Dos historias
e calcula que más de 40 millones de personas se movilizaron a lo largo y ancho de Estados Unidos para reunirse con la familia el jueves pasado, Día de Acción de Gracias. De acuerdo con el diccionario de la lengua inglesa, se conmemora la fecha en que los colonizadores europeos celebraron la primera cosecha tiempo después de haber llegado a América. Esta es la versión que se enseña a la mayoría de los estadunidenses desde los primeros años escolares. Para otros, como el eminente historiador Howard Zinn, el significado es mucho más profundo y oscuro. Tiene que ver con el avance imperialista del gobierno en la conquista del norte del continente a costa de sus pobladores originarios, a quienes frecuentemente desplazaron y masacraron para apropiarse de su territorio. Para quienes piensan así, este día celebran ritos en los que se recuerda la tragedia de los primeros pobladores de América.
En la actualidad es el día que se abre un paréntesis para olvidar las vicisitudes cotidianas en la cada vez más polarizada sociedad estadunidense y dar paso, aunque sea en apariencia, a la cordialidad y camaradería. Al día siguiente la celebración transita a lo que en esencia amalgama a buena parte de la sociedad: el consumo. En abierto contraste con el Día de Gracias, en el que incluso se procura alimento y abrigo a quienes carecen de él, la magia desaparece y desde temprana hora se torna en una desenfrenada carrera por el consumo. Conocido como viernes negro, millones de estadunidenses se lanzan a las calles antes del amanecer para abarrotar todo tipo de almacenes y ser los primeros en aprovechar las ofertas
con que se inicia la temporada navideña de compras.
Se estima que en 2012, el fin de semana posterior al Día de Gracias, 139 millones de estadunidenses visitaron los almacenes, dejando un total de 59 mil millones de dólares en sus arcas. Por si esto no fuera suficiente, este año varias cadenas comerciales anunciaron que la venta comenzaría la misma noche del Día de Gracias. Miles de empleados tendrían que dejar su hogar para trabajar, lo que rompe con una añeja tradición dedicada a la convivencia familiar. A la protesta de millares de empleados por tan arbitraria decisión, los barones del comercio
, como los directivos de Walmart, respondieron que era necesario competir con otras cadenas comerciales que harían lo mismo. A fin de cuentas, son ellos los que en última instancia darán gracias por la cosecha de la ganancia recibida.