Rituales entre tormentas
Meteoros y protestas
Holografía institucional
Banderazo a la represión
as meteorológicas han sido las perturbaciones más recientes, pero no las únicas. Frente a tragedias de las dimensiones que se viven en varias localidades, Acapulco en especial, Enrique Peña Nieto ha actuado con obligada rapidez escénica, negándose a asistir a la cena de gala que había organizado luego del desabrido Grito con ayuda de memoria por escrito (acordeón
, se decía en la jerga escolar) que protagonizó frente a un Zócalo recuperado por la fuerza y en el que no pudo juntar entusiasmo cívico ni evitar la escucha de rechiflas y coros en contra, entre luces verdes de láser y acompañamiento familiar que en momentos parecía asombrarse ante expresiones disonantes en la planicie.
También mostró capacidad reactiva en cuanto terminó la ostentosa exhibición de fuerzas armadas oficiales que en la misma Plaza de la Constitución mostraban sus recursos, mientras en buena parte del país la población clamaba por el apoyo logístico que las débiles instituciones estatales y municipales apenas podían bocetar, en espera esos mexicanos en desgracia de que terminara el desfile cívico-militar
para comenzar a ser atendidos por soldados, marinos y vehículos y tecnología reservada para el uso de la Federación. Luego de presenciar el sugerente espectáculo de poder, Peña Nieto se concentró en la atención directa del drama derivado de las lluvias excesivas que de manera excepcional cayeron en ambas costas mexicanas, yendo incluso al puerto guerrerense donde para fines de mayor realce propagandístico habría de dormir.
El ocupante de Los Pinos se sostuvo al pie del cañón ritual (a pesar de que la desgracia meteorológica en curso ya exigía desde el 15 una atención absolutamente concentrada en ella), porque las dos ceremonias del Zócalo eran para él una suerte de presunta victoria política, una holografía de fuerza institucional, un ensueño de recuperación de la verticalidad de mando, un remanso de fabricada y efímera vuelta a la normalidad: su Grito, su Desfile. Una especie de segunda toma de posesión en dos tiempos, entre solemnidades septembrinas de salón y la demanda popular de ayuda urgente de paisanos entre aguas.
Peña Nieto recuperó el Zócalo capitalino volcando el amago de la fuerza represiva sobre profesores en protesta que en una porción importante resistieron hasta el final, logrando exhibir el desalojo real que algunos medios pretendían manejar como un acuerdo o entendimiento entre cúpulas. El peñismo violentó derechos y garantías para satisfacer necesidades ceremoniales. Sin asidero jurídico suficiente, impuso a millares de ciudadanos una expulsión a contentillo, privilegiando fiestas cívicas, en especial el desfile de las fuerzas armadas, sobre el ejercicio legítimo de derechos constitucionales.
El zarpazo del viernes 13 es más grave de lo que algunas lecturas apresuradas podrían suponer. Parecería blanco
, aunque hubo decenas de detenidos arbitrariamente y un número indeterminado de personas con lesiones menores. Pero su carga fundamental está en la instalación natural
del ánimo y la operación represivas en el contexto de las protestas sociales contra el reformismo (y no solamente contra el relacionado con el control laboral de lo educativo). Ese viernes se produjo un acrecentamiento en la disposición del priísmo gobernante para enfrentar con dureza la disidencia organizada.
A consecuencia de ese banderazo de salida en el Zócalo capitalino se produjeron escenas peores en otros lugares, en especial en el Veracruz administrado por Javier Duarte, quien se ha esforzado por ofrecer esa entidad como laboratorio de pruebas para acciones represivas diversas (violencia contra periodistas, criminalización del tuiteo y otras actividades críticas en Internet, por dar dos ejemplos) y como afanoso reproductor de líneas federales lesivas a la población. En varias ciudades veracruzanas, pero sobre todo en Xalapa (con X), el retozo represivo a partir del indicativo federal desde el Zócalo incluyó el uso de perros amaestrados y de balas de goma contra los profesores desalojados de madrugada.
Otro gobernador priísta, Roberto Borge, hizo que su tenebroso secretario de seguridad pública, el general Bibiano Villa, montara un amedrentamiento extremo contra los profesores que estaban plantados en la principal plaza de Chetumal, obligándolos a moverse de madrugada a otro lugar, ante un emplazamiento oficial de ser desalojados al costo que fuera. Días atrás, el 11, el gobernador priísta de Campeche, Fernando Ortega Bernés, había ordenado el uso de macanas y gases lacrimógenos (lo que dejó varios lesionados) para expulsar a profesores que se habían instalado a las afueras de los edificios donde operan el propio mandatario y el congreso local.
Y sin embargo, la lucha magisterial se mueve. En la capital del país la CNTE planea el natural retorno al Zócalo, desde donde pretende continuar con sus protestas. Las fuerzas federales intentarán impedir ese regreso a la cercada Plaza de la Constitución, sin base jurídica alguna, como una continuación del ejercicio discrecional del poder peñista, con derechos y garantías a consideración de la barandilla de Los Pinos. En varios estados, Veracruz de manera destacada, la represión ha exaltado los ánimos de lucha y ahora se producen protestas incluso en plazas ajenas a la CNTE, con profesores pertenecientes al oficialista SNTE al que tachan de traidor.
Y, mientras Miguel Ángel Mancera rinde hoy su primer informe de labores, con el estigma del caso Heaven, con acusaciones encontradas, unas que lo señalan por ser demasiado condescendiente con las marchas de protesta y otras que lo consideran proclive a la represión, y con una generalizada calificación negativa que contrasta con la que sus antecesores perredistas tuvieron en este primer tramo, ¡hasta mañana, viendo que los productos inflados de la marca Televisa pasan por momentos complicados ( El Tri, El Canelo y un personaje recién visto en televisión junto a una dama de vestido verde como el de Fiona)!
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