Opinión
Ver día anteriorJueves 20 de diciembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Las novedades del PRI
E

l PRI ha vuelto al poder con novedades interesantes. No hablo de la firma del pacto entre las fuerzas políticas relevantes, pues no es esa una originalidad del gobierno de Peña Nieto. Lo nuevo del nuevo gobierno estriba más en la experiencia de la competencia con otros partidos en que se han formado muchos de sus funcionarios que en la propuesta de un acuerdo al margen del Congreso. Muchos han sido los pactos en la historia del México contemporáneo; en cambio, muy recientes y relativamente escasas son las biografías de los miembros del gobierno cuya carrera ha transcurrido en un ámbito de competencia con partidos de oposición con los que se disputa efectivamente el poder por la vía del voto popular. Para empezar, una trayectoria de esta naturaleza es formativa, no hay más que recordar la capacidad discursiva de los jefes de gobierno que provienen de una carrera parlamentaria; pensemos en David Cameron, François Hollande o Angela Merkel, que aprendieron a persuadir a sus electores en los debates con la oposición. Además, esta experiencia de la competencia política puede generar actitudes favorables a la negociación; sin embargo, también puede fomentar en el ganador la tentación a hacer valer la victoria, a disfrutar la derrota del adversario y hacerle morder el polvo.

Todavía es muy pronto para saber si el PRI hoy en el poder va a comportarse como un ganador discreto que sabe que las victorias políticas tienen, por naturaleza, la vida breve; o si habrá de imponerse como si no hubiera pasado 12 años en el exilio, viendo cómo otros hacían uso del poder que siempre había visto como suyo.

Desde la fundación del partido de Calles en marzo de 1929, la elite política ha recurrido a este tipo de diálogos extraparlamentarios para resolver embrollos que podían agravarse si los involucrados no acordaban llegar a un acuerdo. Hace unos días María Amparo Casar hacía un recuento de los pactos que firmó el gobierno de De la Madrid para frenar la inflación y estabilizar la renqueante economía de la post expropiación bancaria; y luego, los gobiernos panistas también pactaron con el PRI, con sindicatos, con legisladores del PRD reformas políticas y de otro tipo. A estos antecedentes inmediatos podríamos añadir el pacto obrero-patronal al que convocó el presidente Ávila Camacho en 1945; la convocatoria que hizo él mismo a la unidad nacional, o su invitación a discutir los problemas de la posguerra en un foro en el que participaban líderes políticos, sindicalistas, banqueros, industriales, funcionarios, universitarios de todos colores y sabores. López Portillo invitó a la Alianza para la Producción con el lema La solución somos todos.

Todas estas propuestas eran una vía alternativa a los debates, las argumentaciones elaboradas, las votaciones frustrantes que forman parte sustantiva de la actividad de los legisladores; es decir, los pactos son una manera de sustraer temas complejos del aparente desorden que invariablemente parece posesionarse de la discusión legislativa. Pero en el México del PRI de antes, este recurso era también una manera de suplir la cuasi inexistencia del Poder Legislativo al que el presidente había despojado de su función central; entonces la ejercían los actores políticos no parlamentarios y no partidistas.

Sin embargo, en la actualidad uno de los argumentos en apoyo de estos arreglos es que se fundan en negociaciones que entablan los actores políticos al margen de las exigencias de la vida parlamentaria, que puede ser terriblemente fastidiosa, sobre todo cuando el partido en el gobierno no tiene la mayoría legislativa. Para las oposiciones los pactos son atractivos porque no se apoyan en un recuento de votos, porque generan el espejismo de la igualdad, como si más allá del número de legisladores que tenga cada partido, todos los participantes en el arreglo fueran iguales, borran artificialmente las diferencias entre la mayoría y las minorías. Así que no es de extrañar que las oposiciones hayan aceptado el principio de un pacto, aun cuando objeten el contenido de algunas de sus propuestas.

Vuelvo a lo novedoso de una propuesta que proviene de un partido que fue derrotado en dos elecciones presidenciales consecutivas. Es posible que su origen sea la experiencia del fracaso, que fue, con toda seguridad, un doloroso aprendizaje que, esperamos también, no olvide fácilmente. La naturaleza plural de la sociedad política mexicana es un hecho que ningún pacto, ni acuerdo, ni un así llamado proyecto nacional, pueden suprimir, ni siquiera disimular. Esto significa que la competencia también se ha instalado entre nosotros como un rasgo definitivo de nuestra vida política. Creo que esa es la verdadera novedad que aporta el PRI al gobierno: las enseñanzas de la derrota y de la victoria.