón, sí, y algo más
Estómago subordinado
Alimentos: 24 mil mdd
l elevadísimo precio del limón trae de cabeza a un país en el que ese fruto se utiliza prácticamente en todo y para todo. Quienes pagan el desbarajuste son los consumidores, desde luego, pero las autoridades se dicen preocupadísimas
por esta situación y utilizan cualquier cantidad de justificaciones para explicar
por qué el cítrico se expende carísimo (alza cercana a 600 por ciento en apenas tres meses, de acuerdo con la CNC), al tiempo que lanza feroces amenazas
en contra de los productores –los que obtienen la rebanada más delgada del negocio–, aunque trata con pinzas a las grandes comercializadoras, las cadenas de supermercados.
Es tan sólida y está tan bien organizada la autoridad del ramo, que el incremento en el precio de un solo producto la ha puesto a parir, y transcurridos tres meses no da pie con bola. Las justificaciones van desde la presencia de una plaga (dragón amarillo
la llaman) hasta la violencia en Michoacán, uno de los principales estados productores del cítrico, pero lo cierto es que las organizaciones de productores lo han dejado en claro: son los grandes especuladores los que han presionado el precio al alza, y no sólo lo han hecho de manera exitosa sino en las narices de la siempre vigilante autoridad.
Cierto es que Michoacán es uno de los principales productores del cítrico (el tercero en orden de importancia), pero no es para tanto, pues el volumen que aporta representa alrededor de 22 por ciento del total nacional. De hecho, por arriba de esta entidad se encuentran Veracruz y Colima, y por debajo, aunque no muy alejados, Oaxaca y Yucatán. En conjunto concentran 80 por ciento de las más de 2 millones de toneladas anuales que de sus dos variedades se producen en territorio nacional. Y aún si fueran correctas las versiones de la violencia y/o de la citada plaga, ellas ni de lejos justifican un aumento de 600 por ciento en el precio.
Como bien ha señalado El Barzón, el incremento en el precio del limón es provocado; se debe a la especulación del producto que se ha desatado en el mercado, que podría extenderse a otros alimentos, como la manzana y el frijol, por lo que se debe frenar esta burbuja inflacionaria. Los comercializadores y distribuidores han querido justificar esta situación con mentiras, pues no son las condiciones de producción del limón lo que ha disparado su costo al consumidor
.
En fin, el país vuelto loco y con el grito en el cielo por el cada día más elevado precio del limón, mientras nadie hace caso o de plano finge demencia sobre la creciente cuan peligrosa importación de alimentos, que sólo en 2013 significó una salida de divisas cercana a 24 mil millones de dólares (equivalente al presupuesto anual de la SEP y un pico más), en una nación que no hace mucho producía prácticamente todo lo que ahora adquiere en el exterior, cítricos incluidos.
Es entendible el enojo por el elevadísimo precio del cítrico y la enorme dependencia que el gusto mexicano tiene del limón –entre ellos el de quien esto escribe–, pero sin duda alguna más peligroso resulta que cada vez se produzcan menos alimentos internamente y se importen más. Un dato que ilustra de qué se trata es que poco antes de que entrara en vigor el TLCAN, México importaba 10 por ciento de los alimentos que se consumían en el país. Poco más de dos décadas después, esa proporción creció a, cuando menos, 50 por ciento de lo mucho o poco que se sirve en las mesas de los mexicanos.
Y algo más: en 1994, año de arranque del TLCAN, México importó alimentos por alrededor de mil 800 millones de dólares; en 2013, por igual concepto, la adquisición en los mercados internacionales se aproximó a 24 mil millones de dólares, un incremento cercano a 300 por ciento entre una fecha y la otra. El año previo (1993) a la entrada en vigor de dicho tratado, México importó maíz por un total de 70 millones de dólares; en 2013, casi 2 mil 100 millones, o lo que es lo mismo, alrededor de 3 mil por ciento de diferencia.
Con la intención, según dicen, de atemperar la actual crisis del limón, las siempre atentas autoridades mexicanas han amenazado con importar el producto, aunque cierto es que de tiempo atrás se adquiere en los mercados internacionales. Sin embargo, no se abocan a encontrar soluciones tangibles y de largo plazo para rehabilitar al campo mexicano y lo que en él se producía, porque todo lo arregla
con importaciones (allí está el caso del maíz), mientras el campo nacional se mantiene postrado.
En este contexto, sólo en el primer año del nuevo
gobierno se erogaron alrededor de 24 mil millones de dólares para adquirir alimentos en los mercados internacionales, monto que debe sumarse a los cerca de 200 mil millones de billetes verdes que salieron, por igual concepto, durante la docena trágica panista (Fox y Calderón, por si alguien lo ha olvidado). Lo mejor del caso es que de Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto, todos los inquilinos de Los Pinos han prometido rescatar al campo
, hacerlo productivo
y beneficiar a los campesinos
. Obvio es que lejos de ello, cada vez importamos más alimentos, el campo mexicano produce menos y los campesinos sobreviven en la miseria.
Las cifras más recientes del Inegi (cierre de 2013) revelan que México importó alrededor de 4 mil millones de dólares en carnes y despojos comestibles; 2 mil millones en leche, lácteos, huevo y miel; cerca de 600 millones en pescados, crustáceos y moluscos (en un país con 11 mil kilómetros de litorales); mil 100 millones en frutas y frutos comestibles; 4 mil 300 millones en cereales; 3 mil 600 millones en semillas y frutos oleaginosos; mil 500 millones en grasas animales o vegetales; mil millones en azúcares y artículos de confitería, y así por el estilo.
Espeluznante balance, pero ¡cuidado!, que según los enterados lo único que está en crisis (por plagas y/o violencia, pero nunca por especulación) es el asunto del limón (precio y producción), porque en Michoacán algo pasa
, con todo y que el cítrico se cultiva y se cosecha en otros 26 estados de la República.
Las rebanadas del pastel
¡Felicidades!, mexicanos aguantadores, que la tasa oficial de desocupación abierta en el país se redujo
de 4.85 a 4.65 por ciento entre febrero de 2013 e igual mes de 2014. En números cerrados lo anterior quiere decir que en ese año en promedio se generaron 14 puestos de trabajo por día, contra los no menos de 3 mil 300 requeridos. A ese paso, tal vez para el siglo 300 quede resuelto el lacerante problema de la desocupación en el país.
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