15 de septiembre de 2012     Número 60

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

San Luis Potosí y Querétaro

Entre el hambre y los huracanes:
reacomodos y relocalizaciones
de las comunidades pames


FOTO: Ecoantropo

Marco Antonio García Hernández
Maestría en Desarrollo Rural, UAM-X

El patrón de poblamiento. Uno de los debates más interesantes en torno a los pames o xi´oi –pueblo originario que actualmente se ubica en el estado de San Luis Potosí y en una pequeñísima fracción del norte de Querétaro– es el de su patrón de asentamiento o poblamiento. Ejercido históricamente como estrategia de adaptación ante los profundos cambios acaecidos tras la imposición del modelo sociopolítico importado por la colonización, quizá sea más adecuado verlo, por lo menos desde la segunda mitad del siglo XX, como consecuencia y condición del presente modelo capitalista que impacta sobre los proyectos de vida de los pueblos indígenas del país.

Un ejemplo de esta influencia negativa es el repoblamiento del norte de Querétaro, a raíz tanto de la irrupción de fenómenos atmosféricos como de la falta de mecanismos económicos para enfrentarlos en los años recientes, y ya desde la década de los 60s.

El hambre y los huracanes. Los pames de la región queretana migraron en los años 50s desde Santa María Acapulco. El mayor número de pames se registra en la región de Tancoyol, municipio de Jalpan de Serra. Los “pames viejos” reconocen a Santa María Acapulco como la cuna de la pamería. Lo anterior se desprende del relato de don Nicho, recabado en 2002 por los antropólogos Diego Prieto y Alejandro Vázquez en la localidad de las Nuevas Flores: “Casi los más viejos no somos de aquí, somos más bien del otro lado del río Santa María, de la mera mata, allá están nuestros papás y abuelos enterrados, allá están nuestros tíos y familiares, yo viví allá como 10 años, luego se puso difícil la cosa y me vine a trabajar para Tancoyol, acá, cortando caña”.

El relato referido por don Nicho, se complementa con el de otro pame, don Juan Martínez, vecino del ejido de Santa María Acapulco, quien me confío las vicisitudes de los años 50s en la zona: “Tristemente hemos pasado en aquel tiempo, cuando empezó uso de la razón de mi propia persona; empecé de saber cuál es el sufrimiento y la ternura de anterior desde año 1950, dicen de la gente que hubo un fracaso. Tan fuerte y tristeza por la sequías que hubo más de cuatro años duró y no ha llovido nada, absolutamente y se acabó aguas de las presas y los artesianos se secaron y los vecinos de las comunidades sufrieron con crueldad de sed y hambre (…) y por cual motivo que se aprovechan a la gente porque no hay maíz (…) y algunos por necesidad ser un trueque de un kilo de frijol con un petate, y nadie va decir que no, porque hambre son muy fuerte. (También) Hubo un tormenta como ciclón que se cayó como media noche el mes de septiembre año 1955 que cuando se cayó tormenta tropical lo tumbaron cerros y montes y el cerro de la comunidad Mezquital se lo tumbó y se corrió un señor Félix Morales vecino de Mezquital y ese tiempo también se fue mucha gente para Querétaro”.

Como se puede apreciar, el desplazamiento hacia Querétaro, estuvo condicionado principalmente por el hambre, derivada tanto de las condiciones sociales de marginación y exclusión, como por la devastación provocada por la sequía prolongada y le llegada de un huracán a la zona. Sin embargo, tal movilidad no fue del todo arbitraria, ya que dicho territorio era históricamente recorrido por los pames en sus andanzas de recolección y caza para la subsistencia. La reducción en pueblos y ejidos desarrollada a partir de la colonización, cuarteó la dinámica territorial pero no rompió con la experiencia del espacio.

Hablar de los pames sin los pames resulta ya un ejercicio académico insuficiente, y francamente retrograda. En Querétaro, hasta hace algunos años, muy pocas personas sabían de la existencia de los pames, de hecho no existían en el censo de población como tales. En San Luis Potosí, tuvieron que ser arrasadas familias enteras y casas completas por el huracán Gert en 1993, para que su presencia aflorara entre la sociedad potosina. Actualmente, los pames se enfrentan no sólo a los huracanes, sino a un modelo económico que los deja sin opción, a la filosofía del desarrollo económico imperante que espera que el hombre de las sociedades no capitalistas comience por convertirse en hombre “desarrollado” antes de gozar de las ventajas de una economía “desarrollada”.


Chihuahua


FOTO: Víctor Hugo García Ulloa

Los rarámuri y sus
estrategias de asentamiento

Ismael Mejía Hernández ENAH

A principios de este año los medios de comunicación difundieron una noticia estremecedora: los rarámuri se estaban suicidando por la falta de alimentos propiciada por la sequía persistente por años en la sierra Tarahumara. Sin embargo, quienes hemos estado allí, sabemos que es prácticamente imposible que los rarámuri actúen así; si hay un grupo que ha logrado sobrevivir a las inclemencias de la naturaleza es el de ellos, y aunque las características de la sierra son complicadas para vivir –por el suelo quebradizo que dificulta la siembra y lo accidentado de las montañas– los rarámuri han podido ocuparla como su hábitat durante siglos, desarrollando múltiples estrategias socioculturales para ello.

Una de esas estrategias es su patrón de asentamiento disperso: debido a la escasez de planicies o mesetas lo suficientemente amplias en la sierra para establecer una población grande, donde además se pueda sembrar, los rarámuri han optado por establecerse en pequeñas planicies donde habitan dos o tres familias. Un ejemplo es el municipio de Batopilas, Chihuahua; allí la mayoría de la población es rarámuri, y de acuerdo con el Segundo Conteo de Población y Vivienda, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), de las 569 localidades existentes, 52 por ciento están conformadas por una o dos viviendas, donde habita 12.71 por ciento de los rarámuri; el otro 87.28 vive en localidades de tres o más viviendas.

Aunado a esto y debido a las condiciones extremas del clima –en lo alto de la sierra el termómetro alcanza en invierno hasta 20 grados centígrados bajo cero y en las barrancas en verano hasta 40 grados centígrados–, los rarámuri desarrollaron la movilidad estacional: en época de lluvia se trasladan a lo alto de la sierra, donde además aprovechan para sembrar, y en invierno bajan a las barrancas.

Con estas condiciones naturales propias de la sierra, los rarámuri han construido toda una cosmovisión y estructura social a lo largo de su historia, adaptándose y modificando lo que consideran necesario para su permanencia como grupo.

Tienen preferencia por vivir alrededor de la familia nuclear y en ocasiones la familia extensa, desde donde tejen sus relaciones sociales cotidianas. A partir del núcleo familiar, se reparten los roles que han de desempeñar cada uno de sus integrantes en las actividades económicas, laborales y sociales.

No obstante la distancia física que implica vivir en rancherías, y que podría poner en riesgo su cohesión como grupo y/o comunidad, han establecido las teshuinadas: reuniones entre miembros de diferentes rancherías para ayuda en el trabajo particular de quien convoca –armar una cerca, construir una casa o recoger la cosecha– y para ceremonias de curación o religiosas –como Semana Santa o 12 de diciembre–, donde además realizan bailes de matachín y pascola o trabajos comunales como arreglar la iglesia o abrir un camino y donde se toma y comparte una bebida de maíz fermentado, conocida como teshuino.

Ahora bien, este patrón de asentamiento ha significado un dolor de cabeza para los chabochi (hombres blancos), quienes a lo largo de la historia han pretendido concentrarlos en un solo lugar para evangelizarlos, obtener fuerza de trabajo, llevarles programas asistenciales o “acercarlos a los beneficios de la modernidad”, sin conseguirlo o al menos no del todo.

Y es que, si bien es cierto que este patrón de asentamiento ha dificultado al Estado mexicano llevarles servicios básicos como asistencia médica, escuelas, electricidad, agua entubada, también es cierto que el contacto con los chabochi ha significado para los rarámuri que se apropien de sus mejores tierras de cultivo, que les impongan un método curativo ajeno al suyo, un formato de educación en su mayoría ajeno a sus necesidades y un sistema legal de justicia diferente a sus usos y costumbres. De ahí que muchos de los programas sociales que se han implementado para los rarámuri tengan resultados escasos, porque si bien en el discurso son incluyentes e integrales con su cultura, al momento de llevarlos a la práctica únicamente quedan en discurso.

Esto ha provocado que los rarámuri hayan encontrado en su patrón de asentamiento una manera de alejarse de las instituciones de los chabochi, aunque ello implique establecerse en las peores tierras para cultivo de la sierra, donde las condiciones son más ásperas para la vida humana.


Agenda Rural

Evento: Seminario de Actualización Crisis, Seguridad y Soberanía Alimentaria.Organiza: Asociación Mexicana de Estudios Rurales, A.C. (AMER). Lugar y fecha: Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) e Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) UNAM. Circuito Mario de la Cueva, s/n, Zona Cultural, Ciudad Universitaria, México DF. Del 31 de agosto al 5 de octubre de 2012. Informes: http://www.amer.org.mx/


Evento: Día Nacional del Maíz. Organiza: Campaña Sin Maíz no hay País. Lugar y fecha: Zócalo, Capitalino. 29 de septiembre de 2012. A partir de las 15:00 horas. Informes: http:// www.sinmaiznohaypais.org/


Evento: Día Nacional del Maíz. Organiza: Varias organizaciones. Lugar y fecha: Mazatlán Villa de Flores, Oaxaca. Explanada Municipal. 29 de septiembre de 2012. 10:00 horas.


Libro: Quetzaltlahtolli: Palabra Náhuatl contemporánea. De: José Concepción Flores Arce, Xochime.


Evento: Coloquio internacional “La Antropología social en el siglo XXI”. Organiza: Licenciatura en Antropología Social, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Lugar y fecha: Auditorio Román Piña Chan, ENAH, del 1 al 8 de octubre de 2012. Informes: jefatura. [email protected] y www.enah.edu.mx


Libro: Movimientos indígenas en la Sierra Norte de Puebla. Una historia contemporánea. De Gabriel Hernández García. Editorial: Navarra y CEDICAR. Presentación: 3 de octubre, 14:00 horas. Lugar: Auditorio Román Piña Chan, ENAH


Libro: Los grandes problemas nacionales. Coordinado por Armando Bartra. Editorial ITACA. Presentación: 5 de octubre, 14:00 horas. Lugar: Auditorio Román Piña Chan, ENAH

Sonora

un nomadismo silenciado

La sedentarización comcáac

Sofía Medellín Urquiaga y Mauricio González González ENAH / CEDICAR AC


FOTO: Adriana D.

Cuenta un mito comcáac (seri), que en el origen no existía tierra ni vida. Fue Hant Caai, “El que hizo la tierra”, quien creó a los animales terrestres y acuáticos, pero al inicio los puso en una gran panga en el mar. Más tarde creó una tortuga marina para que le ayudara a formar la tierra, Hant Quizim, “El que endurece la tierra”, quien volvió la tierra firme. Sin personas ni plantas sobre ella, Hant Caai creó primero un gran árbol de torote, material presente en las canastas seris que ayudó a secar la tierra, y después dio vida a un hombre, una mujer y un caballo, a quienes puso bajo el árbol. Eran gigantes; Hant Caai pobló la tierra con gigantes. El rastro material de este pueblo se puede fechar hasta dos mil años atrás, donde diferentes bandas recorrían, de acuerdo con las temporadas del año, un territorio que se extendía desde Puerto Lobos hasta bahía de Guaymas, que se ampliaba tierra adentro hasta el valle de Hermosillo, en el actual Sonora.

Fue en el virreinato cuando inició el proceso de sedentarización de este pueblo, con expediciones militares desde el siglo XVII, con éxito fue relativo, al enfrentar a un pueblo guerrero constituido por numerosas bandas. No obstante, el trabajo religioso logró establecer algunas misiones, destacando la gestión del jesuita Eusebio Kino, cuyo primer contacto documentado fue realizado en 1685, en una expedición que exploró la costa sonorense y la Isla Tiburón –a la que llamó Punta de Tiburones– y un brazo de mar al que nombraron El Sacramento, hoy estero Santa Cruz, donde observaron campamentos comcáac.

La cualidad de pueblo recolector, cazador y pescador les permitió mantener su presencia nómada en la parte de la costa durante toda la Colonia, mas algunos grupos fueron congregados en tres poblados al noroeste de Hermosillo: en Santa María del Pópulo, Nacamerí y Ángeles. Y si bien se indujeron prácticas ganaderas y oficios propios de los conquistadores, frecuentes fricciones, saqueos y sublevaciones dieron cuenta de su férrea resistencia, lo que motivó a que se ordenara su traslado forzado a México, que condujo a una desbandada seri que retomó las estrategias estacionales de manutención, con eventuales ataques a ranchos y misiones, enfrentamientos que configuraron la política de exterminio que en diferentes fases recorrió la región desde el siglo XVIII hasta principios del siglo XX, después de la Revolución.

Esta guerra tuvo varios frentes que, paralelamente, inició diferentes tipos de apropiación territorial. A finales del siglo XIX comenzó en la costa la actividad pesquera, fundada en especies como la emblemática totoaba y el tiburón, cuyo principal mercado era Estados Unidos. Para 1930 la población comcáac se calculaba en un total de 175 personas, asentadas en algunos campamentos entre Bahía Kino y la Isla Tiburón, quienes poco a poco tuvieron mayores intercambios con pescadores y empresarios turísticos que se establecieron en Bahía de Kino.

A mediados de los años 30s comenzó la política de organización cooperativista, que los comcáac aprovecharon fundando en 1938 la Sociedad Cooperativa de Pescadores de la tribu Seri, SCL, que lidió con las condiciones desfavorables que ofrecía Kino, lo que motivó en mucho que en 1941 se tomara una decisión drástica: emigrar a El Desemboque, al norte de Kino.

La política indigenista tuvo su anverso en el trabajo misionero del Instituto Lingüístico de Verano, que reinició la evangelización de la zona. Como era de esperarse, esto motivó conflictos que se tradujeron en la división del poblado, siendo los no conversos quienes decidieron emigrar y fundar Punta Chueca, al sur del Desemboque. Los trabajos del Instituto Nacional Indigenista (INI) en los años 50s consolidaron los servicios en ambos poblados que, incluso a inicios del presente siglo, se hacían cargo de llevar agua a Punta Chueca.

Los conflictos con el gobierno se avivaron cuando en 1963 decretaron la Isla Tiburón como Reserva Natural de Refugio de Fauna Silvestre, prohibiendo a los comcáac habitar en ella, afrenta mayor, pues no sólo había sido su refugio durante la guerra de exterminio, sino es a la fecha lugar sagrado, “de fuerza”. La demanda de los seris sobre su territorio logró en 1970 la dotación de una extensión de 91 mil 322 hectáreas como ejido y, en 1974, la asignación del Canal del Infiernillo como zona de exclusividad pesquera comcáac; pero fue hasta 1975 cuando la tenencia de la Isla Tiburón les fue reconocida como posesión comunal (120 mil 756 hectáreas, la ínsula más grande del país).

Fue en ese periodo cuando se consolidaron los poblados comcáac mediante una serie casas de interés social que las más de las veces sólo fueron ocupadas como bodegas, siendo los traspatios el centro de convivencia y dormitorio idóneo para las condiciones desérticas. Actualmente las acciones de promoción al desarrollo son llevadas por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) y por la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI). Estas instancias intentan ofrecer, sin mucho éxito, alternativas productivas a la pesca altamente impactada. La innovación en esta sedentarización comcáac hoy está de la mano de un proyecto de servicios turísticos que ofrece cabañas rústicas en El Desemboque, intentando con ello, bajo decisión propia, la preservación de su territorio.