El violonchelista, uno de los más grandes en la actualidad, instruyó a cientos de alumnos
La clase magistral que impartió en el CNA, culminó con breve recital, junto a Carlos Prieto
Martes 12 de febrero de 2013, p. 7
Porque tenemos muchas historias por contar todavía, simplemente por eso es que la música debe seguir viviendo, dijo anoche el violonchelista de origen chino Yo-Yo Ma en el auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes (CNA), donde impartió una clase magistral para alumnos de violonchelo.
El oficio del músico, explicó, consiste en contar todas esas historias que escucha, observa, vive cuando está de gira, en la calle o enfrente del público en una sala de conciertos. No se trata entonces de una cuestión de técnica instrumental, sino de trascender ese dominio para acercarnos al territorio de la esencia: la intimidad de una historia en su naturaleza dramática, idílica, amorosa, sexual
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Es por eso, definió quien es uno de los más grandes músicos en el planeta hoy día, no hay como la música para completar una vida interior
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Para contar bien una historia en música, indicó a los alumnos que atiborramos el Auditorio Blas Galindo, llamado cariñosamente La Sala BlasGa, el maestro Ma estableció tres episodios básicos: en primer lugar, tener una certeza muy personal, íntima, de lo que es la música; segundo, qué estás haciendo con esa música; y tercero, igualmente muy importante, quién está recibiendo esa música, es decir: cómo es el público, de qué manera tomamos en cuenta sus emociones, su intimidad, su muy íntima intensidad, que es la manera como escuchamos la música
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Antes de iniciar un concierto, segundos antes de empezar a interpretar una obra, el maestro Ma hizo el mismo consejo que un maestro de periodismo indica a un reportero con la pregunta, ¿y aquí cuál es la nota?: es necesario preguntarse, ¿aquí cuál es la historia? Pues para hacer música es imperativo decir, expresar, comunicar lo que hemos observado. Si no sabemos qué vamos a decir, es lógico que no diremos nada y que por mucha técnica musical que poseamos, el público simplemente se aburrirá
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Durante dos horas y media, el más grande violonchelista vivo corrió escaleras arriba para convertirse en público de tres jóvenes estudiantes quienes sirvieron de monitores, corrió escaleras abajo, siempre con un micrófono inhalámbrico que, a la manera de Keith Richards en sus conciertos, se clavaba en el bolsillo del pantalón para seguir corriendo.
Saltó, jugó, gesticuló, bailó, gritó, lloró, hizo bromas mil. Todo el auditorio no paraba de reír a tambor batiente. Ser alumno de Yo-Yo Ma durante dos horas y media es uno de los oficios más divertidos, gozosos y plenos del mundo. Con el músico mexicano Carlos Prieto, culminó la sesión con breve recital: tres movimientos de la Sonata para dos Violonchelos que para ellos escribió el mexicano Samuel Syman.
Un puñado de mortales salió entonces de la Sala BlasGa con una sonrisa de oreja a oreja: ¡ser alumno de Yo-Yo Ma es el privilegio más divertido!