antasma negro que se blanquea en el teatro de la imaginación mediante un desasirme del mundo cotidiano. Travesía soñada de intervalos de paños evaporados musicalizados operísticamente, en el campo sensible de la ilusión. Hasta que desaparece el vacío brutal y es compañía desde que madre me envió al mundo y la transparencia perdedora se convirtiera en instrumento.
Mientras los ganadores en medio de regocijo y gran cachondeo dimensionan en el más allá; Incansable orgía derramando alegría rica en champañas y alcoholes, aviones y yates, triunfadores por dondequiera. Nadie los vence en la esfera del baile penemisil. A golpes atrevidos reforman y consiguen omnipotencia y mando, los miman mujeres y arrastran los hombres: Calígulas modernos en la carrera triunfal a todo se atreven y dan brillo y relieve de castillitos de luces de colores al orbe en general. Burlones, jocosos y picantes son prepotentes y tienen a la República por escenario, al son de carcajadas estilo Santa Claus, que resuenan hasta la luna, para apagar al sol y parir un hijo del sueño y la noche con valor temerario.
Los perdedores fríos y masoquistas sin atender ningún reproche ni queja, el Olimpo abandonan sin recelo y llegan al globo terráqueo, dejando por gusto el cielo, bajan a los infiernos con velitas navideñas y palomones, por puro amor al arte diabólico. Volar de una estrella y un confín a otro confín, conducidos por la morena que deja su huella donde pisa.
Miran enloquecidos el poder de las turbas camarales. Revueltos torbellinos, gente cumplidora con su sino de trabajar y joderse, resignadamente, con mucha resignación cristiana, para que el nuevo dios pueda inspirarles más resignación, mientras higiénicamente se desayunan tacos de canasta y los domingos un tamal, sanforizado con refritos, que dan la energía necesaria para bañar de sangre solares, jardines, mares y ríos. Los barcos de rojo se pinten y llenen de estrellas. Entibien el fuego con que encender al mundo, luces de bengala, piñatas y chinampinas. Antes de que los explotados, berrendas ovejas, nos rindamos al vacío, droga y juego televisivo. Sólo oración por la causa, prueba de mi amor infinito por sí mismo. Resignación, resignación…
Que el mundo se vuelva carnaval, gracias a nuestros rezos, nadie sepa qué máscara tapa otra máscara y otra. Huellas de memoria que el tiempo va probando, al fin que todos vivimos disfrazados y sin respeto a la conciencia. En última instancia, ¿para qué diablos darle vueltas al redondel, si toca joderse? Bajo el disfraz del misterio que es magia y mayor gloria. ¿Con quién, dónde, cuándo, cómo? No lo sé, pero lo adivino. Vamos en brazos del destino llamado morena sufridora…