n cuadro falso o un objeto falso como los que muchos hemos visto con frecuencia cuando se nos solicita una simple opinión sobre su autenticidad
siempre tienen como meta, por parte de quien los posee, la intención de hacerlos pasar como si estuvieran generados por la firma o iniciales que los acompañan. El caso más sonado y prolífico es Frida Kahlo y ni siquiera vale la pena reiterar las decenas de ocasiones en las que nos hemos topado con ellos, sea directamente a través de un libro, cuyas tapas supuestamente pintó por distracción, sea a través de indagaciones de galerías y museos o bien cuando tienen lugar exposiciones como la magna muestra de 2007 en el Palacio de Bellas Artes. Estos productos con frecuencia se muestran acompañados por certificaciones realizadas en ocasiones por las mismas personas que los generaron, otras veces son copias o versiones iconográficas realizadas por diversión, o a modo de homenaje, que poseedores alternos quisieron convertir en productos de la pintora. La leyenda consabida es que el objeto, dibujo o carta permaneció por décadas medio olvidado en una bodega o archivo muerto hasta que un descendiente del propietario lo descubrió por casualidad. Este tipo de casualidades
han solido involucrar trabajo encomendado a personas intachables, que de buena fe han prodigado su tiempo en realizar pesquisas. Aclaro que no me encuentro entre ellas, pero conozco directamente a algunas. Además, como se sabe, incluso se han publicado libros armados de falsos fridas.
La pretensión del artista Gabriel de la Mora en mancuerna con el reconocido investigador del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas Franciso Reyes Palma es resulado de una sonada exposición y dio lugar a a un libro conciso, muy bien editado: Originalmente falso, presentado hace poco tiempo en el Museo Tamayo, con la intervención de Mariana Pérez Amor, que como directora junto con Alejandra Yturbe, de la Galería de Arte Meicano, custodia uno de los más amplios repertorios de falsos kahlos. El libro en cuestión en realidad corresponde a una vena más del arte conceptual y no tiene nada que ver con mociones falsificatorias, excepto en sentido conceptual, etá referido en términos generales a la apropiación física de la materia de un falso reconocido de Gabriel de la Mora, quien desde hace tiempo se ha convertido en coleccionista de falsos con la ayuda de instituciones, galerías y personas que, en lo individual, con gran satisfacción han contribuido a implementar su proyecto, que tuvo antecedentes en el reciclamiento de pinturas viejas, no necesariamente falsas, sino intrascendentes, que el artista convirtió en obras contemporáneas. Algo similar hizo hace tiempo Franco Manterola.
La intención de Gabriel es la creación de supuestos originales a partir del material genuinamente falso. De modo que con una o dos excepciones se trata de reconstrucciones a partir de deconstrucciones que conllevan, digamos que en su sustancia o composición, elementos directa o indirectamente vinculados con la falsificación genuina, ya se trate del material, ya de la encapsulación transferida del falso a otro estrato, ya de la parafernalia de elementos, pegostes, indicaciones, etiquetas, hasta certificados, reales o falsificados, vinculados con determinada obra que en el caso de la portada del libro está referida a un falso clausell, y es un collage muy bien urdido que estéticamente sobrepasa su condición de creación conceptual a partir de una falsificación.
Como dice el autor Reyes Palma: El arte genuino, como el falsificado, se sustenta en elaborados procesos de subjetivización
. Es cierto, porque lo artístico (como quiera que denominemos al proceder que da origen a la obra de arte genuina o copiada) implica una ficcionalidad sin fronteras
, lo cual quiere decir que el imaginario del autor queda libre para representar lo que sea y como sea. Añade: “Lo falsificado también… de ahí su inusitada proliferación exponencial”, dado que la oportunidad
exacerba el deseo, digo yo parafraseando al autor con la intención de matar víbora en viernes. Pero el artificio de la falsificación sin duda está limitado, pues, para que funcione como falso real
tiene que contar con dos condiciones. La primera es ser susceptible de parecerse algo a las obras realizadas por quien en un cierto momento dio origen a los falsos, como sucedió con el virtuoso
falsificador Elmyr de Hory, quien llegó a exhibir sus obras tipoescuela de París
en esta ciudad con el afamado galerista Antonio Souza.