Bekas
ekas (término que designa a un niño huérfano, víctima de una guerra) es el primer largometraje de Karzan Kader, realizador iraquí de origen kurdo establecido en Suecia.
Parábola de la supervivencia presentada en tono de comedia y desde el punto de vista de dos niños huérfanos, Dana (Sarwai Fazil), de 10 años, y su hermano Zana (Zamand Tana), un vociferante e infatigable infante de siete años. Su experiencia cotidiana es una continua evasión fantasiosa de la realidad de un país en guerra. Sus padres han perdido la vida, se infiere, como víctimas de la dictadura de Saddam Hussein, personaje que los dos niños detestan. Su sueño, alimentado por el cine hollywoodense, es emular y en lo posible llegar a conocer a Supermán, el héroe máximo que podrá doblegar a los tiranos y resucitar a sus padres con sus poderes sobrenaturales.
Esta fantasía, particularmente absurda para cualquier persona adulta, perfectamente lógica y compartible por niños en una época y en lugares por completo alejados de la educación básica y la Internet, posee un gran atractivo por el candor y el desenfado con que el realizador elige contarla.
Son muy pocos los momentos de verdadero dramatismo en el relato, acaso el mayor sea el encuentro de uno de los niños con una mina explosiva. El resto de la historia es una reunión de anécdotas que informan sobre la educación sentimental de los dos huérfanos: el temprano enamoramiento de uno de ellos, la complicidad del más pequeño con un anciano que hace las veces de mentor espiritual, la perseverancia con que los dos procuran emprender a pie desde Kurdistán el viaje hacia el Estados Unidos soñado, tierra donde seguramente el hombre de acero los aguarda para regresar con ellos.
Karzan Kader convoca, a la manera de un Julio Verne de un viejo reino persa, las fantasías más delirantes. Los mapas del aventurero infante acortan las distancias, los niños sobreviven bebiendo coca cola, viajando de polizontes en camiones de carga, burlando a guardias fronterizos, negociando el viaje maravilloso con mercaderes y contrabandistas.
Nada de esto podría figurar un instante en las dramáticas ficciones con que el mejor cine iraní ha colocado a los niños en primerísimo plano. Y, sin embargo, la apuesta por una vertiente de comedia no está exenta por momentos de una gravedad conmovedora.
El niño Zana (actor no profesional, como su protagonista hermano) despliega una simpatía enorme en la que también aflora, sin el menor patetismo, su vulnerabilidad de infante abandonado.
El realizador ambienta y filma con pulcritud esta historia arriesgada. En medio del horror de una guerra, contrapuntos humorísticos de este tipo valen su peso en oro.
Se exhibe en la sala 10 de la Cineteca Nacional a las 15:00 y 19:00 horas.