La medición de la pobreza en el mundo / VIII
Severa crítica a las mediciones multidimensionales europeas de pobreza
uien lea el capítulo 18 del libro Counting the Poor (Besharov y Couch, eds., Oxford University Press, 2012), denominado Anomalías de las medidas europeas de pobreza y exclusión social
, escrito por Neil Gilbert, profesor de la Universidad de California en Berkeley, con alta probabilidad coincidirá con él en que en su estadio actual de desarrollo, las medidas multidimensionales de pobreza enfrentan serios retos analíticos que generan dudas sobre su utilidad como indicadores científicos rigurosos para análisis comparativos
(p. 396). Este capítulo cierra la única parte del libro (la quinta) que aborda mediciones multidimensionales de pobreza. Gilbert es el comentarista de los otros tres capítulos de esta parte. El primero de ellos se denomina Desarrollando y aprendiendo de las mediciones de inclusión social de la Unión Europea (UE)
, escrito por cinco autores encabezados por Marlier. Al referirse a este trabajo, Gilbert dice que Marlier et al. exploran la naturaleza multidimensional de la pobreza al abordarla en el marco del concepto más amplio de inclusión social
. (p. 389). Marlier et al. se preguntan qué significado tiene la frase, ahora ampliamente usada en la UE, pobreza y exclusión social
. Para contestar, dicen que el asunto, no resuelto, se refiere al corazón de los objetivos societales
. Enumeran lo que consideran elementos esenciales
del contexto histórico-conceptual en el que los indicadores de inclusión social se desarrollaron
: a) el objetivo de inclusión social de largo alcance es que todos los ciudadanos de la UE participen en los beneficios de la integración y el desarrollo; b) la definición de pobreza ha sido, por tanto, relativa y basada en la noción de participación social (no lo dicen, pero la definición adoptada es la de Peter Townsend); c) el paso hacia pobreza y exclusión social refleja la aceptación que la privación es un concepto multidimensional y que, aunque la pobreza financiera sigue siendo importante, nuestras preocupaciones deben ser más amplias; en 1992 la UE definió que el término exclusión social es más abarcador que el de pobreza y captura mejor la naturaleza de los mecanismos por los cuales individuos y grupos son excluidos”; d) el concepto de exclusión introduce el elemento de agencia: en todos los países el diseño de la protección social y la forma en que se administra excluye a ciertos ciudadanos; el Estado es el agente principal pero no único; e) el reconocimiento de las limitaciones de la medición de ingresos llevó a la UE a adoptar la frase en riesgo de pobreza, indicando que quienes viven con ingresos inferiores a la línea de pobreza (LP) no necesariamente son pobres.
Gilbert señala que los indicadores de exclusión social acordados en la UE son de tres tipos: a) de pobreza de ingresos; b) de privación material, y c) de otras carencias sociales, como desempleo, carencias educativas, de vivienda y de atención a la salud. Los grupos a) y c) son claramente identificables en la tradición latinoamericana como pobreza de ingresos y pobreza de NBI (necesidades básicas insatisfechas). En cambio, el grupo b) deriva de la tradición británica que va de Townsend a Mack y Lansley e identifica, con estos últimos, las carencias forzadas en el estilo de vida, que originalmente se referían a satisfactores necesarios socialmente percibidos identificados vía encuestas. Marlier et al. informan que en la UE se consideran en situación de privación material los hogares que no pueden pagar tres o más de los siguientes nueve rubros (es decir, que son carencias forzadas): 1) enfrentar gastos inesperados; 2) un viaje de vacaciones durante una semana al año; 3) evitar atrasos en pagos fijos; 4) una comida cada tercer día con carne, pollo o pescado; 5) mantener la vivienda tibia; 6) lavadora, 7) televisión a color; 8) teléfono; 9) un automóvil (p. 313). Gilbert pregunta qué tanto añade esta dimensión de privación material a nuestro entendimiento de la pobreza derivado de la medición de ingresos. Señala que hay una baja correlación estadística positiva (0.3) entre la pobreza de ingresos y la presencia de tres o más carencias forzadas, entre los 25 países de la UE. Si hubiera una correlación alta los países con mayores porcentajes de pobreza de ingresos serían también los que tienen más altos índices de privación material. Pero no es así. Hungría tiene sólo 12 por ciento de pobreza de ingresos (está entre los ocho países con menos pobreza), pero tiene 37 por ciento de hogares con privación material, el quinto más alto de los 27 países de la UE (véase gráfica). En contraste, los valores de privación material están bastante más correlacionados con las líneas de pobreza de cada país como se muestra en la gráfica (la tendencia general, con excepciones, es que a mayor LP es menor el porcentaje de personas con tres o más carencias).
Gilbert se percata de estas peculiaridades: Dicho de manera simple, mientras más baja es la mediana del ingreso de un país, más alto es el porcentaje de personas que sufren privación material. Estos hallazgos destacan un problema esencial del uso de definiciones relativas de pobreza en el análisis comparativo: no proveen una representación fiel de las diferencias en el bienestar material en países con un amplio rango de medianas de ingresos
(p. 390). Aunque las críticas de Gilbert reflejan percepciones profundas (además de las mencionadas, el confuso mensaje que los paradójicos resultados envían para la definición de políticas públicas: si se quisieran hacer transferencias de ingresos entre países para reducir la pobreza/exclusión social, ¿a qué países se harían: a la República Checa que tiene alta privación material y baja pobreza, o al Reino Unido que tiene baja privación y alta pobreza?), no ve lo esencial. Mientras la pobreza se está midiendo, en la UE, con un indicador absolutamente relativo (la LP de Luxemburgo es casi 10 veces la de Rumania), el paquete de satisfactores para identificar privación material, es absolutamente absoluto: el mismo conjunto de nueve rubros con umbrales idénticos para todos los países (una semana de vacaciones, una tv a color para cada hogar, etcétera). O se es relativista en ambas mediciones o absolutista en ambas. De otra manera, combinarlas no tiene sentido.
1 Frase usada en el título de Pantazis, Gordon y Levitas (eds.), Poverty and Social Exclusión in Britain, Policy Press, Bristol, 2006, el último libro colectivo del grupo de herederos intelectuales de Townsend en la Universidad de Bristol donde todavía colaboró como autor Peter Townsend antes de fallecer en 2009. Este libro, casi totalmente ignorado en Counting the poor, fue responsable de esta escisión conceptual que en lugar de un concepto único, pobreza, para denotar la situación carencial humana, lo haya dividido en dos.
2 Esta frase refleja uno de los sesgos que he criticado en los estudios del grupo de Bristol y también de los irlandeses Nolan y Whelan: la obsesión por no sobrestimar la pobreza que lleva a poner más y más requisitos para identificar un hogar como pobre. Para un análisis detallado de estas críticas, véase Julio Boltvinik, Métodos de medición de la pobreza. Una tipología. Limitaciones de los métodos tradicionales y limitaciones de los combinados
, en Boltvinik y Damián (eds.), La pobreza en México y el mundo. Realidades y desafíos, Siglo XXI editores, 2004.
3 Véase el trabajo de Boltvinik citado en la nota anterior para la descripción de esta tradición británica y las referencias bibliográficas de los autores involucrados.
4 Quitando a Chipre (que, como se aprecia en la gráfica se sale de tendencia) y a Bulgaria y Rumania que tienen valores extremos, ajusté una curva exponencial y obtuve una R2 de 0.78.