Sábado 15 de diciembre de 2012, p. a16
Suenan ragas para el Maestro (Pandit, en sánscrito). Ragas para la mañana, como la que creó él mismo y llamó Jogeshwari, pues la escribió muy de mañana bajo el influjo de la Diosa de la Yoga
. Suenan ragas ahora que es mediodía, como sonaron en el alba, e hicieron a la diosa mover sus dedos color de rosa, pues así observó danzar el ciego Homero muchas veces a la aurora y sonarán ragas cuando el sol se esconda y luego nocturnas y justo a la medianoche, en la quietud absoluta, podremos ver una flamita flotando en el horizonte: es el Maestro, Pandit Ravi Shankar que realiza su largo camino hacia la luz, luego que abandonó su cuerpo físico el pasado martes 11 de diciembre (http://tinyurl.com/d5cjk5p). Suenan, gimen, cantan, tintinean las dulces ragas.
Raga: dícese de aquel océano de notas creadas bajo el influjo de la divinidad. Y como todo océano, se caracteriza por su sencillez al mismo tiempo que por su potente complejidad. La raga es la composición distintiva de la música clásica de la India, tanto la del Norte de ese subcontinente, adscrita a la tradición indostaní, como la del Sur, conocida como música carnática, más apegada al espíritu.
Pandit Ravi nos deja un disco póstumo: The Living Room Sessions Part I, grabado hace apenas unos meses y nos deja encarnado su legado: su hermosa hija Anoushka es su alumna dilecta; su discografía, amplia y diversa, ha sido reseñada en su oportunidad por el Disquero.
Nos deja Pandit también referentes obligados: sus discos con Philip Glass, Frank Zappa, Yehudi Menuhin, Jean Pierre Rampal y un álbum triple que la máxima disquera del orbe, la Deutsche Grammophon, le dedicó en ocasión de su cumpleaños 90. Nos deja ragas y talas (su complemento rítmico).
Nos deja enseñanzas muchas: una raga es una manifestación del espíritu y también del cuerpo físico, pues además de su carácter devocional, entabla (curioso, el segundo instrumento básico, luego del sitar, para una raga se llama tabla) contacto con nuestra carnalidad. Irresistible citar un ejemplo de la bellísima poesía sánscrita: Al quitarme las ropas, incapaz/ de cubrir los dos pechos con los brazos/ blancos, delicados como flores, / tomé de pronto su pecho como capa./ Y al sentir mis muslos montados en su mano,/ hundiéndome en un océano de vergüenza,/ fui salvada por el dios del amor,/ maestro del desmayo.
Así como el amor, una raga tiene un préambulo y se denomina alaap: un ardoroso y calmo escarceo, un rozar los lóbulos, besar el cuello, acompasar el lento ritmo cordial en accelerando y rittardando, para luego introducir la parte media (jhort y jhala) en acompasado diapasón, ritmo físico y sublime y llegar al clímax (gath) en la culminación de una secuencia cambiante improvisatoria donde lo físico y lo espiritual se juntan y hacen uno. Así se hace una raga.
Hay ragas femeninos y masculinos, los hay también para cada estación del año como hay ragas para la lluvia, para las flores. Ragas para florecer.
He aquí las portadas de algunos de sus discos. He aquí la invitación a escuchar una raga, aunque sea una sola. Sintonizarla con la hora del día, la estación del año, el estado de ánimo, es una opción que debemos al budista Steve Jobs, pues la tecnología (YouTube, iTunes, Google, et al) nos pone al alcance esa inmensa biblioteca del alma que es la música.
Amado Pandit Ravi Shankar: Namasté.