Opinión
Ver día anteriorMartes 12 de noviembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Carlos Aguirre: Variaciones J.C. Orozco
A

l aludir en mi nota pasada a palabras de Marta Lamas en el video de la exposición del museo Carrillo Gil, terminé con la siguiente pregunta: ¿Era José Clemente Orozco misógino? Lamas, en una frase breve, lo asienta. Además, en referencia a una conocida representación de colegiala, dice lo siguiente: trabajadora social vestida de escolar.

Viene al caso el libro de Adriana Malvido: El joven Orozco: cartas de amor a una niña (Lumen, grupo Planeta, 2010), acucioso trabajo que comenta las epístolas que el pintor le escribió a Refugio Castillo, Cuca.

Malvido investiga el entorno de quien llegó a ser maestra, pero sin efectuar la vinculación entre las colegialas de Orozco y las redondeadas jóvenes que se regocijan comentando posibles actividades venusinas, o sea la contrapartida a las mujeres de las casas de lágrimas que son despojos.

El subtítulo podría hacer pensar en paidofilia, nada hay de eso: las colegialas de Orozco son nínfulas, virtuales lolitas. La misma Cuca, desarrollada para su edad, pudo haber sido inocentemente coqueta y provocativa. Lamas y yo coincidimos.

Sigue el conjunto de dibujos y estampas de magueyes que repercuten en los volúmenes de Carlos Amorales, muy citado ahora a propósito del cuadro Los muertos, al que ya me referí. El que lo haya manejado físicamente como plantilla queda dentro del terreno de las acciones, como lo es también la de Víctor Muñoz, autor del nombre de Orozco en el rótulo de ingreso.

El trabajo de Amorales en la mampara no es una glosa, como sí lo es la atractiva propuesta tridimensional de Felipe Leal.

A propósito del manejo del cuadro, diré que fue efectuado frente a representantes del Cecropan y que se hicieron varios dictámenes antes de permitir la acción de Amorales.

La grabación se hizo para atestiguar el cuidado con el que se realizó la acción y tal vez también para connotar el sentido que tuvo. Al cuadro, hipercuidado, no podía haberle sucedido nada, pero es absolutamente cierto que un bastidor cualquiera o una plantilla del marco hubiera cumplido idéntico cometido. Pero el diagrama geométrico hubiera perdido el sentido que tuvo para el autor.

La solución de utilizar de esa manera Los muertos, ¿logró algo relevante? La verdad, no. Pero indudablemente tuvo que ver directamente con Orozco y su inmarcesible cuadro.

Amorales es un artista conceptual y no es que esté alabando ese trabajo, aunque entiendo su concepción como acto simbólico. La acción fue, por lo menos, altamente narcisista y quizá irrespetuosa, mas estuvo avalada por un equipo.

Los muertos, como puede verse, siguen bien vivos y muy saludables. ¿Eso buscó Amorales? Ojalá.

Sus sólidos dispuestos justo frente al ventanal que proporciona una impresionante visión urbana de la zona, está en el contexto de las arquitecturas que persigue Carlos Aguirre. La ubicación es óptima y uno con lo que se regocija es con el ventanal.

El visitante debe tomarse el tiempo necesario (eso resulta indispensable) para ver el video tipo entrevista que más bien es un monólogo, realizado por Adrián Reignier, con Renato González Mello como protagonista total, aunque hay presencias de los dos Carlos curadores: Aguirre y Palacios.

El star de la producción de este video, auspiciado por el Carrillo Gil, es el más conotado experto en José Clemente Orozco y ofrece una breve, sustanciosa y veladamente crítica conferencia introductoria sobre el pintor nacional. Se acompaña de proyecciones de sus dos colegas sine qua non y además de otras obras, entre éstas, muy acertadamente se incluyó a Jackson Pollock.

Aunque tradicionalmente sabemos que Pollock, con quien más se relacionó fue con Siqueiros, lo que no es tan sabido (aunque no quedó ilustrado) es la enorme influencia de Orozco en sus dibujos realizados bajo tratamiento sicoanalítico, mismos que están publicados.

Mi única crítica a este video es que el realizador no cuidó de indicar a su personaje que la vestimenta toda gris era inadecuada para la proyección que suele incluir su visión no en una, sino en dos pantallas.

Las cuatro obras obstruidas con láminas de acrílico empañado y esmerilado hacen que uno se asome a través de los letreros que funcionan como ventanucas, para vislumbrar el pigmento. Pancho Villa es el villano oficial, Zapata el ícono oficial, el grabado tipifica las peligrosas masas.

En eso estaba yo, intentando explicar Jiquilpan al mayor de mis acompañantes: de 16 años, cuando su hermano Pablo, de 13, quien se había adelantado para ver el Autorretrato de 1946, me soltó la siguiente pregunta: ¿Era nazi José Clemente Orozco?, aseverando: Es que los tiempos coinciden, y el bigote es hitleriano.

Al final de la muestra la foto del archivo de Carlos Aguirre en impresión digital adjunta a El ahorcado, de Orozco, ofrece idéntica iconografía. Así el artista curador que comentó a Orozco fue retomado al final por el propio pintor.