ésar Rosas, David Hidalgo, Louie Pérez, Steve Berlin y Conrad Lozano son Los Lobos… another band from East L.A. Así nombraron a su primer disco y así se presentan desde hace 40 años. Corría el verano de 1973 cuando tocaron en público en una tardeada de un bazar en la comunidad de Florence y cobraron por esa primera vez 50 dólares. El orgullo del terruño rifa desde ese primer día. Es un espejo. Porque fue en la esquina de Sunol Drive y Olimpic Boulevard, la casa de César, donde se reunían para aprender a tocar canciones mexicanas, donde siempre supieron que así se llamarían en honor a Los Lobos del Norte, un conjunto norteño de los años 50. Desde ese momento inician sus conciertos diciendo Nosotros somos Los Lobos del Este de Los Ángeles
en inglés o español según sea la mayoría de su audiencia.
Crecieron escuchando a sus madres cantar canciones rancheras y boleros mexicanos mientras ellas cocinaban y ellos aprendían a leer y a escribir. Porque en la tradición de la migración y de la frontera las mujeres siempre jugaron un papel central en la transmisión de la cultura musical. Allí está Chelo Silva, la conocida para la historia como La reina tejana del bolero para probarlo. Cuenta Américo Paredes, uno de los más importantes cancioneros de la tradición tex-mex que “las mujeres solían cantar en casa, casi siempre sin acompañamiento mientras realizaban sus tareas y, por la noche, en las reuniones familiares donde todos los miembros de la familia cantaban por turnos… Las mujeres también cantaban en las bodas, entonando cantos de felicitación dirigidos a los recién casados o cantos afectuosos dirigidos a los padres de los novios; estos cantos de boda, muchas veces canciones conocidas y dotadas de un nuevo sentido se llamaban enlaces. Pero las mujeres de la frontera cantaban fundamentalmente en su papel de madres interpretando todo tipo de canciones para sus hijos, desde danzas narradas hasta canciones de amor románticas”.
Honrando esa tradición que les llegaba desde los inicios del siglo XX, Los Lobos muy pronto pudieron regalarle a su familia una de las más hermosas versiones de Sabor a mí y, sobre todas las cosas La pistola y el corazón, disco en el que rinden homenaje a la cultura musical de sus ancestros, donde graban Que nadie sepa mi sufrir, donde hacen una versión superior de Las guacamayas y donde, además, tienen la osadía de componer una canción ranchera, La pistola y el corazón, que es desde ese instante una de las más permanentemente contemporáneas y hermosas del género. Allí se encuentra la esencia de la cultura musical de nuestra tierra.
A lo largo de cuatro décadas Los Lobos han grabado y puesto en nuestras manos 20 discos y cuatro cajas de recopilaciones, además de participar o hacer la música de 17 películas. Desde T Bone Burnett hasta Elvis Costello, pasando por Tom Waits, Rubén Blades, Richard Thompson, Bobby Womack, Café Tacvba, Taj Mahal, todos los grandes de la música los aclaman y los invitan. La mejor versión del clásico I wan’na be like you, de El libro de la selva, es de esta banda de virtuosos. Miren si no es así. Todos componen. César Rosas canta y toca guitarra eléctrica, guitarras acústicas de seis y 12 cuerdas, bajo sexto, huapanguera, cuatro, vihuela, mandolina y jarana. Louie Pérez canta y toca guitarras acústicas, jarana, requinto, cuatro, vihuela, percusiones, batería, vibráfonos. Conrad Lozano canta y toca el bajo eléctrico, el contrabajo y el guitarrón. Steve Berlin toca los saxofones barítono, tenor y soprano, armónica, flautas, órgano, piano y sintetizadores. Y David Hidalgo canta y toca guitarras eléctricas, guitarras acústicas, requinto jarocho, jarana, bajo sexto, guitarrón, hidalgarrón, hidalguera, tiple, tres, cuatro, steels guitars, koto, mandolina, banjo, violín, acordeón, piano, percusiones y lo que le pongan enfrente. Tocan y componen rocanrol, rock, cumbia, canción ranchera, boleros, sones, plenas, cajún, blues… nada se escapa a su maestría.
Para celebrar sus 40 años de sembrar música por los caminos de los cuatro puntos cardinales del mundo la seminal banda del Este de Los Ángeles acaba de editar Los Lobos Disconnected in New York City, que reúne sus conciertos en The City Winery de esa ciudad en dos cedés y un devedé. A lo largo de 16 canciones despliegan su maestría en un recorrido que los lleva a visitar lo mejor de su larga carrera en la que, si yo tuviera que señalar un disco, mencionaría dos: Kiko y, sobre todo, The Neighborhood, en el que realizan una de las obras cumbres de la música: Be still, pieza en la que con instrumentos tradicionales mexicanos electrificados, y con una base de son, crean un monumento al rock y a la música contemporánea con una letra que sólo nos pueden mover a la grandeza.
Si como decía Fernando Pessoa la cultura es el perfeccionamiento subjetivo de la vida y nos ayuda a entender y mejorar el mundo y, además, dota de sentido a los pueblos, Los Lobos, la icónica another band from East L.A., hace de la música uno de los espejos de la vida de quien la escucha. Desde su terruño nos invita a vivir en la savia de nuestras raíces y nos lleva a viajar por el mar universal de la música como si osados y sabios navegantes fuéramos.
Twitter: cesar_moheno