Opinión
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La Muestra

El rey del erotismo

P

aul Raymond, legendario magnate también llamado rey del porno londinense, dueño de numerosas casas en el barrio de Soho y editor de revistas eróticas con tirajes impresionantes en los años 70, es el personaje elegido por el muy versátil director inglés Michael Winterbottom (Camino a Guantánamo, Nueve orgasmos) para recrear las atmósferas de una industria del espectáculo que novedosamente combinaba variedades musicales y desnudos femeninos en teatros del West End frecuentados por la bohemia artística de Londres.

El clima que rescata el director lo describe con minucia el escritor Paul Willet en su biografía Members only: the life and times of Paul Raymond. Winterbottom y su guionista Matt Greenhalg insisten en la mitomanía delirante de ese creador de imperios efímeros, pésimo esposo y padre de familia, erotómano crepuscular desde muy joven, y notable aclimatador en el flemático Reino Unido de esos encantos y excesos de la revolución sexual en Norteamérica que también evocaron las cintas El escándalo de Larry Flynt (Milos Forman, 1996) y Boogie nights: juegos de placer (Paul Thomas Anderson, 1997).

En El rey del erotismo (The look of love), Steve Coogan interpreta carismáticamente al personaje esquizofrénico (Geoffrey Quinn de nacimiento, Paul Raymond como self made man del porno), que no encuentra firmes asideros ni el terreno afectivo ni en ese arte suyo de leer las mentes masculinas y ofrecerles mujeres atractivas, preferentemente desnudas. Ese arte el empresario lo practica desde 1958 hasta la década de los 80, sintiéndose siempre galán irresistible, estilo Sean Connery, aun cuando su madurez lo sitúa ya en el agotamiento escéptico del Marlon Brando de El último tango en París. Winterbottom disecciona con placer evidente el mundo fantasioso del sofisticado empresario Raymond convertido luego en vulgar proxeneta en un Soho a su vez ya decadente. De todas sus relaciones femeninas sólo conserva y atesora la complicidad con Debbie, su parasitaria hija sin talento que muy pronto sucumbe, como él y a lado suyo, a la drogadicción. Un retrato sombrío de una época y de un personaje emblemático, acompañado todo con una formidable selección musical de los años 60 y 70.

Cineteca Nacional, sala 1: 12, 16:30 y 21 horas.