Según testimonios, los trabajadores fueron encerrados en un salón de la procesadora
Sábado 19 de enero de 2013, p. 19
Dublín, 18 de enero. Una serie de testimonios sobre el asalto y ocupación de la procesadora de gas ubicada en In Amenas, en el sureste de Argelia, comenzaron a circular hoy, un día después de que las fuerzas armadas argelinas lanzaron una ofensiva para recuperar la planta energética, en manos de una organización armada islamita llamada Batallón de Sangre, prácticamente desconocida hasta ahora.
Fue una pesadilla
, dijo un hombre citado por el diario francés Le Monde que no quiso revelar su nombre, mientras un irlandés que escapó en medio de la batalla del jueves aseguró que a los trabajadores cautivos les colocaron cinturones cubiertos de explosivos.
Los dos individuos estuvieron en el momento en que helicópteros y aviones militares argelinos fueron desplegados sobre In Amenas para impedir que los milicianos trasladaran a los rehenes.
En un principio se habló de un vehículo que fue blanco del ataque aéreo, pero de acuerdo con las versiones recogidas entre sobrevivientes de la movilización militar, el convoy que iba a desplazar a los retenidos estaba formado por cinco vehículos.
Cuando comenzaban a desplazarse, los vehículos quedaron bajo el fuego aéreo. Un número todavía no determinado de personas falleció en el hecho, aunque el jueves se habló de 15 guerrilleros y unos 34 trabajadores.
En la confusión, el irlandés Stephen McFaul logró escapar y llegar hasta un lugar seguro. Este hombre trabajaba como técnico en la planta manejada conjuntamente por British Petroleum, la noruega Statoil y la argelina Sonatrach.
Alexandre Berceaux, uno de los empleados franceses de la planta, relató que al notar que el comando islámico se hacía presente en la gasera, se escondió en una habitación de su casa y de ahí no salió en 40 horas.
Otros testimonios coinciden en señalar que durante la noche del miércoles al jueves los tabajadores retenidos no recibieron alimentos y debieron permanecer encerrados en un salón. Todos lloraban y gritaban.
En ese lugar, los empleados de la planta observaron cuando uno de los elementos del comando mató a sangre fría a un estadunidense.
También desde ese mismo salón, los cautivos debieron observar y escuchar los disparos y los incesantes movimientos de vehículos terrestres y aéreos, luego de que las fuerzas armadas argelinas abrieron fuego contra el convoy y emprendieron la batalla por el control de la gasera, que este viernes sigue rodeada por militares, en espera del asalto final sobre el comando de musulmanes armados.
El asalto de las fuerzas armadas argelinas fue lanzado sin que los gobiernos de los extranjeros fueran notificados, según versiones oficiales difundidas desde Washington, Londres, París, Oslo y Tokio.