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La pianista falleció el miércoles a los 90 años; fue referente de la música mexicana de concierto

Deja María Teresa Rodríguez una huella de virtuosismo y generosidad

La herencia trascendente de la maestra está registrada en las grabaciones que dejó de las composiciones de Carlos Chávez, su amigo y mentor, consideró el crítico Juan Arturo Brennan

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Ha valido mucho la pena dedicar la vida a la música; he sido muy feliz, declaró la pianista a este diario en 2008Foto Carlos Cisneros
 
Periódico La Jornada
Viernes 6 de septiembre de 2013, p. 3

La muerte de la pianista María Teresa Rodríguez, acaecida la noche del miércoles en la ciudad de México a los 90 años de edad –según confirmó ayer el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo–, representa la desaparición de una de las figuras referenciales de la historia reciente de la música mexicana de concierto.

Sus restos son velados en una agencia funeraria al sur de la capital del país, informó dicha instancia cultural, la cual adelantó asimismo que el gobierno de Hidalgo, entidad natal de la maestra, le rendirá un homenaje póstumo en fecha aún por precisar.

La noticia fue tomada con pesar en los ámbitos sonoro y cultural nacionales, dentro de los cuales era considerada una de las mejores artistas mexicanas del siglo XX, al lado de las también pianistas Angélica Morales y Esperanza Cruz.

En particular, tres son las virtudes que se le reconocieron en el transcurso de su longeva existencia: su virtuosismo como concertista, su generosidad como docente y el rigor con el que interpretó y grabó la obra de Carlos Chávez, su mentor y amigo.

María Teresa Rodríguez ha dejado una huella muy importante en el ámbito musical de nuestro país por varias razones. La primera es que literalmente fue una pianista chapada a la antigua, con todo lo que eso implica: su actitud ante el repertorio, su rigor en la elección de la música que tocó y grabó, y el enfoque exigente que tuvo como intérprete y como maestra. Era una representante emblemática de una forma muy tradicional de concebir y hacer la música, destacó ayer el crítico de música Juan Arturo Brennan.

“En lo particular, rescato de su legado que ella articuló una serie de relaciones muy importantes para la música mexicana, básicamente con su trabajo cercano y asiduo con Carlos Chávez y Eduardo Mata.

Estoy seguro de que la relación entre los tres fue un foco de enriquecimiento notable de la música mexicana en el siglo XX. La herencia trascendente de la maestra Rodríguez está, principalmente, registrada en las grabaciones de la música de Carlos Chávez que nos dejó. Sin duda, esto tendrá importante repercusión con el paso del tiempo.

Opinión similar es la del promotor cultural y ex director del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) Ignacio Toscano, quien definió a María Teresa Rodríguez no sólo como una de las mejores pianistas que ha tenido México, sino como una ejemplar educadora y maestra.

No hay que olvidar que fue la pianista de Carlos Chávez en su taller de composición en el conservatorio y que grabó toda la obra pianística de este gran compositor. Además formó a varias generaciones de pianistas. Su memoria era prodigiosa (se dice que sabía 400 obras), agregó Toscano, quien en 2005 rindió homenaje a la maestra a través de su programa de educación musical Instrumenta Verano, en Oaxaca.

Nacida en Pachuca, el 18 de febrero de 1923, la biografía de María Teresa Rodríguez la ubica con un origen ciento por ciento musical, por los lados materno y paterno. Su mamá era pianista y maestra y su papá, cantante. También como niña prodigio, que comenzó sus estudios pianísticos a los cuatro años, que a los ocho debutó con orquesta y a los 14 se graduó de concertista.

Alumna de Antonio Gomezanda, la intérprete se significó asimismo por pertenecer en línea directa a la estirpe artística de Johann Sebastian Bach, al estudiar asimismo con Alexander Borovsky.

Otro hecho destacable en su trayectoria es que le correspondió ser la primera mujer en dirigir el Conservatorio Nacional de Música, entre 1988 y 1991. A ello se suma una exitosa carrera a escalas nacional e internacional, con recitales y como solista de prestigiadas orquestas.

Su entrega tanto en el escenario como en la docencia le hicieron acreedora de varios premios y reconocimientos, entre ellos la Orden al Mérito Cultural de Polonia, por su difusión de la obra de Chopin; el de la Excelencia Académica del Instituto Nacional de Bellas Artes, la Medalla de Oro de Bellas Artes en 2006 y el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 2008.

Elegir la música como destino y goce fue la mejor decisión que pudo tomar la maestra, reconoció en una entrevista con La Jornada, precisamente con motivo de la recepción del último galardón en mención.

Ha valido mucho la pena dedicar la vida a la música; he sido muy feliz. Además, me tocó una época muy interesante, en la que el país iba hacia arriba y en la que siempre teníamos esperanza, y podíamos luchar y tocar. En cambio, desde hace 30 años atestiguamos una debacle, dijo en aquella ocasión.

Entre los diversos aspectos que abordó, destaca el de su apasionamiento por la música de Bach, la cual conoció y comenzó a tocar desde los cuatro años de edad.

Alguien me preguntó cuál sería la música que me gustaría oír cuando estuviera muriendo y no me queda duda que me gustaría morir acompañada por algún preludio de sus fugas; son poemas de incomparable belleza, señaló.

Llamamos música romántica a la que fue escrita durante el Romanticismo, pero Bach es un romántico nato. Para quien lo dude, ahí está como prueba el hecho de que se casó dos veces y tuvo 20 hijos. ¡Debió tener, pues, algún romance o sentirlo!