Da bienvenida a caravana de madres
Miércoles 11 de diciembre de 2013, p. 20
La reforma energética que permitirá la privatización del petróleo va a dejar más pobre a México y, por tanto, vamos a ver en el futuro un aumento de las migraciones
, asegura el obispo de Saltillo, Raúl Vera.
Al dar la bienvenida a la Caravana de Madres Centroamericanas, quienes arribaron la noche del lunes a la capital luego de un recorrido de ocho días por 14 pueblos y ciudades –la mitad de su itinerario–, explica cómo las tragedias personales que ocurren a diario a lo largo de la ruta migratoria, desde la frontera sur de México hasta la norte, son consecuencia del sistema económico que excluye a los trabajadores.
Los migrantes –entre ellos hijos e hijas de las 44 madres que lo escuchan, quienes en el trayecto perdieron contacto con sus familias, quizá víctimas de desaparición forzada– son expresión de la fuerza laboral que se rebela contra esa explotación. “Por ello –continúa el prelado– la política migratoria del gobierno mexicano, que es de control, no de protección, se convierte en una estrategia contrainsurgente.”
Vera, quien integra desde su diócesis coahuilense una de las estaciones esenciales de la red de solidaridad para estos trabajadores centroamericanos que viajan en condiciones de alto riesgo, estuvo la noche del lunes en el Club de Periodistas, al frente de decenas de activistas de movimientos populares, para dar la bienvenida a la caravana, que organiza por noveno año el Movimiento Migrante Mesoamericano.
Las mujeres que lo escuchan se han hecho las mismas reflexiones. Así lo expresa, en nombre del grupo que viene de Honduras, Rosa Nelly Santos: Hemos entendido que esas violencias que cometen con nuestros hijos, crímenes que no tienen nombre, no son ya por el crimen organizado. Son por el crimen autorizado
.
A lo largo del camino –en el caso de Rosa Nelly, una de las cofundadoras de la organización hondureña, es ya su segundo viaje por México– han tenido contacto con las peores experiencias que han dejado las vías férreas del Golfo y el Pacífico, sembradas de tumbas de desconocidos y de pesadillas de asaltos, secuestros, violaciones y asesinatos. Rastreando el paradero de sus seres queridos han escuchado en voz de los más vulnerables historias atroces de los delitos que cometen las mafias que controlan el camino de los migrantes. ¿Cómo se puede llamar a esos hombres que cortan en pedazos los cuerpos de sus víctimas y los disuelven en tambos? ¿Cómo se llama al crimen de arrancar la lengua a un migrante por no querer dar el teléfono de sus familiares para evitar que sean extorsionados?
Pero en el camino y en los encuentros con organizaciones también se reflexiona sobre lo vivido. Y de las reuniones que las madres han tenido con las autoridades mexicanas, particularmente con la Secretaría de Gobernación, han aprendido que ahí no están las respuestas que buscan y es nulo el apoyo que pueden esperar. “Porque yo estoy segura –continúa Rosa Nelly– que si al señor Jesús Murillo se le hubiera perdido un hijo, como a nosotras, no pararía en voltear cada piedra en su camino hasta encontrarlo. Pero los nuestros no le importan.”
Según el comisionado nacional de Derechos Humanos, Raúl Plascencia, sólo en el último año se registraron 20 mil denuncias de migrantes de Centroamérica perdidos en México.
Estas mujeres saben también que no pueden esperar mucho de las autoridades de sus respectivos países. En este su noveno viaje ninguno de los cónsules de Honduras, El Salvador, Guatemala y Nicaragua ha solicitado una reunión con ellas, ni siquiera para un saludo protocolario.
En la caravana participan 44 mujeres y hombres procedentes de Honduras, Guatemala, Nicaragua y El Salvador. En el trayecto, que incluyó un plantón en la explanada de la Feria del Libro de Guadalajara el pasado domingo, ya se produjeron cinco encuentros entre hijos extraviados y sus madres, producto del trabajo de investigación y rastreo que han hecho los organizadores del movimiento, con apoyo de personas solidarias y redes sociales.
María de los Ángeles Santos, hondureña de 77 años, encontró a su hijo José Armando Salgado, a quien no veía desde hace 19 años. Noemí de León, salvadoreña, se reunió con su hermana Sonia. Narcisa Gómez, de Nicaragua, pudo abrazar a su hijo Eugenio Juárez.
Y el más reciente, que se produjo anoche cuando una de las más ancianas del grupo, la hondureña Lucila, vio entrar a la Casa Amiga, que les da posada a las madres centroamericanas, a su hija Ana Julia Aguilar, quien salió hace 13 años de su pueblo.
La caravana tiene aún siete días de viaje, nuevamente hacia el sur. El 18 volverán a cruzar la frontera con Guatemala por Ciudad Hidalgo.