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Una calle
Dentro de uno también hay calles, como las hay en las pequeñas y las grandes ciudades. No son muros, como ésos que derribamos con los puños, sino largas empedradas que uno puede utilizar para ir a visitar a un amigo, un doctor o un tendero. También nos sirven para huir de nosotros mismos o regresar a lo que fuimos. Las llevamos dentro, con sus puentes levadizos y sus paradas de autobuses. Yo no lo creía, pero ahora no podría dudarlo. También hay calles dentro de uno, viejas y nuevas, transitadas e intransitables. Yo descubrí hace un instante una que fue bálsamo en este día aciago: la que está junto a Plaza del Rey, a la altura de la lonchería Tic-Tac. Una calle con su camellón arbolado, un taller de mofles enfrente y un árbol. La veo claramente dentro, transitada, ciertamente azul. Si inclino la cabeza puedo atisbar, incluso, el jardín Núñez. Ha sido bálsamo ese pedazo de calle que, bien vista, no va a ninguna parte. Sobre todo porque me ha hecho un viento fresco dentro que arranca de la banqueta toda la hojarasca de la tarde. |