Jueves 2 de agosto de 2012, p. 39
Para Luis Escobar y María Jurado el baile “ha sido su motor en los últimos 25 años, después de sacar a los hijos adelante. Por eso venimos cada martes, ataviados con nuestro vestido de chárleston y traje de pachuco
.
El largo saco amarillo, el pantalón de tirantes hasta abajo del pecho, la camisa de lentejuela, la leontina colgada del lado derecho, los zapatos combinados de tacón cubano o inglés, de piel de avestruz, cocodrilo o charol, y el sombrero con una pluma en la parte trasera atrapan la mirada de la gente, pero son símbolo de elegancia, de quienes saben bailar
, señala don Luis.
Su trabajo de jefe de servicio en una empresa de autotransporte en el estado de México no le impide ir a bailar y disfrutar con los amigos de años en un ambiente familiar, sin alcohol y sin vicios, lo que nos deja ahorrar para comprar nuestra ropa, porque es cara, ya que es hecha a la medida. Y lo mismo sucede con el vestido de chárleston de mi esposa de los años veinte
, dice.
Cada martes disfrutamos de una nueva aventura al acudir al Salón Los Ángeles, que inició al compás de la música en vivo de las orquestas, que hacen mover nuestros cuerpos a su ritmo; después vienen las charlas con los amigos y los recuerdos de quienes se nos han adelantado en el camino. Somos una gran familia, en el sentido de la unión, porque en número hemos ido disminuyendo
, expresan.
Sin embargo, señalan, cada vez un mayor número de jóvenes acuden a nuestro salón, disfrutan de la música, del ambiente, del baile y en ellos está que Los Ángeles y el California (Dancing Club) no cierren, como sucedió hace unos años con el Colonia, ubicado en la colonia Obrera
.