Viernes 2 de noviembre de 2012, p. a14
Estoy viendo y no lo creo/ Lo que acaba de pasar/ Acabamos de enterrar/ A Utrera, rey del tangueo/ Y ahora, quien los va a tocar…/
Liche Oseguera
Esteban Utrera Lucho, oriundo de Sabaneta, en el Municipio de Santiago Tuxtla, nació el 3 de junio de 1920. Su padre y su abuelo fueron guitarreros. A los 12 años, Chaíto, quien desde los siete tocaba la jarana que le robaba a su papá, empieza a ejecutar la guitarra de son. Se fijaba como se afinaba y ponía una marquita donde va el huesito para que cuando se moviera pudiera templarla.
Esteban supo de fandangos acompañando a su padre, a sus hermanos mayores y a su cuñado Fermín Quinto. Su fiel compañero Román Cobos Cruz, Tío Roma, quien años después se casaría con Juana Utrera, y él se iban a caballo a montear al venado, camino adentro a las matillas y matorrales. Utrera, quien había sido policía, llevaba su escopeta y Román era el atujador con los perros.
Otra de sus múltiples actividades era la de vendedor de pescado. Se iba hacia la Hacienda de Tilapan, llegaba hasta Apixita, La Redonda y otras comunidades y si escuchaba el sonar de una guitarra, ahí se quedaba. Así conoció a Oliverio Hidalgo, bailador y cantador, hijo de don Arcadio. Otra ruta era la de la Hacienda de Nopalapan, donde vivían algunos familiares, y otra hacia la Hacienda de Alonso Lázaro, donde vivía don Félix Rosario.
De esa manera anduvo y se amaneció en muchas comunidades: su guitarra empezó a sonar por los llanos, la sabana, los cerros… su estilo arrecho y sus tangueos fueron distinguiéndolo y poniéndolo siempre en un lugar digno de reconocimiento.
La familia Utrera, siempre numerosa, iba con el jefe a la cabeza en la guitarra y Juana Utrera Salas, hija del hermano de Chaíto, Tachito, comandando a las bailadoras, a los fandangos de San Benito, en los llanos de Nopalapan, dos o tres días, en una carreta jalada por bueyes….
Antonio Farías, Juan Chagala, Tino Corro, Leonardo Rascón, Mariano Ambrosio, Antonio Mulato –guitarrero de Tres Zapotes, quien reconoce en Esteban un estilo particular y con mucha fuerza, al grado de invitarlo a compartir sones en la guitarra– se encontraban siempre en las parrandas decembrinas o en los fandangos de Tres Zapotes, el Espinal, Guinda o San Benito.
Utrera hacía sus instrumentos y otros los obtenía cuando se los cambiaban por mercancía o por unos cobritos. Con el cuarto menguante en pleno, cuando salía al monte para buscar y preparar el ajuar de una casa seleccionaba el cedro para el instrumento. Sus herramientas: una hacha, una suela y su machete eran suficientes para darle forma; lo terminaba con vidrios a manera de lija. Las cuerdas de tripa, las conseguía por docena por envío de Chico Capi, curandero de San Andrés, quien le puso tres puntos en cada mano, a manera de amuleto, para que nadie le hiciera maldad.
Don Esteban siempre tenía jaraneros de diferentes edades, porque era muy generoso. Cuando murió su cuñado Fermín Quinto, esposo de Alberta Utrera Lucho, terminó de criar a los hijos de la pareja: Beto, Venancio, María y Moyo. Luego Alberta se casó con Mateo Gamboa. También se encargó de Tomás la Changa y Brígida, así como de su primer hijo Carlos Utrera.
Beto Quinto Utrera y Tomás Gamboa Utrera pasaron a ser sus jaraneros junto con Román Cobos Cruz y Beto Fernández Pabellona. A ellos los buscaban para los fandangos, velorios, bodas, 15 años o mortuorios.
Esteban se casó con Epifania Leyva Cobos, bailadora del Hato. Nacieron Irineo, José Luis, Roberto y Concha Utrera Leyva. A los pocos años, Epifania murió dejando a Concha de un año y Utrera, quien ya tenía una familia numerosa con los hijos de su hermana Alberta, más los propios, se casó con Reyna Luna Mauleón de la comunidad de Mata de Caña, vecina de Sabaneta.
Con Reyna procreó cinco hijos de los cuales viven tres: Camerino, Tacho y Toño. A los pocos años llegó Elizabeth a alegrar a la familia.
Don Esteban siempre estuvo rodeado de su familia. Enseñó a sus hijos a trabajar el campo, a labrar el ajuar para las casas, a hacer instrumentos, a pescar, a cortar el pelo, a hacer hamacas y rodajas, redes para pescar, botes o cayucos y a cazar garzas, cocos, martuchas y mapaches, porque venados ya no había. La siembra de maíz y de hortalizas entreveradas, eran la especialidad de Utrera.
Los fandangos con Utrera a la cabeza, siempre aseguraron muchas horas. Pocos saben que él era un excelente bailador, pero nunca cantó. Don Esteban, quien empezó a tomar desde los 13 años, nunca perdió el control por el vicio. Siempre se divirtió con sus amigos, siempre compartió sus registros, sus tangueos y sus historias con todo el que se le acercara. Nunca hizo distingos; aunque, sí, una mirada suya, era más que un latigazo, para componer la afinación, para decir que alguien estaba fuera del son.
Don Esteba Utrera regresó a Tlacotalpan después de muchos años, cuando su padre murió a causa de la cornada de un toro en las fiestas. En 1992 regresó al Encuentro de Jaraneros con su grupo Los Utrera, y de ahí para adelante su estilo, que antes había permanecido en su región, empezó a marcar a las generaciones que hoy le rinden homenaje.
Don Esteban fue maestro de guitarreros como Ramón Gutiérrez, Liche Oseguera, César Castro y Francisco García Ranz. Heredó a sus hijos Camerino y Tacho el pulsar de la guitarra, así como el oficio de la fabricación de instrumentos.
Utrera falleció el 24 de octubre en su casa a los 92 años, rodeado de mucho cariño, como él lo supo dar.
A su velorio acudieron cientos de personas, familiares, amigos y músicos.
Canten Canten compañeros/ que la vida es muy ligera/ que canten los jaraneros/ para despedir a Utrera/ de los grandes guitarreros
Así cantaba Gilberto Gutiérrez quien junto con su grupo Mono Blanco, Octavio Rebolledo y Pablo Campechano le tocaron unos sones. Don Andrés Vega Delfín también se unió a la despedida.
Más tarde Tacho, José Farías Luna El primohermano, Quique Palacios Vega, Freddy Naranjos Vega, Diego Corvalán, Tito Utrera, Carlos Adrés Vega Utrera, su bisnieto, Gonzalo Vega Hernández, Mario Sequeda Cruz, Toño, Jesús Camerino y Miguel Utrera y Wendy, su flor
, tocamos unos sones a los que se unieron las mujeres que bailaron al pie del féretro. El último fandango para Utrera…
Enseguida se unieron los Río Crecido, con el Médico Campos en el violín, Lupe en el contrabajo y Emilio Querreque, que después de tocar el Huerfanito entonaron unas canciones a manera de despedida.
En la madrugada, y después de haberse perdido por un par de horas, llegaron unos muchachos de Minatitlán, comandados por Diego Vázquez, para despedir al viejo.
Liche Oseguera llegó de Cosamaloapan a las ocho de la mañana y con su guitarra en solitario despidió a su maestro.
A las 10.30 del día 26 de octubre, el cortejo se alistaba para salir. Veintidós camionetas repletas de personas y 23 motos conformaban la enorme línea. Don Esteban iba acompañado de doña Reyna y sus músicos, que no dejamos de tocar en el trayecto hasta dejarlo con música a la iglesia de Tres Zapotes. Ahí se ofició una misa para luego seguir el cortejo hasta el panteón, donde fue sepultado junto a Juana Utrera y Román Cobos Cruz, sus entrañables compañeros del fandango.
Félix Machucho, emocionado cantaba versos, Tacho tocó y cantó con una fuerza impensable, de pronto Camerino y Reinita pudieron echar su despedida, Toña Cobos Utrera y Wendy bailaron La indita y los sones no dejaban de escucharse, como a él le gustaba… al salir del panteón, una cuerda de la jarana, de mi jarana se reventó, como queriendo decir: no se vayan, ¡chingao!