Opinión
Ver día anteriorLunes 16 de diciembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Petróleo, mentiras y cinismo
U

n representativo personaje del viejo régimen, cuando el PRI aún presumía de fiel a la Revolución, el diputado Manlio Fabio Beltrones, con fama de duro y misterioso, siempre amenazante y dado al uso de términos y frases crípticas y al lenguaje enigmático, para asombro de muchos pronunció una frase que ejemplifica el estilo de política capciosa que prevalece en el Congreso mexicano y, en general, en los círculos de los poderosos; pronunció, cuando trataba de justificar ante la prensa el apresuramiento y desaseo del proceso legislativo en materia de energéticos lo siguiente: Que nadie se atreva a mentir.

Lo anterior lo dijo con cara de palo, con voz calmada, pero acentuando teatralmente la palabra atreva, en forma intimidante, muy al estilo de su antiguo jefe y maestro Fernando Gutiérrez Barrios.

Que nadie se atreva a mentir; pareciera que advierte a todos que ese es un privilegio que se reservan los coordinadores legislativos, la oficina de prensa de Los Pinos o los voceros de priístas y panistas que no han dejado de hablar sobre el tema; los demás, los que opinamos que con las reformas se entrega el país y se compromete su soberanía, no debemos mentir. Por supuesto, no es nuestro estilo, pero, según la amenaza, tampoco opinar, ni escribir, ni gritar, ni aporrear vallas metálicas; a todos, los que me vean, los que no me vean y los que se hagan disimulados, sólo les toca, como dijo el virrey aquel: callar y obedecer.

Recuerdo al diputado, cuando era subsecretario de Gobernación y recibió, ya al oscurecer, a varios dirigentes del partido en que milité, el PAN de entonces, que apenas iniciaba en esa reunión la pendiente de arreglos y complicidades en que ahora va encarrerado, sin posibilidad de detenerse o dar marcha atrás.

Censuramos entonces la actitud de los dirigentes que negociaban con el gobierno y el PRI; fue Jorge Eugenio Ortiz Gallegos, panista de la vieja guardia, integrante después del Foro Democrático, quien denunció en ar­tículo firmado esas primeras reuniones, definiéndolas como algo hecho en lo oscurito. Había aún pudor en no confesar abiertamente ni al público en general ni a los militantes del PAN lo que se empezaba a cocinar: de esas reuniones salieron poco después las concertacesiones, las cartas de intención para allanar el camino a la perversa cláusula de gobernabilidad y, de ahí en adelante, pactos, transas y arreglos entre PRI y PAN.

Las mentiras que le hacen a Beltrones levantar la ceja no son de la oposición a las reformas recién aprobadas; se necesita cara dura para advertir que nadie se atreva a mentir cuando de su lado están los que lo han hecho sin recato. Es mentirosa su afirmación de que no entregarán los hidrocarburos, su extracción y explotación a las empresas extranjeras; si eso fuera cierto no tendrían para qué sacar la electricidad y el petróleo de la lista de las áreas estratégicas de la economía.

Han mentido al tratar de confundir a la opinión pública, diciendo que el Estado conservará la rectoría sobre estos recursos, sin explicar que la rectoría se tiene sobre los sectores económicos que no pertenecen al sector público y a los que hay que cuidar y vigilar para que los particulares no abusen y perjudiquen los intereses nacionales; sobre lo que es propiedad nacional no se tiene rectoría, se tiene dominio y control total, y es eso a lo que se renuncia.

Han mentido cuando, al afirmar que las reformas que abren las puertas de nuestro petróleo y electricidad a las grandes corporaciones trasnacionales, acarrearán disminución en el costo de los energéticos; bien saben que esto no será así: las empresas procurarán explotar al máximo lo que se les entrega, sin miramiento alguno para los mexicanos; es su naturaleza. Mienten cuando dicen que habrá más empleo. Lo cierto es que las empresas tienen sus propios equipos técnicos, sus profesionistas y sus directivos y dejarán a los mexicanos, como antes de 1938, sólo los puestos mal pagados y peligrosos.

Mienten cuando dicen que no se pone en riesgo la soberanía, sabiendo que una vez celebrados los contratos con las empresas extranjeras la competencia para dirimir las controversias, conforme al TLCAN, será de tribunales extranjeros, con lo que México perderá autoridad y control sobre amplias franjas del territorio nacional y se verá imposibilitado para defender a los trabajadores mexicanos.

Mienten cuando dicen que no tenemos recursos y no somos aptos. Han mentido en todo; a sus mismos partidarios no les revelan los alcances de las reformas que acaban de aprobar ni los riesgos que con ellas se acarrean. Han mentido al ocultar los arreglos previos al Pacto por México que en lo obscurito tenían celebrados ya con el PAN, y han engañado a los azorados perredistas que tuvieron confianza en que la reforma no iría tan a fondo y que no saben ahora cómo explicar su complicidad. Mienten en todo y, como decía un viejo maestro de derecho, el que miente roba.

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