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En los jardines de la disidencia
E

l narrador estadunidense Johnatan Lethem decía en una entrevista: Ya que vivimos en un universo caído, al menos podríamos ser afectuosos entre nosotros y no estar acechando en los demás el más mínimo error de línea o estado de ánimo. En una situación desesperada debes elegir bien tus batallas. Viene a mientes con el fallecimiento de Doris Lessing, lo que además confirmó que también mueren los que no piensan hacerlo nunca (y que en su obra seguramente no lo harán). La sombra de Lessing se extiende sobre el futuro (ella que tanto temió por él) y entabla un diálogo quizás involuntario con obras nacidas en su estela, incluso en zonas literarias que no tienen mucho que ver. Es en todo caso un derecho de los lectores establecerles puentes. La más reciente novela de Lethem, Dissident Gardens (Jardines disidentes, Doubleday, 2013) puede ser vista como un homenaje oblicuo a las mujeres de Lessing, aunque escrito en códigos bien distintos.

En la novela de Lethem (Brooklyn, 1964) asistimos a la saga de dos mujeres disidentes –comunista una a pesar del comunismo, libertaria la otra–, judías pero de esas. Rosa Zimmer viene del antifascismo y la brigada Lincoln, de la ilusión soviética en América, la debacle por los juicios de Moscú y la determinación de seguir apostando a las cartas de la libertad. A través de su hija Miriam llegamos a los sesentas del Village, la escena folk, la lucha por los derechos civiles que pronto se volverá contra la guerra en Vietnam y luego por los sandinistas. Con el hijo de ésta, Sergius, llegamos a Ocupa Wall Street y a muchas otras cosas. Cicero es el otro guía al presente: el hijo gay del policía negro que contra las convenciones del medio siglo (en la izquierda militante y en los prejuicios raciales en general) fue amante de Rosa la roja.

El lector de Lethem encontrará muchas de sus claves habituales: orfandad, amistad entre blancos y negros, el mundo de la música popular, el pastiche múltiple de otros narradores. Pero nunca había sido tan abiertamente político, aún con ironía, distanciamiento y aparente ligereza. Dissident Gardens, novena novela del narrador neoyorkino, se suma a una noveleta, tres libros de cuentos, los ensayos provocadores de Un artista de la decepción (2005) y El éxtasis de la influencia (2011, en franca parodia a La ansiedad de la influencia, del canónologo de la literatura anglosajona Harold Bloom), y una multitud de prólogos y antologías de literatura fantástica, que es la que determina su vocación y sus primeras novelas. De hecho, es especialista en el amigo loco Philip K. Dick (su influencia cardinal), cuya obra editó para la Library of America en tres volúmenes (2008-2010), y con Pamela Jackson preparó una vasta Exégesis de Dick (2011).

Su primer ciclo narrativo (1994-1999) es decididamente fantástico, con precoz riqueza imaginativa y verbal en cuatro novelas y dos series de relatos. En 1999 publica la que muchos creen su primera novela, Huérfanos en Brooklyn, ciertamente la primera realista, más cerca de Chandler y Salinger, y si se quiere, con preocupación social. La han seguido tres historias neoyorkinas y una angelina, que caminan los mundos de la mafia, los superhéroes de cómic, los universos de Manhattan, la escena cool del arte alternativo y los pliegues de la mente tras la huella de Thomas Pynchon.

De sus sensacionales novelas fantásticas ha dicho aspirar a que algún día alguien de 14 o 15 años las lea con una complicidad que, en una entrevista con Lorin Stein para Paris Review (verano de 2003), extrañamente llamaba solidaridad. Solidaridad es una buen concepto para iluminar su obra. Sin embargo se le considera apolítico. En comparación con otros autores de su generación (Frantzen, Eggers, Foster Wallace) resulta menos demandante y más verosímil.

En la citada entrevista, cuando Lethem tenía 38 años, dice algo que anuncia, casi justifica el clima de Dissident Gardens 10 años después: El primer tercio de mi vida lo pasé en manifestaciones políticas, gritando a todo pulmón hasta quedar ronco. Eran parte de mi existencia tanto como las vacaciones sin escuela. Eso era mi vacación. Así visité diferentes ciudades y conocí otros adultos además de mis padres. Protestaba por derecho de nacimiento. Lo ubico en el tiempo antes de que yo pudiera concebir como posible que el mundo no sería transformado por la gente que me rodeaba, la generación de mis padres. Cuando estás en el centro de las protestas, tú crees. Mi vida era una manifestación. Por principio, me mandaron a escuelas públicas en barrios pobres. Allí estuve el día que abrió sus puertas la guardería en la esquina de Nevins y Atlantic, y comprendí que era producto de nuestras movilizaciones ante el ayuntamiento, cuando me les planté a los caballos de la policía sosteniendo un cartel que exigía guarderías públicas.

Traducido en España, poco leído entre nosotros, Lethem es un autor muy recomendable. Por decir lo menos.