a globalización ha sido un proceso esencialmente financiero, las corrientes de dinero y de crédito alcanzaron una escala realmente mundial en la década pasada. El extremo de ese fenómeno se volvió claramente apreciable cuando estalló la crisis de 2008.
Desde entonces, el comportamiento de la economía está asociado de modo estrecho con las pautas del ajuste exigido por la dislocación de los flujos de capital y que abarcan de modo central a las finanzas públicas. El alcance y los matices de ese ajuste es global.
También se provocó una transformación productiva y uno de sus elementos relevantes fue el cambio de localización de la actividad manufacturera, principalmente y de modo extendido hacia China y luego a otros países, como fue el caso de México en los sectores automotriz, electrónico, eléctrico, de enseres domésticos e incluso el aeronáutico. Uno de los criterios básicos para el desplazamiento de las líneas de producción fue el costo laboral.
Uno de los países donde la desindustrialización
fue significativa es Estados Unidos. Las actividades de innovación, diseño y mercadotecnia se mantuvieron en los corporativos y el trabajo de las manufacturas se sustituyó de modo insuficiente en cantidad y en ingresos por los servicios.
La transformación de la base productiva ocurrió al tiempo en que se hinchaban los mercados financieros. El financiamiento para el sector privado alimentó de modo relevante la expansión del sector inmobiliario y generó un mercado hipotecario muy obeso. Al final del ciclo de expansión crediticia se propició un creciente uso especulativo de los recursos, asociados muchos de ellos con ese sector.
La combinación de los negocios productivos con los financieros provocó una fuerte distorsión en la compleja estructura de las fuentes y usos de los recursos, que llevó a la quiebra a empresas emblemáticas. Ahí está Lehman Brothers, clave en el ámbito financiero, que arrastró al conjunto del sistema financiero estadunidense y de otros países y que tuvo que ser rescatado por el gobierno. En el sector inmobiliario se engulló a la compañía de seguros AIG y las instituciones públicas Fannie Mae y Freddie Mac. La distorsión productiva y financiera se ilustra también con General Motors, quebrada e intervenida.
El crédito también se destinó a la deuda pública y es hoy uno de los elementos decisivos en las medidas de ajuste y austeridad que se profundizan en Europa y son el centro de la disputa del precipicio fiscal entre Obama y el Congreso. La compra de papeles de la deuda pública es en ese país una fuente muy relevante de la inversión extranjera; así pasa en Europa y en México.
El ajuste global no se restringe a las finanzas. De ahí se desprende un efecto perverso en la actividad productiva y el empleo. El caso español es, tal vez paradigmático, pero abarca a toda la Unión Europea.
La presión por el alto nivel de desempleo en Estados Unidos es muy grande y se liga al outsourcing de trabajos a China y otros lugares. Obama insistió en su reciente campaña de relección en la necesidad de devolver los empleos manufactureros a ese país y recrear la industria. Esto significaría un cambio muy sensible en la globalización, una revaloración del papel del mercado interno, de las políticas industriales y de la fiscalidad.
La dinámica global de la producción industrial se va a ajustar. El financiamiento, la inversión, el gasto del gobierno y el consumo privado se han trastornado. El precio del petróleo se ha elevado, la estructura de costos en la industria cambia, como ocurre con el transporte, las ventajas salariales se van acortando y los ciclos de cambio tecnológico son imparables y cada vez más cortos.
Hay un caso que es ilustrativo. General Electric es, entre otras cosas, el principal productor de enseres domésticos. En 1951 creó la planta industrial llamada Appliance Park, en Kentucky. Seis enorme naves con líneas de producción que llegaron a albergar a 23 mil empleados en 1973 (llegó a tener hasta su propio código postal), pero fue reduciéndose hasta que se planeó cerrarla en 2003. Este era un ejemplo de la desindustrialización, ya que la manufactura se trasladó principalmente a China.
Ahora GE ha cambiado radicalmente su estrategia en este sector, trasladando de nuevo parte de la producción de calentadores híbridos, lavaplatos y algunos modelos de refrigeradores (hechos en México) a unas renovadas instalaciones en esa localidad.
La ventaja salarial derivada del trabajo chino y los costos y el tiempo de transporte por el Pacífico se han alterado. Pero a ello se suma la revaloración de la contigüidad del trabajo en las fábricas con el de los ingenieros y hasta los encargados de la comercialización. Ello ha llevado a un incremento de la productividad, que permite vender los productos hechos en Kentucky a precio menor de los que se hacen en China. Además se han creado ahorros en el almacenaje y el abasto a los distribuidores. Los trabajadores han aceptado una reducción salarial a cambio de empleo estable.
No todos los procesos industriales se pueden relocalizar, pero eso indica que deberán adaptarse las condiciones en los países que han sido receptores y con ello los criterios de financiamiento privado y público, de las políticas regionales y las pautas del crecimiento.