El grupo colombiano puso a girar a su grey en El Plaza Condesa; promueve Tumbando por ahí
Se nos dio hacer salsa, por el gusto que siempre le profesamos a ese género: La 33
Lunes 1º de julio de 2013, p. a13
Considerada la vanguardia salsera y una de las agrupaciones más sólidas en el ambiente musical bailable, La 33 se presentó la noche del sábado en El Plaza Condesa en el contexto de la gira promocional de su nuevo disco Tumbando por ahí, álbum de 12 temas que representa su madurez estilística.
La agrupación colombiana, que en poco tiempo ha llegado a ser un fenómeno de interés global con más de mil 500 presentaciones repartidas en los cinco continentes, arribó a México (también se presentó en Xalapa y Puebla) con este trabajo que, según Sergio Mejía, director y fundador del colectivo, resume el sentimiento que nos ha llevado a convertirnos en lo que ahora somos: músicos de la salsa, de la gente, de la calle
.
En entrevista con La Jornada, el contrabajista y ex roquero refiere que Tumbando por ahí es un recorrido musical y vivencial de la agrupación en la que cada uno aporta ese tumbao o latido que viene del corazón, y nos recuerda que estamos vivos, que vinimos a este mundo a gozar
.
Son 12 temas que por separado “hablan de nuestra ciudad, de la vida, de la música, del amor… pero en su conjunto reflejan las experiencias recogidas en este tumbar cotidiano, en este constante aprendizaje”.
Alineación
La 33 está integrada por 12 músicos provenientes de tendencias como rock, ska, reggae, jazz… como el caso de Sergio Mejía, quien fue músico de una banda de ska llamada La Sonora Cien Fuegos.
La mayoría de ellos son originarios del barrio bogotano de Teusaquillo y se conocieron en el Colegio Salesiano de León XIII. Al coincidir su gusto por la salsa decidieron dejar de hacer lo que hacían y ponerse a estudiar a fondo tal expresión musical asumiendo el estilo Nueva York. El sonido del Caribe urbano, con una fuerte sección de metales y el set completo de percusiones afrocubanas.
Cuenta el joven Mejía que sus grandes motores fueron el boogaloo, la timba, el latin jazz, el son montuno, el funk y el mambo. Y tras mucho estudiar y someterse a rígidas disciplinas de ensayos notaron que sí podían avanzar en el género e impulsarlo como una propuesta valedera.
El Quiebra Canto, un bar de los suburbios bogotanos fue el primer espacio donde ejercieron y experimentaron. Más adelante accedieron a otros tablaos, otros foros, los primeros festivales y el mundo los conoció gracias al tema Pantera mambo, versión salsera de la Pantera Rosa, de Henry Mancini, incluida en su primer disco, La 33 (2004). Luego vinieron éxitos radiofónicos como Descarga 33, de su segunda producción Gózalo (2007) y la adaptación rumbera de Roxanne, de Police, incluida en el tercer trabajo discográfico Ten cuidado (2009); esa pieza los mantuvo vinculados a la peña roquera que, pese al cambio de rumbo, no los abandonó.
–¿Cómo en una ciudad tan parca, tan roquera, tan alejada del calor caribeño, como Bogotá, se pudo lograr un grupo salsero como el de ellos?
–Porque Bogotá es muy cosmopolita, muy musical; con una atmósfera única, en la que conviven muchas expresiones tonales que van del rock al jazz o de la música electrónica al folclor colombiano y eso propicia cualquier desarrollo musical.
“Se nos dio hacer salsa por el gusto que siempre profesamos al género y la admiración a orquestas como Fania All Stars, Orquesta Broadway, Sonora Ponceña, Gran Combo, de Puerto Rico, y Van Van de Cuba… Tito Puente, Willie Colón, Héctor Lavoe… y aunque en Bogotá no había una escena salsera como la de Cali, encontramos las condiciones para desarrollar nuestro proyecto, tanto en público como de espacios laborales”.
La actitud de músicos desenfadados y pinta de skateros-reggaeseros con sus ropas informales, cabello largo a lo rasta, totalmente alejados del esteriotipo y elegancia salsera, provocó que los duros de la salsa no los tomaran en serio. Fueron sus composiciones y las ejecuciones musicales, apegadas a los cánones de la rumba urbana, lo que llamó la atención y despertó el interés en su trabajo.
Sabíamos desde un principio que eso iba a suceder. Pero no podíamos cambiar de la noche a la mañana nuestra personalidad, teníamos que seguir siendo los mismos y enfrentarnos al reto de convencer con nuestro trabajo a pesar de la pinta
, declara Mejía.
“Hoy día, siento que tenemos el apoyo de un público más abierto, más allá de los recios roqueros o los fieles salseros. Un público en su mayoría integrado por jóvenes, abiertos a todas las posibilidades musicales, que no se prejuician tan fácilmente…
“Nuestra puesta en escena es muy diferente a lo que sucede en la salsa y al parecer eso es lo que les ha gustado a nuestros seguidores. No vestimos uniformes ni trajes; aparecemos tal como somos y utilizamos elementos no incluidos en la tarima salsera, como programadores, diyéis y pantallas donde proyectamos videos mientras desarrollamos la música”.
Después de 12 años de carrera La 33, lejos de claudicar a un estilo lo ha mejorado/consolidado hasta convencer a públicos tan diversos, como los de festivales de jazz, rock, músicas del mundo
y alternativos. En pocas palabras una agrupación símbolo de la salsa de hoy, de este siglo: salsa mestiza, salsa-indie, urbana, con proyección y desarrollos escénicos sui géneris.
La juventud, el desparpajo, la fuerza escénica y el carisma grupal le han elevado a la condición de la mejor banda de salsa
. Sergio Mejía pone los pies en la tierra y confiesa que más que estrellas de la salsa
se consideran aprendices del género
. Y que lo logrado hasta el momento ha sido un juego de circunstancias que nos ha beneficiado
.
“Nuestra misión por la vida –concluye–, es seguir tumbando por ahí, poner a la gente a gozar, colaborar un poco con esa alegría tan necesaria en momentos en que las cosas andan malucas”.
Y así lo demostraron la húmeda noche sabatina en el espacio de la Condesa, en la que pusieron a girar a su grey (en su mayoría jóvenes clase media) con lo más sólido de su repertorio y las nuevas piezas que integran su nueva producción, Tumbando por ahí.