l riesgo corrido por Lorena Maza al adaptar para la escena los himnos a la deidad sumeria Inanna se tradujo en un espectáculo teatral de gran calidad que conjuntó muchos talentos y una buena cantidad de las diversas artes, en esta producción de la CNT: Como se recordará, Inanna es la diosa del cielo y de la tierra, de la fertilidad, además de la guerra, adorada hace más de 4 mil años en la antigua Mesopotamia, primera figura femenina en la historia y en las mitologías que se liberó de trabas e intentó saber de sí misma, ya que no dudó en bajar al inframundo para obtener ese conocimiento. La directora y adaptadora –del himno traducido por Elsa Cross– hace que su periplo sea narrado a dos voces, la del arqueólogo estadunidense originario de Kiev, Samuel Noah Kramer (Jerónimo Best) y sobre todo la de la poeta sumeria Enheduanna (Angelina Peláez), añadidos escénicamente al texto literario. El primero se especializó en los signos cuneiformes, la escritura inicial de que se tiene noticias en la historia de la humanidad y es gracias a su empeño en descifrarla que se tienen mayores datos de esta antigua cultura. La segunda vivió hace más de 4 mil años y sus poemas, muchos de ellos dedicados a Inanna –de cuyo templo fue sacerdotisa–, son los primeros textos que reconocen autoría, es decir no son anónimos, en todo el devenir del género humano.
Según Elsa Cross en el programa de mano, Inanna es una deidad que representa a “una mujer libre, capaz de madurar en plenitud (…) para ser dueña de sus decisiones y de su propia vida”. Sus avatares son narrados por otra mujer singular, Enheduanna, la primera persona en toda la historia que firmó sus escritos. Nos topamos, entonces, con dos figuras femeninas de la más remota antigüedad que resultan pioneras de cualquier empeño mujeril. También en estos himnos se descubre el primer relato de amor que se conozca, entre Inanna y su marido, el pastor Dumuzi (Nicolás Sotnikoff), poemas de descarnada pasión que comparan el cuerpo femenino con un campo sembrado y el miembro masculino con un penetrante arado. Los actores y las actrices en escena reproducen con mímica lo que Enheudanna y en algún momento Kramer, narran, recurso que alternan con diálogos entresacados del poema.
Así, vemos a la bella diosa (Renata Ramos) usar los atavíos y las joyas, principalmente de lapislázuli, que le entrega la fiel Ninshubur (Emma Dib) y de los que se despoja para entrar al Inframundo. Conocemos paso a paso su tránsito hacia la madurez, su amor por el pastor y el destino de éste, salvado por su madre (Teresa Rábago) y su hermana (Carmen Mastache) de las garras de los Gallas (Rocío Leal y Sergio Rued) y del Net, el portero infernal (Jorge Ávalos), para compartir a medias los tiempos del mundo con Inanna que, a su vez, regresa de un enfrentamiento con Ereshigal (Julieta Egurrola), la reina del Inframundo. Paso a paso, se van escenificando los momentos del poema con movimientos de los miembros del elenco coreografiados por Shahrokh Moshkin-Ghalam y asesorados por Lorena Glinz.
Alejandro Luna diseñó una escenografía semicircular de madera, con largos bancos de donde y hacia donde, actrices y actores, a excepción de Angelina Peláez, se dirigen tras su intervención en un escenario transversal con una trampilla por donde baja el arqueólogo, cuyos pasos por el túnel se siguen en un video proyectado atrás, y que tiene un espejo de agua al frente, remembranza de los ríos de la Mesopotamia; atrás, el vestuario de Eloise Kazan es muy imaginativo, y con ecos árabes la música en escena compuesta por Manuel Mejía, con instrumentos diversos (Liras y laudes, tocados por el compositor y director musical; setar, tar y daf tocados por el también compositor Melhdi Molaei; tambores japoneses tocados por Nahoko Kobayashi; viola y alientos arcaicos tocados por José Pablo Jiménez Henríquez) y cantada por el actor invitado, compositor vocal Kaveh Parmas (que interpreta también a Enki) y por las actrices Carmen Mastache y Rocío Leal. La unión de todos estos talentosos artistas bajo la dirección de Lorena Maza lograron un espectáculo bello y delicado.