althus previno que el crecimiento de la población constituía un asunto de principal relevancia para la economía. Esta tendía a aumentar de modo más rápido que la oferta de alimentos, lo que llevaría a un estancamiento productivo con el consiguiente conflicto social.
No es la producción de alimentos lo que frena la expansión del producto ni compromete la existencia de los habitantes del planeta. Son otras causas las que obstaculizan la creación de ingreso y de riqueza, y las que provocan que mucha gente no tenga acceso suficiente a la comida.
Prácticamente al mismo tiempo, Augusto Comte señalaba que la demografía es destino y que el futuro del ser humano está ligado a los nacimientos y los fallecimientos, a la edad de la población y su evolución.
La demografía es, sobra decirlo, un tema crucial del análisis social en general: marca de modo decisivo las condiciones económicas de las naciones el proceso de desarrollo y las pautas del bienestar colectivo. Define, también, las relaciones geopolíticas. Este es un aspecto central de las consideraciones acerca del poder, de las posibilidades y alcances de la exigencia permanente de innovación en la sociedad. El ser destino no la convierte necesariamente en fatalidad.
Una de las cuestiones que se discuten hoy de modo recurrente es el envejecimiento de la población. Este proceso afecta a unas sociedades de modo más acuciante, como es el caso de Europa, donde el número de habitantes aumenta de manera lenta y tiende a estancarse y, aun, a disminuir. Al mismo tiempo se extiende la esperanza de vida y esto representa cambios relevantes en materia de producción, empleo, ingresos, financiamiento, pensiones, servicios públicos y modalidades de consumo, entre muchas otras.
El financiamiento de las pensiones se ha colocado en el centro del debate en los países de la Unión Europea, sobre todo los del sur, en el marco de la severa recesión que se extiende ya desde 2008. Se trata no sólo de los fondos para cubrirlas y de cómo se van reponiendo cuando el desempleo crece.
Mantener a los pensionados es cada vez más costoso y si se confronta con las condiciones reales del envejecimiento de la gente se advierte que no es sensato hacer que el retiro ocurra a edades tan tempranas como los 55 años, lo cual sucede en muchos casos, como el de Grecia. No se puede mantener a la gente durante 25 o 30 años con la manera en que se reproducen los ingresos. Tampoco pueden financiarse con impuestos de modo indefinido, sobre todo si han de ser suficientes, no en términos nominales sino reales.
La presión de las personas más jóvenes en el mercado de trabajo no se expresa ahora en empleos bien remunerados y con capacidad de cotizar a los sistemas de pensiones, y se acentúa la contradicción entre jóvenes y viejos en términos de la disputa por los recursos y las oportunidades.
En una forma bastante explícita, quienes nacieron en lo que se conoce como el baby boom luego de la segunda posguerra, se están quedando con los recursos que habrían de fluir hacia su descendencia. Las pirámides de edades están cambiando significativamente y con repercusiones para las que no se han adaptado las formas de la reproducción social. Esto afecta al mercado de trabajo, las viviendas, el acceso a la salud y otros servicios. La contradicción en esas sociedades no es para nada trivial.
Mientras esto ocurre en las sociedades que habían alcanzado un alto nivel de desarrollo económico y, sobre todo, elevados estándares de bienestar y que ahora están ajustándolos hacia abajo, en otras sociedades la demografía va en sentido contrario.
En China, el crecimiento económico de los últimos años ha sido muy elevado, provocando el surgimiento de una clase de consumidores con altos ingresos frente a grandes segmentos de la población con acceso mucho más limitado, o nulo, a trabajos bien remunerados y servicios públicos. Buena parte de la atención del reciente congreso del PCCh se enfocó en esta cuestión.
Luego de varias décadas de una política de población que limitaba a uno el número de hijos por pareja, esta restricción se ha relajado y el componente demográfico de una nación que tiene ya mil 354 millones de habitantes (19 por ciento del total mundial) será una referencia imprescindible en cuanto a las formas de la acumulación de capital, la distribución de las inversiones, el comercio, las finanzas y las relaciones internacionales.
El aumento de la población mundial a la escala que se registra hoy es un proceso relativamente nuevo. Hasta el 1800 el número de habitantes llegó a mil millones, hoy rebasa los 7 mil millones. Esta evolución tiene que ver con las posibilidades de producción para mantenerla; la demografía y la economía están estrechamente vinculadas.
En México la presión poblacional sigue siendo muy alta, a pesar de que el crecimiento de la tasa natural se va reduciendo. Pero la dinámica productiva es muy reducida y eso da cuenta de fenómenos como la resistencia de la pobreza, la informalidad, la migración y demás. Las reformas, todas las que se han emprendido en poco más de un año, se enfrentan con la necesidad de soltar las amarras del crecimiento y ampliar su manifestación en el conjunto de la sociedad. La demografía es un referente inescapable y tiene que ser explícito en cualquier política pública.