Comercio
Martes 10 de diciembre de 2013, p. 29
Las perspectivas de que a finales de este año concluyan las negociaciones del Acuerdo Transpacífico (ATP) son cada vez más débiles. Un obstáculo clave es la necesidad de que el gobierno de Estados Unidos logre que se le conceda la llamada autoridad de promoción comercial (APC), que le permitiría obtener aprobación fast-track en el Congreso a la legislación comercial. El presidente Barack Obama tiene dificultades para ganar apoyo político para ese fin. Sin esa autoridad, las pláticas del ATP –ya en su segunda ronda– avanzarán muy poco. El límite fijado por los negociadores para completar el acuerdo, finales de 2013, está en riesgo.
Al reunirse a finales de noviembre en Salt Lake City, en la vigésima ronda de pláticas, los negociadores encontraron oscuros nubarrones. Apenas siete días antes, dos grupos separados de republicanos y demócratas en la Cámara de Representantes enviaron cartas a Obama para expresarle su oposición a conceder la APC. Además, mientras los negociadores se han esforzado por destacar cuántos capítulos del acuerdo final han quedado cerrados
, hubo que convocar a una serie de sesiones especiales entre las rondas para atender asuntos que aún están lejos de generar consenso.
El ATP en pocas palabras
El Acuerdo Transpacífico es una asociación de libre comercio de 12 miembros, impulsada por Estados Unidos, que como su nombre indica incluye países de los dos lados del Pacífico, como Australia, Singapur, Malasia, Brunei, Nueva Zelanda, México, Chile, Canadá y Perú. Más allá del objetivo declarado de liberalizar más el comercio en la región, Estados Unidos y otros miembros la usan para propósitos adicionales. Estados Unidos quiere extender sus normas y regulaciones, en tanto algunos países asiáticos lo ven como una forma de cimentar los lazos de EU con Asia para continuar equilibrando la presencia cada vez más asertiva de China. Otros, como Vietnam y Japón, quieren usar el ATP para impulsar difíciles reformas internas bajo el disfraz de presión externa. Por último, y de modo más general, ante el fracaso de la ronda de Doha el acuerdo se ve como una medida clave para saber si aún tienen atractivo los tratados comerciales ambiciosos. Hay, pues, mucho en juego con el ATP y, si fracasa, las consecuencias podrían ser significativas.
A la fecha, el gobierno de Obama ha desarrollado su política comercial como si la concesión de la autoridad de promoción comercial estuviera asegurada. Como no hubiera podido avanzar de otro modo, y considerando los problemas internos y externos más inmediatos que Obama ha enfrentado, la estrategia era comprensible. Sin embargo, los críticos opinan otra cosa, pues alegan que una vez más se disfrazó con elevada retórica la falta de voluntad para asumir los compromisos que una mayor liberalización requiere.
El entendimiento que pudiera haber existido entre los negociadores del acuerdo ha cedido el lugar en fechas recientes a una seria preocupación, al surgir indicios de problemas en Washington. El 12 de noviembre, 23 representantes republicanos, la mayoría miembros del Tea Party, enviaron una carta a Obama en la cual explican por qué se opondrían a la APC con fundamento en la Constitución del país. Esa acción podría haberse pasado por alto como postura de una ruidosa minoría, pero al día siguiente, 151 representantes demócratas enviaron también una carta para anunciar que se opondrían con los mismos argumentos y también porque el gobierno no ha consultado debidamente al Congreso en el curso de las negociaciones.
Puede ser que esta alianza no santa
de 174 republicanos del Tea Party y demócratas escépticos no tenga los votos suficientes para evitar que la APC se apruebe en la Cámara de Representantes, pero es un indicio preocupante sobre las perspectivas de corto plazo. Una rápida mirada a las escaramuzas previas en el Congreso sobre la APC –o autoridad fast track, como se le llamó en un tiempo– habría mostrado al gobierno actual que nada estaba asegurado. En la década de 1990 el entonces presidente Bill Clinton falló dos veces en el intento. George W. Bush apenas si logró aprobación de la Cámara en 2002, y eso después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, cuando sus tasas de aprobación estaban en niveles sin precedente y los acuerdos comerciales podían presentarse como asuntos de seguridad nacional más fácilmente que ahora.
El peor escenario
Por estas razones, es hora de considerar la posibilidad de que Obama no reciba la APC en un futuro próximo, y tal vez ni siquiera antes del final de su presidencia, en enero de 2017. Muchos analistas, al igual que otros países miembros del ATP, quieren creer que los políticos de Estados Unidos siempre se detendrán antes del precipicio, como han hecho dos veces en el debate sobre el techo de la deuda. Sin embargo, dejar que Estados Unidos caiga en mora de su deuda es muy diferente, en términos políticos, a negarle una APC a Obama. Mientras las encuestas de opinión siempre mostraron una mayoría de votantes en contra de una mora, el apoyo al comercio ha ido minando poco a poco. En otras palabras, muchos políticos no serán castigados en las urnas por no respaldar la APC, y en muchos casos hasta podrían ser recompensados por su oposición.
¿Qué significaría para el Acuerdo Transpacífico que Obama no consiga la APC? El peor escenario sería que las negociaciones se cancelaran. La teoría detrás del acuerdo es que ofrece a los socios comerciales de Estados Unidos seguridades de que el ATP no estaría sujeto a las miríadas de intereses grandes y pequeños que el Congreso estadunidense representa. Sin la APC, no hay incentivo para que esos socios hagan concesiones significativas, y sin éstas no puede haber acuerdo. En tal caso, continuar las negociaciones carece de sentido para los otros 11 países.
El escenario más probable es que las negociaciones continúen a paso de tortuga todo el tiempo que el presidente estadunidense tarde en obtener la APC. Podría ser un largo tiempo. El principio de las campañas para las elecciones de medio término de 2014 se acerca, y rara vez el comercio sirve para ganar votos. Cuando terminen los comicios, la próxima elección presidencial estará mucho menos distante. Como presidente en su segundo periodo, Obama podría impulsar con fuerza la APC a expensas de otros temas, con el fin de dejar un legado, pero para entonces podría carecer de capital político para hacer gran cosa, ya no se diga obtener la aprobación de un Congreso radicalizado a una iniciativa tan polémica. Más allá de la reunión ministerial del fin de semana pasado y las que se programen en el curso del año, EIU prevé que Obama intentará dar fuerte impulso al tema antes de su programado viaje a Asia en abril de 2014.
Economist Intelligence Unit
Traducción de textos: Jorge Anaya
En asociación con Infoestratégica