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Sí se puede
E

l caso del cineasta iraní Jafar Panahi es ejemplar. Por participar en el movimiento de la oposición al régimen dictatorial de Majmud Ajmedinejad, en marzo de 2010, Panahi fue condenado a seis años de prisión, más una prohibición de 20 años a que filme o escriba una película, salga del país o conceda una entrevista a cualquier medio.

Exactamente un año después, mientras esperaba la decisión de la corte de apelaciones, el realizador decidió desafiar a las autoridades con No es una película. (El resultado hubo de contrabandearlo en un dispositivo USB escondido en un pastel, para poder ser exhibido en el festival de Cannes del año pasado). Desde el título, Panahi manifiesta que no ha cometido ninguna contravención. Pero mañosamente se las arregla para no sólo hacer una película fascinante, sino también una reflexión sobre la potencialidad del medio, una declaración de protesta y un diario personal.

En el inicio Panahi desayuna delante de una cámara de video, previamente colocada ahí por su hijo, y habla con un colega por teléfono para que acuda a su departamento. El cineasta no quiere dar más detalles. Cuando llega el documentalista Mojtaba Mirtahmasb le explica el plan: se trata de que éste maneje la cámara para que Panahi vaya contando la película que iba a filmar antes de su encierro domiciliario, con todo y una recreación de cómo pensaba resolver los diferentes planos. La historia gira en torno a una chica que aspiraba a estudiar una carrera universitaria en Teherán, contra la negativa de sus padres. (Por puro reflejo, Panahi ordena corte en un par de ocasiones. Mirtahmasb hace bien en no obedecerle para no comprometer el proyecto).

El director suspende a veces su relato para mostrar en una pantalla de televisión escenas de sus películas anteriores –Ayneh (1997), Talaye sorkh (2003), ambas no estrenadas en México– que ilustran cómo las circunstancias imprevistas del rodaje o la inexperiencia de sus actores no profesionales resultaron en hallazgos expresivos. Sin embargo, Panahi suspende la descripción de su proyecto. ¿Si podemos contar una película ¿para qué hacerla?, es su comentario.

Lo irónico del asunto es que el proceso de no hacer una película se convierte en una demostración de que actualmente no hay excusas para quedarse sin hacer cine, aún mediando una prohibición gubernamental. Entre dos personas, una sola cámara de video y un teléfono celular es posible testimoniar toda una forma de vida, sabiéndola enfocar. Con acierto, se escogió filmar durante la celebración del año nuevo persa. El tronido de los fuegos artificiales brinda así una pista sonora que sugiere una violenta guerra civil en plena ebullición. (Otra ironía adicional es que el gobierno ha declarado –y esto lo vemos en un noticiero televisivo– la prohibición de los fuegos artificiales.)

A todo eso, Panahi muestra una personalidad tranquila, apenas alterada cuando recibe malas noticias de su abogada. No es una película tampoco es un ejercicio en narcisismo sobre las tribulaciones creativas de un autor. Sin embargo, la calma del cineasta tiene mucho de resignación. Hasta la fecha, hasta donde se sabe, Jafar Panahi continúa en un estado de arresto domiciliario, mientras espera su apelación.

No es una película (In film nist) D: Jafar Panahi, Mojtaba Mirtahmasb/ F. en C: Mojtaba Mirtahmasb, Jafar Panahi/ Ed: Jafar Panahi/ P: Jafar Panahi. Irán, 2011.

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