Número 207 Jueves 3 de Octubre de 2013 Director fundador CARLOS PAYAN VELVER Directora general CARMEN LIRA SAADE Director: Alejandro Brito Lemus |
Humberto Aguirre* Tetas al aire contra el islam Uno pensaría que para defender la equidad social en el mundo, “minar los fundamentos del sistema patriarcal expresados en los regímenes dictatoriales, en la iglesia y en la industria del sexo”, se necesita mucho más que un par de tetas al aire y consignas. Femen, una organización autoproclamada feminista, cree lo contrario y en topless irrumpe virulentamente cónclaves, inauguraciones y actos oficiales variopintos. Es cierto que el contexto donde nace Femen es diferente al de las democracias liberales de Occidente, que su pobreza en recursos y teorías y su retórica ingenua es de un feminismo primitivo y defensivo que no ha conocido las luchas del siglo pasado, ni las políticas de Estado a favor de las mujeres. Es cierto también que no hay una sola manera de vivir y construir el feminismo y sin duda, las mujeres ucranianas sufren una explotación patriarcal brutal, sin embargo, esto no hace necesariamente de las actividades de Femen un activismo ni feminista ni progresista ni útil. Los métodos del movimiento, contrariamente a subvertir y deconstruir los códigos dominantes, los usa, los refuerza y los publicita. Femen exalta la sexualidad femenina, no desde la creativa descontextualización de los patrones del opresor, sino desde el estereotipo una y mil veces refrito del relato masculino. Lo que Femen pretende etiquetar como un acto liberador de transgresión social y recuperación del cuerpo, no es muy diferente a la representación femenina de la publicidad, la pornografía y el arte en general. Femen pone al cuerpo de las mujeres, al servicio de un relato masculino. Femen enarbola causas objetivas para legitimarse, tales como la ecología, la pobreza y la equidad, cuya defensa genera consensos y complacencia en la lucha, aunque las integrantes no tengan ninguna idea del mecanismo por el cual las tetas al aire contribuyen a un mundo mejor. Por otra parte, Femen, voluntaria o involuntariamente, ha hecho eco de un discurso neoconservador y reaccionario. Este año, una joven tunecina de 19 años, Amira Tyler, desconocida hasta entonces, brincó a la fama mundial por publicar en las redes sociales fotografías con las tetas al aire con sendas leyendas: “al diablo la moral” y “mi cuerpo es mío y no representa el honor de nadie”. Como era de esperarse, los sectores más conservadores reaccionaron y cierto imán dictó una fatua que la condenaba a recibir cien latigazos y a morir lapidada. Casi de inmediato, el colectivo Femen se embarcó en una campaña mediática global emulando las acciones de Amina y protestando públicamente, no sólo con la intención de “salvarla” de la delirante sentencia de un solo islamista radical, sino también para abogar por la libertad de todas las mujeres pertenecientes a una comunidad de mil millones de personas repartidas por los cinco continentes. Con estas acciones, Femen ha optado por explicar los fenómenos y conductas de las personas por la pertenencia a su grupo. Mediante el estereotipo y el menosprecio, ha erigido un muro entre “nosotras” y “ellas”: nosotras, las de vocación libertaria y ellas, las mujeres musulmanas; las libertadoras y las que necesitan ser liberadas. Femen trata al islam como una entidad monolítica y tiene una visión maniquea que le impide reconocer identidades colectivas que no son la propia. No nos confundamos, no nos adherimos a un ciego determinismo cultural que aprueba los latigazos o la lapidación arraigada en los usos y costumbres; creemos más bien, que la emancipación frente a la vertiente más radical del islamismo reeditada a mediados del siglo XX, no depende de un feminismo de importación; las mujeres musulmanas deben ser responsables de su propia “liberación” y a Occidente corresponde no cerrar los ojos ante las contribuciones que ha hecho para que los musulmanes se refugien en prácticas de cuño fundamentalista. Femen ha adoptado la falaz disyuntiva entre las tetas al aire y la sumisión patriarcal y con su crítica maniquea borra la frontera entre el islam y el fundamentalismo islámico. Las acciones de Femen no buscan propiciar el debate, de ser así, defenderían la separación de lo teológico y de lo político, por ejemplo; nadie es tan ingenuo para pensar que sus actos puedan propiciar un despertar de la mujer “oprimida”. La libertad no se manifiesta atacando una identidad colectiva que por cierto, encierra también una identidad individual e íntima. El maniqueísmo, sin embargo, da buenos frutos: es muy gratificante presentarse como apóstol del bien y la libertad universal al mismo tiempo que se recluta adeptos atraídos por la imagen de un liderazgo moral intransigente. No se sabe si la exacerbación del conflicto, la virulencia y la provocación, es causa o es consecuencia de la pobreza intelectual y conceptual de Femen; lo cierto es que con el uso de ingredientes descontextualizados venidos del islam (topless jihad), usando elementos caricaturizados de un imaginario prejuicioso y superficial (sextremism), se hace blanco no sólo de los ulemas fundamentalistas, sino también de los cientos de miles de migrantes musulmanes que comparten el país con las nudistas de Femen. El movimiento ucraniano se ha puesto del lado de la tesis del choque de civilizaciones, de los discursos propagandísticos y el panfleto de la diferencia entre “ellos y nosotros”, llevado ahora al campo del género. El feminismo no necesita eso. No se dialoga con quien niega la identidad prójima y próxima, como lo han expresado en sus réplicas a través de las redes sociales las mujeres musulmanas que no se sienten ni representadas ni liberadas por Femen. Como a los caricaturistas daneses que dibujaron a Mahoma con una bomba como turbante, para demostrar cuán libres son, a las integrantes de Femen habría que recordarles, como apunta Tvetzan Todorov, que “entre el ámbito legal que se apoya en prohibiciones y el personal, donde la libertad se amplía, se inserta un ámbito público y social impregnado de valores”. * Monero y doctor en sociología por la universidad de Roma "La Sapienza”
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