Rodolfo Gaona X
1912.
se fue el primer gran año de Gaona en España y, también, el de los muchos sustos.
Vayamos por partes.
Para comenzar, nombró un nuevo apoderado, Juan Cabello, hombre enterado de las cuestiones taurinas, el cual pa’pronto le firmó 71 corridas, de las cuales el de León únicamente pudo completar 62, siendo el diestro que más tardes vistió de luces, tomando parte en las mejores ferias y a muy buen dinero.
Y vino la epopeya.
La primera de esas fechas la toreó en Lorca, festejo que le dejó una perpetua huella: llegó con la mano al pelo y, a la vez, se hirió en la falange del pulgar derecho que ya nunca pudo mover bien y al día siguiente, al llegar a Madrid para participar en la corrida de Beneficencia, los dolores eran terribles y apenas podía mover el brazo.
Así que fue a ver al empresario, doctor de apellido Islas y le dijo que no podía torear; el galeno insistía en que sí y Gaona decía que no, hasta que aquél le dijo sí que vas a torear, ¡ya lo verás!
Le curó la herida, sabrá Dios con qué medicamentos, con lo que desaparecieron los dolores y consiguió una gran tarde.
El nombre del mexicano estaba ya en todas partes, su fama subía como la espuma y, por fin, vino su consagración de gran figura, el 21 de abril, en la plaza de Sevilla, alternando con El Gallo y Minuto, siendo los toros de don Gregorio Campo y a su primero, un astado hecho y derecho, lo toreó con el capote de forma tal que las ovaciones no cesaban y lo mismo sucedió en los quites (cuatro, porque aquellos toros sí que peleaban ante los caballos); con las banderillas, fueron cuatro los grandiosos pares y con la muleta el trasteo fue una cátedra de sapiencia y elegancia y, con el acero, despachó al astado de una entera sin puntilla y, valga consignar que durante muchos años, la afición de Sevilla citaba aquello como algo nunca antes visto.
¡Lo que habrá sido!
Crecía la fama de Gaona y en Madrid repitió la dosis, pero al ir por uvas, el toro lo prendió y si no lo hirió, sí se llevó un severo palotazo en el pecho y volvió a vestir de luces el 27 de mayo, en la plaza de Córdoba, para vérselas con un encierro de don Gregorio, siendo sus alternantes Machaquito, El Gallo y Manolete (antecesor del tan llorado Monstruo), corrida en la que vistió de negro y oro.
Negra historia…
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Se fue al tobogán.
El toro de Campos fue tan bravo y noble como el que inmortalizó en Sevilla y volvió a formar la grande, pero al quererlo despachar, pinchó en lo duro y al segundo intento, el burel lo esperó y lo puso de astronauta y mientras volaba lo hirió cerca en la tetilla izquierda y le fracturó dos costillas.
La cornada no fue muy profunda, pero las costillas fracturadas amenazaban con perforarle un pulmón pero, por fortuna, se repuso tras un mes de intensos cuidados, por lo que perdió varias corridas.
Y a volar más.
Casi todas las tardes lo cogían los toros, sin herirlo, pero no cesaba de visitar las alturas, sin que Gaona se explicara porqué seguía de astronauta.
Hasta que lo supo…
Un amigo de él, andaluz por cierto, le dijo: es naturá y mira que has tenío suerte, que de milagro no te ha matao un toro
.
–¿Qué me quieres decir? Le preguntó Gaona.
–Con el apoderao que te cargas.
–¿Qué tiene él que ver en todo esto?
–Es que Cabello tiene mal fario.
–¿Qué eso? Quiso saber Gaona
–Ná, que tie mala sombra, que a los toreros que ha apoderado los matan los toros. Fue apoderao de Pepete y lo mató un toro, al iguá que a Serranito y lo mismo a un novillero.
Obviamente que lo anterior puso a pensar a Gaona, ya que en cuanto salía a la plaza subía y bajaba como si fuera piñata.
Él no era supersticioso, pero comenzó a serlo y, a poco, recordó lo del famoso vestido negro y oro, el de la cogida en Córdoba y ordenó que se lo prestaran al novillero Cocherito de Madrid, que sufrió una gravísima cornada y, en calidad de colofón, un principiante lo sacó en Toledo y murió en las astas de un burel.
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Lo de cajón
: se terminó el espacio y hay que resignarse.
No hay de otra
(AAB)