Opinión
Ver día anteriorLunes 2 de diciembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Pobres resultados en Varsovia
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ace tres años se celebró en Cancún, Quin­tana Roo, la 16 Cumbre sobre el Clima, cuyos pobres resultados aplaudieron los máximos generadores de gases de efecto invernadero. Unos cuantos acuerdos que no se han cumplido los hizo hacer pasar por clamorosos éxitos el becario de Harvard. Menos triunfalista, Christiana Figueroa, responsable en la Organización de Naciones Unidas sobre los asuntos climáticos, expresó que el gran logro había sido que la luz de la esperanza se ha vuelto a encender y la fe en el proceso para obtener resultados ha sido restaurada.

Muy mal restaurada si analizamos lo que desde entonces ocurre con la generación de gases de efecto invernadero y una de sus consecuencias: el calentamiento global. Reportes recientes de los centros científicos y de las agencias de Naciones Unidas muestran los efectos en los litorales, el deshielo del casquete polar ártico, la mayor fuerza de los huracanes y lluvias torrenciales más frecuentes y dañinas.

Si en Cancún las cosas no fueron como las pintaron, si Copenhague fue un desastre, también pobres son los frutos obtenidos recientemente en Varsovia, donde 200 países participaron en la conferencia 19 y obtuvieron acuerdos mínimos para desbloquear las negociaciones y trazar una ruta hacia un acuerdo global y vinculante en 2015 en París. El texto que logró consenso de las delegaciones sustituye la palabra compromisos para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero establecidos a escala estatal por el de contribuciones.

Los llamados países emergentes y los en vías de desarrollo se mostraron contentos con el cambio. Sin embargo, a nombre de ellos el representante de Bangladesh lamentó que la conferencia se quedase por detrás de las expectativas. Queríamos sentar bases para el acuerdo climático de 2015, pero nos desviamos del objetivo principal. ¿Qué pasa con la gente como la de mi país, qué pasa con la de Filipinas?, se preguntó. Por su parte, el representante de Bolivia mostró su decepción ante la falta de promesas claras para reforzar las medidas de adaptación en los países en desarrollo. La de Filipinas agregó que en lugar de eso, sólo tenemos formulaciones vagas. En pocas palabras, los grandes intereses dejaron todo para la Cumbre de París.

También decepcionados, medio millar de activistas de las principales organizaciones no gubernamentales abandonaron la conferencia dos días antes de que concluyera, algo que nunca había sucedido. Entre ellas Greenpeace, Oxfam, la Confederación de Sindicatos, ActionAid, WWF, International Climate y Amigos de la Tierra. Los activistas, vestían camisetas con el mensaje volveremos, en referencia a la cumbre que se celebrará el año próximo en Lima. La directora de Oxfam, Winniw Byanyama, resumió la actitud que asumieron al denunciar que el texto actual no es más que un ejercicio de yoga dialéctico. Nuevamente los países encontraron otra forma de no decir absolutamente nada. Eso dejará a algunas de las naciones más pobres y afectadas por las consecuencias climáticas con grandes agujeros en sus ya escasos presupuestos.

Al mismo tiempo la delegación de Venezuela anunció que la reunión en Lima estará por primera vez abierta a la participación activa y directa de las organizaciones ecologistas y los movimientos sociales.

Entre lo poco rescatable de la cumbre después de dos semanas de negociación destaca un acuerdo que incluye nuevos mecanismos para proteger los bosques tropicales dada su capacidad de absorber dióxido de carbono. Y el apoyo financiero a largo plazo a medidas contra el cambio climático, con un llamamiento a los países desarrollados a fin de alcanzar para 2020 la movilización de 100 mil millones de dólares a partir de fondos públicos y privados.

Y como telón de fondo, los millones de desplazados y miles de muertos, heridos y huérfanos en Filipinas llegaron al pleno de la reunión a través de Yeb Saño, comisario de Cambio Climático de ese país. Su duelo por la devastación conmovió a los delegados Pero, como vemos a diario, la justicia climática y la responsabilidad histórica, el mea culpa que los países ricos deben entonar, está lejos de convertirse en realidad.