Apatía y represión
inco meses después del regreso de Vladimir Putin al Kremlin para un tercer periodo presidencial, es claro que el movimiento de protesta surgido en Moscú y otras grandes urbes, a raíz del fraude electoral en las parlamentarias de diciembre anterior, entró en un dinámica contraproducente.
Con igual número de participantes y los mismos discursos, se hizo obvio que los mítines y manifestaciones eran insuficientes para propiciar un cambio de fondo: la renuncia de Putin, la disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones anticipadas tanto legislativas como presidenciales.
Las acciones callejeras de la oposición política empezaron a diluirse debido a que la mayoría de los inconformes –la clase media urbana– rechaza que se manipulen los resultados de las votaciones y apuesta por un cambio no violento.
Los habitantes de las grandes ciudades carecen, por ahora, de opciones electorales entre los partidos registrados y ello hace que dejen de asistir a las manifestaciones.
La apatía es caldo de cultivo de la represión, y las autoridades no escatiman recursos para intentar descabezar el movimiento de protesta mediante la persecución judicial de sus líderes, como si todos ellos fueran delincuentes y tuvieran cuentas pendientes con la justicia.
A uno de sus dirigentes lo expulsan de la Duma (Cámara Baja del Parlamento) por dedicarse a los negocios, a otro le atribuyen haber dado una recomendación fallida que causó pérdidas millonarias al Estado, y a uno más lo acusan de incitar a tomar el poder por la fuerza. A 20 militantes de base los quieren condenar a penas de cárcel por hacer desorden en la vía pública.
Pero la apatía no proviene del miedo. Si no, ¿cómo se explica que en las recientes elecciones para gobernador y parlamentos locales, que se presentaron como un triunfo arrollador del Kremlin, el oficialista Rusia Unida, tomando en cuenta el escaso nivel de asistencia a las urnas, haya recibido menos votos que en las legislativas de diciembre?
La apatía afecta por igual a vencedores y vencidos en las urnas. Rusia vive una suerte de impasse peligroso, en el que unos creen que todo es como antes y otros están convencidos de que ya nada es igual a como era.
Tarde o temprano se impondrá una de las dos visiones, ojalá que sin derramamiento de sangre.
Por lo pronto, la oposición convocó para este fin de semana una amplia votación por Internet para elegir a los integrantes de un consejo que intentará formular propuestas que resulten atractivas para la mayoría de los inconformes, mientras las autoridades intensifican la campaña de desprestigio de los líderes que desafían el poder de Putin.